—Puede ser, pero en todo caso la expresión tiene su gracia. Arena. Aunque es muy americana, y si es español, ¿de dónde la habrá sacado? —De la televisión, donde se aprende todo. También puede que no sea nada famoso pero él crea que sí lo es. A lo mejor es un agente de bolsa, o un médico, o un empresario, y se cree importante y por ello expuesto, cuando nadie conoce a esa gente, sobre todo aquí en América.

Yo le jaleaba los hallazgos y las ilusiones, era lo menos que podía hacer. Esto es, lo menos que podía hacer era escucharla, prestar atención a su mundo, alentarla, dar importancia a las cosas a las que se la daba ella y mostrarme optimista, esa es la función primera de la amistad, a mi parecer. —A lo mejor es un cantante —decía ella. —A lo mejor es un escritor —contestaba yo.

Berta contestó al apartado de correos que 'Nick' le indicaba, 'P.O. Box', así se llama un apartado en inglés, todo el mundo los utiliza, hay millones de ellos repartidos por todo el país. Pero si durante mis estancias Berta no dejaba de enseñarme ninguna carta ni vídeo de corresponsal ninguno, no hacía lo mismo con sus respuestas escritas, que enviaba sin guardar copia y sin dejarme ver, y yo lo entendía, pues uno puede tolerar el juicio sesgado de los propios actos nunca visibles íntegramente y que cesan, pero no de las propias palabras íntegramente legibles y que permanecen (aunque el juicio frontal sea involuntario y benévolo por parte de quien lo forma, y no lo exprese).

Unos días más tarde le llegó la respuesta a su respuesta, otra carta que no dejó de mostrarme. Seguía estando en decoroso y dubitativo inglés, lengua en la que también Berta le había escrito, según me dijo, para no herirlo en sus conocimientos lingüísticos ni decepcionarlo, y era más breve y más salaz como si mi amiga lo hubiera invitado a ello, o tal vez no quizá en el segundo paso las mínimas formas imprescindibles en todo primer contacto tendían a desaparecer. Ahora no firmaba 'Nick', sino 'Jack', nombre que prefería 'esta semana', decía, y el nombre estaba de nuevo a mano, la c y la k eran idénticas en los dos. Le pedía ya un vídeo para conocer su rostro y su voz, y se disculpaba por no mandarlo todavía él (luego debía de haber sido Berta quien se lo había solicitado en primer lugar): al estar aún instalándose para sus dos meses en la ciudad, no había tenido tiempo de comprar una cámara o enterarse de en qué tipo de establecimiento podían hacérselo, lo enviaría la próxima vez.

En esta ocasión no hacía ninguna referencia a su arena ni contaba nada más de sí mismo, sólo hablaba un poco de Berta, a la que se dedicaba a imaginar brevemente (tres líneas) en la intimidad. Aún empleaba términos cursis y no groseros, frases propias de canciones confidenciales: 'Anticipo ya el momento de desnudarte y acariciar tu piel suave', cosas así.

Sólo al final, justo antes de la firma, 'Jack' se despedía con una picardía brutal, como si no hubiera podido contenerse: 'Quiero follarte', decía en inglés. Pero a mí me pareció que aquello estaba escrito en frío y a modo de recordatorio inclemente, no fuera a pensarse Berta que eso podía no figurar en el programa que estaban confeccionando.

O quizá era una manera de eliminar las previas cursilerías melódicas, o de calibrar el aguante y el vocabulario (la tolerancia léxica) de su corresponsal. Berta tenía aguante y humor para eso y más: seguía riéndose, le brillaban los ojos, cojeaba menos, se sentía halagada olvidando por un instante que para aquel hombre que la deseaba o quería follarla ella todavía no era más que unas letras, unas iniciales, la promesa de alguien, 'BSA', unas palabras escritas en una lengua que no era la de ella ni la de él; y que una vez que él la viera o viera su vídeo y ella fuera algo más, podría no ser ya deseada o ni siquiera follable, como le había ocurrido en alguna ocasión; y que después de cumplirse el deseo —si se cumplía— podía ser rehuida, como le pasaba casi todas las veces desde hacía tiempo, no sabía o no quería saber por qué.

Era consciente de todo eso (pasado el instante), pero contestó a 'Jack' como había contestado a 'Nick' y le mandó una copia de su vídeo de agencia y se puso a esperar. Durante los días de espera estaba nerviosa pero también animada, cariñosa conmigo como lo son las mujeres cuando tienen una ilusión, aunque ella conmigo siempre lo es. Una tarde que yo volví del trabajo antes que Berta y recogí el correo de su buzón se delató más que nunca. Nada más abrir la puerta y guardar la llave en el bolso (y no abandonarse en seguida a los andares domésticos, se lo impedía la concentración), vino a mí y me preguntó a toda prisa, sin saludarme antes:

—¿Has cogido tú el correo o es que no había nada?

—Lo he recogido yo. Está ahí en la mesita lo que hay para ti. Yo he tenido carta de Luisa.

Corrió a esa mesita y miró los sobres (uno, dos y tres), y ya no abrió ninguno hasta que se hubo despojado de la gabardina y hubo pasado por el cuarto de baño y por la nevera y se hubo calzado unos mocasines que la desequilibraban más.

