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Grace intentaba respirar con regularidad.

– Pensaste…

– No sabía qué pensar. Pero ahora es posible que ya lo sepa. Creo que tu marido es un buen hombre que cometió un error espantoso. Creo que huyó después de la desbandada. Creo que se sintió culpable. Por eso quiso conocerte. Vio los artículos de prensa y quería saber si estabas bien. A lo mejor incluso pensaba disculparse. Así que te encontró en la playa en Francia. Y entonces se enamoró de ti.

Grace cerró los ojos y se reclinó.

– Ya se ha acabado, Grace.

Se quedaron callados. Ya no había nada más que decir. Minutos después, Vespa salió, silencioso como la noche.

53

Pero no se había acabado.

Pasaron cuatro días. Grace se encontraba mejor. Volvió a casa esa primera tarde. Cora y Vickie se quedaron con ellos. También pasó Cram por su casa ese primer día, pero Grace le pidió que se marchara. Él asintió y obedeció.

Los medios enloquecieron, por supuesto. Sólo conocían retazos, pero el hecho de que el famoso Jimmy X hubiera vuelto a aparecer para ser asesinado bastó para sumirlos en un estado de auténtico delirio. Perlmutter apostó un coche patrulla frente a la casa de Grace. Emma y Max siguieron yendo a la escuela. Grace se pasaba casi todo el día en el hospital con Jack. Charlaine Swain le hizo mucha compañía.

Grace pensó en la foto que lo había desencadenado todo. Dedujo que uno de los cuatro miembros de Allaw había encontrado la manera de meterla en el paquete con las demás. ¿Por qué? Eso costaba más saberlo. Tal vez uno de ellos se dio cuenta de que los dieciocho fantasmas no descansarían nunca.

Pero estaba también la cuestión del momento en que sucedió. ¿Por qué entonces? ¿Por qué después de quince años?

Posibilidades había muchas. Pudo deberse a la puesta en libertad de Wade Larue, a la muerte de Gordon MacKenzie, a la cobertura del aniversario en los medios. Pero lo más probable, lo que tenía más sentido, era que el retorno de Jimmy X lo hubiera desencadenado todo.

¿Quién tenía realmente la culpa de lo sucedido aquella noche trágica? ¿Fue Jimmy por robar la canción? ¿Jack por atacarlo? ¿Gordon MacKenzie por disparar un arma en esas circunstancias? ¿Wade Larue por llevar un arma sin permiso, dejarse llevar por el pánico y disparar más veces en medio de una multitud frenética? Grace no lo sabía. Pequeñas ondas. Toda esa carnicería no se había iniciado a partir de una gran conspiración. Se había iniciado a partir de dos grupos de rock sin importancia que tocaban en un tugurio de Manchester.

Todavía quedaban lagunas, por supuesto. Muchas. Pero tendrían que esperar.

Hay cosas más importantes que la verdad.

En ese momento, en ese preciso momento, Grace miraba a Jack. Permanecía inmóvil en la cama del hospital. Su médico, un hombre llamado Stan Walker, estaba sentado a su lado. El doctor Walker cruzó las manos y habló con su tono de voz más solemne. Grace escuchó. Emma y Max esperaban en el pasillo. Querían estar allí. Grace no sabía qué hacer. ¿Qué se suponía que era lo correcto en una situación así?

Deseaba poder preguntárselo a Jack.

No quería preguntarle por qué le había mentido durante tanto tiempo. No quería una explicación de lo que él había hecho esa terrible noche. No quería preguntarle cómo la había encontrado en la playa ese día, si la había buscado intencionadamente, si se habían enamorado por eso. No quería preguntarle a Jack nada de eso.

Sólo quería hacerle una última pregunta: ¿Deseaba que sus hijos estuvieran junto a su lecho cuando muriese?

Al final, Grace los dejó quedarse. Los cuatro se reunieron en familia por última vez. Emma lloró. Max se quedó quieto, con la mirada fija en el suelo embaldosado. Y luego Grace, con un suave tirón en el corazón, sintió que Jack se iba para siempre.

