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«El conductor del vehículo parecía agitado y se asomó por la ventanilla para hablar con el agente González, en un intento por impedir que el agente llevara a cabo una revisión visual del vehículo -se leía en el informe de la detención-. El agente Fennel se acercó al lado del pasajero e iluminó la furgoneta con su linterna. Sin entrar en el vehículo, el agente Fennel se fijó en lo que parecían varias bolsas de plástico de basura en el suelo, delante del asiento del pasajero del vehículo. Una sustancia que parecía sangre goteaba desde el nudo de una de las bolsas.»

Según el informe, «al preguntar al conductor si aquello era sangre, éste respondió que se había cortado antes, cuando uno de los ventanales que estaba limpiando se hizo añicos. Afirmó que había usado varios trapos de limpiar cristales para empapar la sangre. Al solicitársele que mostrara dónde se había cortado, el conductor sonrió y de repente hizo ademán de girar la llave de contacto del vehículo. El agente González metió la mano por la ventanilla para impedirlo. Después de una breve lucha, el conductor fue sacado del vehículo y colocado en el suelo para ser esposado. Luego fue situado en el asiento de atrás del vehículo sin identificar. El agente Fennel abrió la furgoneta e inspeccionó las bolsas. Al hacerlo, descubrió que la primera que abrió contenía restos humanos. Las unidades de investigación fueron convocadas inmediatamente a la escena».

La licencia de conducir del hombre que sacaron de la furgoneta lo identificaba como Raynard Waits. Lo metieron en el calabozo de la división noreste mientras esa misma noche, en Figue-roa Terrace, se llevaba a cabo una investigación de su furgoneta y de las bolsas de basura. Sólo después de que los detectives Olivas y Colbert, el equipo de guardia esa noche, asumieran la investigación y retrasaran algunos de los pasos tomados por González y Fennel, se supo que el agente novato había escrito mal el número de matrícula en el terminal digital, marcando una F por una E y obteniendo el registro de matrícula del Mustang de Claremont.

En términos de las fuerzas policiales era «un error de buena fe», lo que significaba que la causa probable pava obligar a detenerse al conductor de la furgoneta todavía podría sostenerse, porque los agentes habían actuado de buena fe al cometer el error. Bosch supuso que ésa era la base de la apelación que había mencionado O'Shea.

Bosch dejó a un lado el expediente de la investigación del asesinato y abrió la carpeta de la acusación. Revisó rápidamente los documentos hasta que vio una copia de la apelación. La examinó por encima y encontró lo que había esperado: Waits denunciaba que escribir mal el número de matrícula era una práctica común en el departamento de Policía de Los Angeles y que se empleaba con frecuencia cuando los agentes de brigadas especializadas querían detener y registrar un vehículo sin contar con una causa legítima probable para ello. Aunque un juez del Tribunal Superior falló que González y Fennel habían actuado de buena fe y sostuvo la legalidad del registro, Waits había apelado la decisión al Tribunal de Apelación del Distrito.

Bosch retornó al archivo de la investigación. Al margen de la cuestión de la legalidad de la detención de tráfico, la investigación de Raynard Waits había avanzado con rapidez. La mañana siguiente a la detención, Olivas y Colbert obtuvieron una orden de registro para el apartamento en el que Waits vivía solo. Tras un registro de cuatro horas y el examen forense del mismo se hallaron varias muestras de pelo y sangre humanos obtenidas de los sifones del lavabo y de la bañera, así como un espacio oculto bajo el suelo que contenía varias piezas de joyería y múltiples fotos Polaroid de mujeres jóvenes desnudas que parecían dormidas, inconscientes o muertas. En un lavadero había un congelador industrial que estaba vacío, salvo por dos muestras de vello púbico halladas por un técnico de la policía científica.

Entretanto, las tres bolsas de plástico halladas en la furgoneta fueron transportadas a la oficina del forense. Se descubrió que contenían restos de dos mujeres jóvenes, cada una de las cuales había sido estrangulada y desmembrada después de la muerte del mismo modo. Un hecho digno de mención era que las partes de uno de los cadáveres mostraban signos de haber sido descongeladas después de una congelación.