Aquella noche no salimos ni ella ni yo, y mientras yo miraba el concurso Family

Feud en la televisión y ella leía (no Kundera por suerte), me dijo:

—Qué idiota estoy, estoy alterada, se me olvidan las cosas, antes he creído que

podía haber en el correo algo de Arena Visible. Si me escribe lo hará al apartado,

no aquí, no sabe mis señas ni tampoco mi nombre, qué despistada estoy. —Se

interrumpió un segundo y en seguida añadió—: ¿Tú crees que volverá a

contestar?

—Seguro que sí. Cómo no va a escribir después de verte en el video —le contesté

yo.

Se quedó callada, siguió conmigo una prueba de Family Feud. Luego dijo: —Cada vez que espero una respuesta me horroriza la idea de que no la haya y también de que llegue. Todo resulta luego un desastre, pero mientras está todo por suceder tengo la impresión de la absoluta limpieza y la infinita posibilidad. Me siento como con quince años, no me cabe el escepticismo, es raro. No puedo evitar hacerme ilusiones. La mayoría de los tipos con los que luego me encuentro son impresentables, tipos repugnantes, a veces acabo saliendo y yendo a cenar con ellos y más allá sólo porque vienen precedidos por la espera y las cartas, de no ser así ni cruzaría la calle en su compañía. Supongo que ellos sentirán lo mismo respecto a mí. —Hizo una pausa, o quizá atendió a otra pregunta de Family Feud. Luego continuó—; Por eso el estado perfecto es el de la espera y el de la ignorancia, lo malo es que si supiera que ese estado iba a durar indefinidamente entonces ya no me gustaría tampoco. Fíjate, de pronto hay un tipo que por la razón que sea me hace particular gracia, sin saber nada de él, como este Nick o Jack, por qué se le habrá ocurrido cambiar de nombre, no es lo habitual. Mientras no lo conozco, sobre todo antes de ver su vídeo si lo manda, o su fotografía, me siento casi feliz.

Desde hace tiempo son los únicos días en que de verdad me siento contenta y de buen humor. Luego me envían esos vídeos ridículos que quieren ser osados, lo del video es una plaga, y aun así muchas veces quedo con ellos, pensando que todo lo anterior al encuentro en persona en realidad no cuenta. Es demasiado artificial, pienso, la gente se comporta de otra manera cuando está cara a cara. Es como si les diera otra oportunidad anulando de pronto lo que les dio la primera, o me la diera a mí. Es curioso, pero los vídeos, pese a lo falso de la situación en que normalmente están hechos, no engañan jamás. Date cuenta de que un vídeo se mira impunemente, como la televisión. Nunca miramos a nadie en persona con tanto detenimiento ni con tanto descaro, porque en cualquier otra circunstancia sabemos que el otro también nos está mirando, o que puede descubrirnos si lo estamos mirando a escondidas. Es un invento infernal, ha acabado con la fugacidad de lo que sucede, con la posibilidad de engañarse y contarse después las cosas de manera distinta de cómo ocurrieron. Ha acabado con el recuerdo, que era imperfecto y manipulable, selectivo y variable. Ahora uno no puede recordar a su gusto lo que está registrado, cómo va uno a recordar lo que sabe que puede volver a ver, tal cual, incluso a mayor lentitud de como se produjo. Cómo va uno a alterarlo. —Berta hablaba cansinamente, tenía la pierna mala escondida bajo su cuerpo, sobre el sillón, y en la mano sostenía el libro, como si no hubiera decidido aún interrumpir la lectura ni interrumpir mi concurso: hablaba, por tanto, como en un paréntesis, es decir, sin querer decir tanto—. Menos mal que sólo se filman algunos momentos del conjunto de una vida, pero esos momentos, fíjate, no engañan nunca, más por el tipo de mirada de quien los contempla que porque haya en lo filmado mucha autenticidad. Cuando veo los vídeos de esos hombres se me cae el alma a los pies, aunque también me ría y luego salga con alguno de ellos. Se me cae el alma a los pies, y más aún cuando los veo llegar con sus estudiados y horrendos trajes y sus preservativos en el bolsillo, nunca hay ninguno al que se le haya olvidado cogerlos, todos han pensado: 'Wells, just in case'. Si hubiera uno que no pensara eso la primera noche sería peor, a lo mejor me enamoraba de él. Ahora estoy ilusionada con este Nick, o Jack, un español caprichoso que se hace pasar por americano, ha de ser un tipo gracioso, con su arena visible, a quién se le ocurre ir con eso por delante. Estos días vivo más conforme e incluso contenta porque espero su respuesta y que me mande su vídeo, bueno, también porque estás tú aquí. ¿Y qué pasará? Su vídeo será asqueroso, pero lo veré varias veces hasta acostumbrarme a él, hasta que no me parezca demasiado mal y sus defectos acaben por atraerme, esa es la única ventaja de la repetición. Lo distorsiona todo y lo hace familiar, lo que repele en la vida atrae finalmente si se ve las bastantes veces en una pantalla de televisión. Pero ya sabré, en el fondo, que lo único que quiere esa cara es follarme una noche y basta, como ya se encargó de advertir, y que luego desaparecerá, tanto sí me gusta como si no, tanto si yo quiero que desaparezca como sino. Quiero verle y no quiero verle, quiero conocerle y que siga siendo un desconocido, quiero que me conteste y que su contestación no llegue. Pero si no llega me desesperaré, me deprimiré, pensaré que al verme no le he gustado, y eso siempre ofende. Nunca sé qué querer.