Изменить стиль страницы

Randolph continuó y centró muchas de las siguientes preguntas en los disparos sobre Robert Foxworth. Le preguntó a Bosch qué estaba pensando cuando Foxworth reveló que Bosch había sido engañado para que creyera que el caso Gesto estaba resuelto. Le preguntó a Bosch qué estaba pensando cuando vio los restos de las víctimas de Foxworth posicionados en la cámara al final del túnel. Le preguntó a Bosch qué estaba pensando cuando apretó el gatillo y mató al violador y asesino de aquellas víctimas.

Bosch respondió pacientemente cada una de las preguntas, pero finalmente llegó a su límite. Había algo viciado en el interrogatorio. Era casi como si Randolph estuviera siguiendo un guión.

– ¿Qué está pasando aquí? -preguntó Bosch-. Estoy aquí sentado contándoles todo. ¿Qué es lo que no me están contando?

Randolph miró a Osani y luego otra vez a Bosch. Se inclinó hacia delante con los brazos sobre la mesa. Tenía la costumbre de girar un anillo de oro en su mano izquierda. Bosch se había fijado en que lo hacía la última vez. Sabía que era un anillo de la USC. Gran parte de la clase dirigente del departamento había ido a la facultad nocturna en la Universidad del Sur de California.

Randolph miró a Osani y se estiró para apagar la grabadora, pero mantuvo los dedos en los botones.

– Detective Osani, ¿puede ir a buscarnos un par de botellas de agua? Con tanto hablar me estoy quedando sin voz. Probablemente lo mismo le pasa al detective Bosch. Esperaremos hasta que vuelva.

Osani se levantó para irse y Randolph apagó la grabadora. No dijo nada hasta que la puerta de la sala de interrogatorios se cerró.

– La cuestión es, detective Bosch, que sólo tenemos su palabra sobre lo que ocurrió en ese túnel. La mujer estaba inconsciente. Sólo estaban usted y Foxworth, y él no salió vivo.

– Exacto. ¿Está diciendo que mi palabra no es aceptable?

– Estoy diciendo que su descripción de los hechos podría ser perfectamente aceptable. Pero los técnicos forenses podrían salir con una interpretación que difiera de su declaración. ¿Lo ve? Puede complicarse muy deprisa. Las cosas pueden quedar abiertas a la interpretación y a la mala interpretación. La pública y la política también.

Bosch negó con la cabeza. No entendía lo que estaba ocurriendo.

– Entonces, ¿qué? -dijo-. No me importa lo que piense el público o los políticos. Waits forzó la acción en ese túnel. Era claramente una situación de matar o morir, y yo hice lo que tenía que hacer.

– Pero no hay ningún testigo de la descripción de los hechos.

– ¿Y la agente Walling?

– Ella no entró en el túnel. Le advirtió a usted de que no entrara.

– Mire, hay una mujer en County-USC que probablemente no estaría viva ahora mismo si yo no hubiera entrado. ¿Qué está pasando aquí, teniente?

Randolph empezó a juguetear con el anillo otra vez. Parecía un hombre al que le desagradaba lo que su deber le obligaba a hacer.

– Probablemente ya basta por hoy. Ha tenido un día muy intenso. Lo que vamos a hacer es mantener las cosas abiertas durante unos pocos días mientras esperamos que lleguen los resultados forenses. Continuará suspendido de empleo. Una vez lo tengamos todo en orden, le llamaré para que lea y firme su declaración.

– He preguntado qué está pasando, teniente.

– Y yo le he dicho qué está pasando.

– No me ha contado suficiente.

Randolph apartó la mano de su anillo. El gesto tenía el efecto de subrayar la importancia de lo que iba a decir a continuación.

– Rescató a esa rehén y proporcionó una resolución al caso. Eso es bueno. Pero fue imprudente en sus acciones y tuvo suerte. Si creemos su historia, disparó a un hombre que estaba amenazando su vida y la de otros. Los hechos y los datos forenses, no obstante, podrían con la misma facilidad conducir a otra interpretación, quizás una que indique que el hombre al que disparó estaba tratando de rendirse. Así que lo que vamos a hacer es tomarnos nuestro tiempo con ello. Dentro de unos días lo tendremos claro. Y entonces se lo comunicaremos.