54

El funeral fue una imagen borrosa. Grace solía llevar lentillas. Ese día se las quitó y no se puso las gafas. Viéndolo desdibujado, todo le pareció más fácil. Se sentó en el primer banco y pensó en Jack. Ya no se lo imaginaba en los viñedos ni en la playa. La imagen que más recordaba, la imagen que siempre llevaría consigo, era la de Jack con Emma en brazos cuando nació, la manera en que sus grandes manos sostenían aquella pequeña maravilla, cogiéndola como si fuera a romperse, temeroso de hacerle daño, la manera en que se volvió hacia Grace y la miró absolutamente sobrecogido. Eso veía.

El resto, todo lo que sabía sobre su pasado, era ruido blanco.

Sandra Koval fue al funeral. Se quedó en el fondo. Se disculpó por la ausencia de su padre. Estaba muy mayor y enfermo. Grace dijo que lo entendía. Las dos mujeres no se abrazaron. Asistió Scott Duncan. También Stu Perlmutter y Cora. Grace no tenía la menor idea de cuánta gente se había presentado. Tampoco le importaba mucho. Se aferró a sus dos hijos y capeó el temporal como pudo.

Dos semanas después los niños volvieron a la escuela. Hubo problemas, claro. Tanto Emma como Max sufrieron ansiedad por la separación. Eso era normal, Grace lo sabía. Los acompañaba a pie a la escuela. Iba a buscarlos antes de que sonara el timbre. Los niños lo pasaban mal. Ése, como Grace bien sabía, era el precio que se pagaba cuando se tenía un padre bueno y cariñoso. Ese dolor nunca desaparece.

Pero había llegado el momento de acabar con todo eso.

La autopsia de Jack.

Algunos dirían que la autopsia, cuando la leyó y la entendió, fue lo que volvió a desbaratar el mundo de Grace. Pero en realidad no fue eso. La autopsia sólo fue una confirmación independiente de lo que ella ya sabía. Jack había sido su marido. Ella lo había querido. Habían estado juntos doce años. Tuvieron dos hijos. Y si bien era evidente que él había mantenido secretos, había cosas que un hombre no podía esconder.

Ciertas cosas tienen que quedarse en la superficie.

Grace eso lo sabía.

Conocía su cuerpo. Conocía su piel. Conocía cada músculo de su espalda. Así que en realidad no necesitaba una autopsia. No necesitaba ver los resultados del examen externo para decirle lo que ella ya sabía.

Jack no tenía ninguna cicatriz importante.

Y eso significaba que -pese a lo que había dicho Jimmy, pese a lo que Gordon MacKenzie le había contado a Wade Larue- Jack nunca había recibido una herida de bala.

Primero Grace fue a Photomat y encontró a Josh el Pelusilla. Después volvió a Bedminster, a la urbanización donde vivía la madre de Shane Alworth. Acto seguido intentó descifrar el papeleo referente al fideicomiso de la familia de Jack. Grace conocía a un abogado de Livingstone que trabajaba como representante deportivo en Manhattan. Había dispuesto varios fideicomisos para sus acaudalados atletas. Repasó los documentos y se lo explicó todo para que lo entendiera.

Y finalmente, una vez reunida toda la información, fue a ver a Sandra Koval, su cuñada, a las oficinas de Burton y Crimstein en la ciudad de Nueva York.

Esta vez Sandra Koval no la recibió en recepción. Grace miraba la galería de fotos, deteniéndose una vez más ante el retrato de la luchadora, Pequeña Pocahontas, cuando una mujer con una blusa de campesina la invitó a seguirla. Condujo a Grace por el pasillo hasta la misma sala de reuniones donde Sandra y ella habían hablado por primera vez hacía una eternidad.

– La señora Koval vendrá enseguida.

– Perfecto.

La dejó sola. La sala estaba exactamente igual que la última vez, sólo que ahora había un bloc de papel amarillo y un bolígrafo Bic delante de cada silla. Grace no quería sentarse. Mientras caminaba de un lado a otro, con su peculiar cojera, lo repasó todo una vez más. Sonó el móvil. Habló brevemente y lo apagó. Lo dejó apagado. Por si acaso.