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A Jimmy, absorto en los recuerdos, se le desencajó la cara.

– No iba a permitir que me apuñalara así como así. De modo que me abalancé sobre él. Se le cayó la navaja. Empezamos a forcejear. Las chicas gritaron. Se acercaron e intentaron separarnos. Y entonces, cuando estábamos en el suelo, oí un disparo.

Grace seguía meneando la cabeza. Jack no. Jack no estaba allí esa noche, imposible, de ninguna manera…

– Se oyó tan fuerte, ¿sabes? Como si la pistola estuviera detrás de mi oreja o algo así. Entonces se lió todo. Hubo gritos. Y luego se oyeron dos, tal vez tres, disparos más. No en la habitación. Venían de lejos. Y más gritos. Lawson paró de moverse. Había sangre en el suelo. Le habían dado en la espalda. Lo aparté y entonces vi a aquel guardia de seguridad, Gordon MacKenzie, que seguía apuntando con su pistola.

Grace cerró los ojos.

– Espera un momento. ¿Estás diciéndome que Gordon MacKenzie disparó el primer tiro?

Jimmy asintió.

– Oyó el jaleo, me oyó pedir ayuda y… -De nuevo se le apagó la voz-. Nos quedamos un momento mirándonos fijamente. Las chicas chillaban, pero para entonces la multitud ahogaba sus gritos. Ese sonido, no sé, la gente habla del sonido más terrible, dicen que tal vez sea el de un animal herido; pero nunca he oído nada que se acerque tanto al sonido del miedo y el pánico. Aunque eso tú ya lo sabes.

No lo sabía. El traumatismo cerebral le había borrado el recuerdo. Pero ella asintió para que él siguiera hablando.

– El caso es que MacKenzie se quedó allí un momento, atónito. Y luego echó a correr. Las dos chicas cogieron a Lawson y empezaron a sacarlo a rastras. -Se encogió de hombros-. El resto ya lo sabes, Grace.

Grace intentó asimilarlo todo. Intentó entender las implicaciones, encajarlo en su realidad. Ella había estado a unos cuantos metros de todo eso, del otro lado del escenario. Jack. Su marido. Él había estado allí mismo. ¿Cómo era posible?

– No -dijo ella.

– No ¿qué?

– No, no sé el resto, Jimmy.

Él no dijo nada.

– La historia no acabó ahí. Allaw tenía cuatro miembros. He estado comprobando las fechas. Dos meses después de la desbandada, alguien contrató a un asesino a sueldo para matar a una de las chicas del grupo, Geri Duncan. Mi marido, el que dices que te atacó, huyó al extranjero, se afeitó la barba y empezó a llamarse Jack. Según su madre, Shane Alworth también está en el extranjero, pero creo que miente. Sheila Lambert, la pelirroja, se cambió de nombre. Su marido fue asesinado hace poco y ella volvió a desaparecer.

Jimmy meneó la cabeza.

– De eso yo no sé nada.

– ¿Crees que es todo simple casualidad?

– No, supongo que no -contestó Jimmy-. Tal vez les daba miedo lo que sucedería si la verdad salía a la luz. ¿Te acuerdas de esos primeros meses? Todo el mundo quería sangre. Habrían podido ir a la cárcel, o algo peor.

Grace movió la cabeza en un gesto de negación.

– ¿Y tú, Jimmy?

– Y yo ¿qué?

– ¿Por qué has mantenido eso en secreto tantos años?

No contestó.

– Si lo que me has dicho es verdad, tú no hiciste nada malo. Tú fuiste el agredido. ¿Por qué no se lo contaste a la policía?

Él abrió la boca, la cerró, volvió a intentarlo.

– Todo aquello me superó. También tuvo algo que ver Gordon MacKenzie. Quedó como el héroe, ¿no te acuerdas? Si el mundo se enteraba de que él disparó el primer tiro, ¿qué crees que le habría sucedido?

– ¿Me estarás diciendo que has mentido todos estos años para proteger a Gordon MacKenzie?

No contestó.

– ¿Por qué, Jimmy? ¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué huiste? Empezó a mirar a derecha e izquierda.

– Oye, te he contado todo lo que sé. Ahora me marcho a mi casa. Grace se acercó.

– Es verdad que robaste esa canción, ¿eh?

– ¿Qué? No.

Pero Grace lo sabía.