Aunque no se hallaron herramientas de corte en el apartamento ni en la furgoneta de Waits, las pruebas recopiladas dejaban claro que, buscando un ladrón, los agentes González y Fennel se habían topado con lo que parecía ser un asesino en serie en pleno trabajo. La hipótesis era que Waits ya había desechado o escondido sus herramientas y que estaba en el proceso de desembarazarse de los cadáveres de las dos víctimas cuando atrajo la atención de los oficiales del ERD. Había indicios de que podría haber más víctimas. Los informes del archivo detallaban los esfuerzos realizados en las varias semanas siguientes para identificar los dos cuerpos, así como a las otras mujeres que aparecían en las fotografías Polaroid halladas en el apartamento. Waits, por supuesto, no ofreció ninguna ayuda en este sentido, contratando los servicios de Maury Swann la mañana de su detención y eligiendo permanecer en silencio mientras proseguía el trabajo policial y Swann montaba una defensa basada en la causa probable de la parada de tráfico.

Sólo se identificó a una de las dos víctimas conocidas. Las huellas dactilares extraídas de una de las mujeres descuartizadas coincidían con las de una ficha de la base de datos del FBÍ. Fue identificada como una fugada de diecisiete años de Davenport, Iowa. Lindsey Mathers había salido de casa dos meses antes de ser hallada en la furgoneta de Waits y sus padres no habían tenido ninguna noticia suya en ese tiempo. Mediante fotos proporcionadas por su madre, los detectives lograron reconstruir su pista en Los Angeles. Fue reconocida por consejeros juveniles en varios albergues de Hollywood. Había utilizado diversos nombres para evitar ser identificada y presumiblemente enviada a casa. Había claros indicios de que estaba involucrada en el consumo de droga y la prostitución callejera. Las marcas de agujas encontradas en su cuerpo durante la autopsia eran aparentemente el resultado de una larga práctica de inyectarse drogas. Un análisis de sangre llevado a cabo durante la autopsia halló heroína y PCP en su flujo sanguíneo.

A los consejeros del albergue que ayudaron a identificar a Lindsey Mathers también les mostraron las fotografías de Polaroid halladas en el apartamento de Waits y fueron capaces de proporcionar una serie de nombres diferentes de, al menos, tres de las jóvenes. Sus historias eran similares a la de Mathers. Eran fugadas, posiblemente implicadas en la prostitución como medio de ganar dinero para comprar droga.

Para Bosch estaba claro por las pruebas e información recopiladas que Waits era un depredador que se centró en mujeres jóvenes que no fueron echadas en falta de inmediato, moradoras de los márgenes que no contaban para la sociedad y cuyas desapariciones, por consiguiente, pasaron inadvertidas.

Las fotografías del espacio oculto en el apartamento de Waits estaban en el archivo, metidas en hojas de plástico, cuatro por página. Había ocho páginas con múltiples instantáneas de cada mujer. Un informe de análisis adjunto afirmaba que la colección fotográfica contenía imágenes de nueve mujeres diferentes: las dos mujeres cuyos restos se hallaron en la furgoneta de Waits y siete desconocidas. Bosch sabía que las desconocidas probablemente eran las siete mujeres de las que Waits se ofrecía a hablar a las autoridades además de Marie Gesto y el hombre de la casa de empeños. De todos modos, estudió las fotos en busca del rostro de Marie Gesto.

No estaba allí. Las caras de las fotos pertenecían a mujeres que no habían causado el mismo revuelo que Marie Gesto. Bosch se sentó y se quitó las gafas de lectura para descansar la vista unos segundos. Recordó a uno de sus primeros maestros en Homicidios. El detective Ray Vaughn tenía una compasión especial por los llamados «don nadies asesinados», las víctimas que no contaban. Enseguida le enseñó a Bosch que en la sociedad no todas las víctimas eran iguales, pero que debían serlo para un verdadero detective.