Bosch lo estudió, sabiendo que estaba entregando un mensaje que no se hallaba tan oculto en sus palabras.

– Se trata de Olivas, ¿no? El funeral está previsto para mañana, el jefe estará allí y quieren mantener a Olivas como un héroe muerto en acto de servicio.

Randolph volvió a girar su anillo.

– No, detective Bosch, se equivoca. Si Olivas era corrupto, entonces nadie se va a preocupar por su reputación.

Bosch asintió con la cabeza. Ahora lo tenía.

– Entonces se trata de O'Shea. Recurrió a una autoridad superior. Me dijo que lo haría. Esa autoridad le ha dado órdenes a usted.

Randolph se apoyó en su silla y pareció buscar en el techo una respuesta apropiada.

– Hay un gran número de personas en este departamento, así como en la comunidad, que creen que Rick O'Shea sería un buen fiscal del distrito -dijo-. También creen que sería un buen amigo para tenerlo del lado del departamento.

Bosch cerró los ojos y lentamente negó con la cabeza. No podía creer lo que estaba oyendo. Randolph continuó.

– Su oponente, Gabriel Williams, se ha aliado con un electorado potencial que está en contra de las fuerzas del orden. No sería un buen día para el departamento que lo eligieran.

Bosch abrió los ojos y miró a Randolph.

– ¿Realmente van a hacer esto? -preguntó-. Van a dejar que este hombre quede impune porque creen que podría ser un amigo para el departamento.

Randolph negó con la cabeza, tristemente.

– No sé de qué está hablando, detective. Simplemente estoy haciendo una observación política. Pero sé esto: no hay prueba real o imaginada de esta conspiración de la que habla. Si cree que el abogado de Robert Foxworth hará otra cosa que negar la conversación que usted ha perfilado aquí, entonces es un estúpido. Así que no sea estúpido. Sea listo. Guárdeselo para usted.

Bosch tardó un momento en recuperar la compostura.

– ¿Quién hizo la llamada?

– ¿Disculpe?

– ¿Hasta qué altura ha llegado O'Shea? No puede haber acudido directamente a usted. Habrá ido más alto. ¿Quién le dijo que me noqueara?

Randolph extendió las manos y negó con la cabeza.

– Detective, no tengo ni idea de lo que está hablando.

– Claro. Por supuesto que no.

Bosch se levantó.

– Entonces, supongo que lo redactará de la forma en que le han dicho que lo haga y yo lo firmaré o no. Tan sencillo como eso.

Randolph asintió, pero no dijo nada. Bosch se agachó y puso ambas manos en la mesa para poder acercarse a su cara.

– ¿Va a ir al funeral del ayudante del sheriff Doolan, teniente? Es justo después de que entierren a Olivas. ¿Recuerda a Doolan, al que Waits le disparó en la cara? Pensaba que quizás iría al funeral para explicar a su familia cómo hubo que tomar ciertas decisiones y cómo el hombre que está directamente detrás de esa bala puede ser un amigo del departamento y por tanto no necesita afrontar las consecuencias de sus actos.

Randolph miró hacia delante, a la pared que estaba al otro lado de la mesa. No dijo nada. Bosch se enderezó y abrió la puerta, sorprendiendo a Osani que había estado de pie justo fuera. No llevaba ninguna botella de agua, Bosch pasó al lado del agente y se encaminó a la puerta de la sala de brigada.

En el ascensor, apretó el botón de subir. Mientras esperaba paseando con impaciencia pensó en llevarse sus agravios a la sexta planta. Se vio a sí mismo entrando a la carga en el gran despacho del jefe de policía y exigiendo saber si era consciente de lo que se estaba haciendo en su nombre y bajo su mando.

Sin embargo, cuando el ascensor se abrió desestimó la idea y pulsó el botón del 5. Sabía que las complejidades de la burocracia y la política en el departamento eran imposibles de comprender por completo. Si no cuidaba de sí mismo, podría terminar quejándose de todas las mentiras a la misma persona que las concibió.