– Por eso te sentiste responsable. Robaste esa canción. Si no lo hubieras hecho, no habría ocurrido nada.

Él siguió negando con la cabeza.

– No es eso.

– Por eso huiste. No fue sólo porque estuvieras colocado. Robaste esa canción con la que te hiciste famoso. Fue así como empezó todo. Oíste a Allaw tocar en Manchester. Te gustó la canción y la robaste.

Él negó con la cabeza, pero era un gesto vacío de contenido.

– Se parecía un poco…

Y otra idea asaltó a Grace con una punzada profunda y dura.

– ¿Hasta dónde estarías dispuesto a llegar para mantener tu secreto, Jimmy?

Él la miró.

– Pale Ink se hizo todavía más famosa tras la desbandada. Se vendieron millones de discos. ¿Quién se ha quedado con ese dinero?

Él meneó la cabeza.

– Te equivocas, Grace.

– ¿Sabías que yo estaba casada con Jack Lawson?

– ¿Qué? Claro que no.

– ¿Por eso viniste a casa esa noche? ¿Intentabas averiguar qué sabía yo?

Él siguió negando con la cabeza. Le resbalaban las lágrimas por las mejillas.

– Eso no es verdad. Yo nunca quise hacer daño a nadie.

– ¿Quién mató a Geri Duncan?

– De eso yo no sé nada.

– ¿Acaso iba a hablar? ¿Fue eso lo que pasó? Y después, al cabo de quince años, alguien fue a por Sheila Lambert, alias Jillian Dodd, pero su marido se interpuso. ¿Fue porque ella iba a hablar, Jimmy? ¿Porque sabía que habías vuelto?

– Tengo que irme.

Ella le interceptó el paso.

– No puedes volver a huir. Ya has huido bastante.

– Lo sé -dijo con voz suplicante-. Lo sé mejor que nadie.

La apartó de un empujón y se fue corriendo. Grace estuvo a punto de gritar «¡Párenlo! ¡Cójanlo!», pero dudó que el guardia pudiera hacer gran cosa. Jimmy ya estaba fuera y Grace casi lo había perdido de vista. Fue tras él cojeando.

Unos disparos -tres- resonaron en la noche. Se oyó un chirrido de neumáticos. La recepcionista soltó la revista y cogió el teléfono. El guardia de seguridad paró de silbar y se abalanzó hacia la puerta. Grace corrió tras él.

Cuando Grace salió, vio un coche que circulaba a toda velocidad por la vía de salida y desaparecía en la oscuridad. Grace no había visto quién iba en el coche. Pero creyó saberlo. El guardia de seguridad se agachó junto al cuerpo. Dos médicos salieron corriendo y casi derribaron a Grace. Pero era demasiado tarde.

Quince años después de la desbandada, la Matanza de Boston se cobraba a su víctima más escurridiza.

52

Tal vez, no tengamos que saber toda la verdad, se dijo Grace. Y tal vez la verdad no importe.

Al final quedaban muchas preguntas. Grace pensó que nunca conocería todas las respuestas. Ya habían muerto demasiados implicados.

Jimmy X, cuyo verdadero nombre era James Xavier Farmington, murió de tres heridas de bala en el pecho.

El cuerpo de Wade Larue fue encontrado cerca de la terminal de autobuses de Port Authority menos de veinticuatro horas después de haber salido de la cárcel. Le habían disparado un tiro en la cabeza a quemarropa. Sólo había una pista significativa: un periodista del Daily News de Nueva York había logrado seguir a Wade Larue después de la rueda de prensa en el Crowne Plaza. Según el periodista, Larue había subido a un sedán negro con un hombre que coincidía con la descripción de Cram. Fue la última vez que alguien vio vivo a Larue.

No hubo detenidos, pero la respuesta parecía evidente.

Grace intentó entender qué había hecho Carl Vespa. Habían pasado quince años, y su hijo seguía muerto. Era extraño plantearlo así, pero tal vez venía al caso. Para Vespa, no había cambiado nada. El tiempo no había bastado.

El capitán Perlmutter intentaría demostrar su culpabilidad para llevarlo a juicio. Pero a Vespa se le daba muy bien borrar sus huellas.

Perlmutter y Duncan se presentaron en el hospital después del asesinato de Jimmy. Grace se lo contó todo. Ya no tenía nada que esconder. Perlmutter comentó casi de pasada que alguien había trazado las palabras Shane Alworth en el suelo de cemento.