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– ¿Eso es todo?

– Es bastante, ¿no?

– ¿Por qué iban a hacer esto Olivas y O'Shea?

– Por la razón más antigua del mundo. Dinero y poder. Y la familia Garland tiene bastante de ambas cosas.

– Anthony Garland era tu sospechoso, ¿no? El tipo que tenía órdenes judiciales para mantenerte alejado.

– Sí, hasta que Olivas y O'Shea usaron a Waits para convencerme de lo contrario.

– ¿Tienes alguna otra cosa además de lo que Waits dijo ahí dentro?

Bosch negó con la cabeza.

– No mucho. He rastreado veinticinco mil dólares en contribuciones a la campaña de O'Shea hasta los abogados de T. Rex Garland y de la compañía petrolera. Pero todo se hizo legalmente. Prueba una relación, nada más.

– Veinticinco me parece barato.

– Lo es. Pero veinticinco mil es todo cuanto sabemos. Si escarbamos un poco, probablemente habrá más.

– ¿Has contado todo esto a McDonald y su equipo?

– Sólo lo que Waits me dijo ahí dentro. No les hablé de las contribuciones, sólo de lo que dijo Waits.

– ¿Crees que irán a por Maury Swann por esto?

Bosch pensó un momento antes de responder.

– Ni hablar. Lo que se dijeran entre ellos era información privilegiada. Además, nadie irá tras él basándose en la palabra de un psicópata muerto como Waits.

Pratt pateó el suelo. No tenía nada más que decir o preguntar.

– Mire, jefe, lo siento -dijo Bosch-. Siento no haber sido sincero con usted sobre lo que estaba haciendo, la suspensión de empleo y todo.

Pratt desestimó la disculpa con un gesto de la mano.

– Está bien, Harry. Has tenido suerte. Has terminado haciendo bien y acabando con el criminal. ¿Qué voy a decir a eso?

Bosch asintió para darle las gracias.

– Además, yo me largo -continuó Pratt-. Otras tres semanas y serás el problema de otro. Él decidirá qué hacer contigo.

Tanto si Kiz Rider volvía como si no, Bosch no quería dejar la unidad. Había oído que David Lambkin, el próximo supervisor, procedente de Robos y Homicidios, era un buen jefe. Bosch confiaba en que cuando todo se aposentara él todavía formaría parte de la unidad de Casos Abiertos.

– ¡Ahí está! -susurró Pratt.

Bosch siguió su mirada hasta un coche que acababa de aparcar en el perímetro, cerca de donde se hallaban los camiones de los medios y donde los periodistas se estaban preparando para tomar declaraciones y conseguir cortes de audio. Rick O'Shea estaba saliendo del asiento del pasajero. Bosch sintió que la bilis le subía inmediatamente a la garganta. Hizo ademán de ir hacia el fiscal, pero Pratt lo agarró del brazo.

– Tranquilo, Harry.

– ¿Qué coño está haciendo aquí?

– Es su caso, tío. Puede venir si quiere. Y será mejor que actúes con calma. No le muestres la mano o nunca podrás llegar a él.

– ¿Y qué, entretanto hace su numerito delante de las cámaras y convierte esto en otro anuncio de campaña? Es todo mentira. Lo que debería hacer es ir allí y patearle el culo delante de las cámaras.

– Sí, eso sería muy inteligente, Harry. Muy sutil. Facilitaría un montón la situación.

Bosch se liberó de la mano de Pratt, pero simplemente caminó y se apoyó en uno de los coches de policía. Dobló los brazos y mantuvo la cabeza baja hasta que estuvo más calmado. Sabía que Pratt tenía razón.

– Sólo manténgalo alejado de mí.

– Eso será difícil porque viene directo hacia ti.

Bosch levantó la cabeza justo cuando O'Shea y los dos hombres que formaban su comitiva llegaron hasta él.

– Detective Bosch, ¿está usted bien?

– Mejor que nunca.

Bosch mantuvo los brazos doblados delante del pecho. No quería que una de sus manos se soltara e involuntariamente le diera un puñetazo a O'Shea.

– Gracias por lo que ha hecho aquí hoy. Gracias por salvar a esa joven.

Bosch se limitó a asentir mientras miraba al suelo.

O'Shea se volvió hacia los hombres que lo acompañaban y Pratt, que se había quedado cerca por si acaso tenía que separar a Bosch del fiscal.

– ¿Puedo hablar a solas con el detective Bosch?

Los adláteres de O'Shea se alejaron. Pratt dudó hasta que Bosch le hizo una señal con la cabeza para decirle que todo estaba bien. Bosch y O'Shea se quedaron a solas.

– Detective, me han informado de lo que Waits, o debería decir Foxworth, le ha revelado en el túnel.

– Bien.

– Espero que no dé ningún crédito a lo que un asesino en serie confeso y confirmado pueda decir de los hombres que lo estaban acusando, especialmente de uno que ni siquiera puede estar aquí para defenderse.

Bosch se apartó del guardabarros del coche patrulla y finalmente dejó caer los brazos a los costados. Tenía los puños apretados.

– ¿Está hablando de su amigo Olivas?

– Sí. Y diría por su postura que realmente cree lo que supuestamente le dijo Foxworth.

– ¿Supuestamente? ¿Qué, ahora soy yo el que está inventando?

– Alguien lo está haciendo.

Bosch se inclinó unos centímetros hacia él y habló en voz baja.

– O'Shea, apártese de mí. Podría pegarle.

El fiscal dio un paso atrás como si ya hubiera recibido un puñetazo.

– Se equivoca, Bosch. Waits estaba mintiendo.

– Estaba confirmando lo que ya sabía antes incluso de meterme en ese túnel. Olivas era corrupto. Metió esa entrada en el expediente que relacionaba falsamente a Raynard Waits con Gesto. Marcó una pista para que Waits la siguiera y nos condujera al cadáver. Y no habría hecho nada de eso sin alguien que se lo pidiera. No era esa clase de tipo. No era lo bastante listo.

O'Shea lo miró durante un largo momento. La implicación en las palabras de Bosch era clara.

– No puedo disuadirle de esa mentira ¿no?

Bosch lo miró y luego apartó la mirada.

– ¿Disuadirme? Ni hablar. Y no importa cómo afecte o no afecte a la campaña, señor fiscal. Éstos son los hechos indisputables y no necesito a Foxworth o le que dijo para probarlos.

– Entonces supongo que tendré que apelar a una autoridad superior a la suya.

Bosch dio medio paso para acercarse. Esta vez invadió claramente su espacio personal.

– ¿Huele esto? ¿Huele esto en mí? Es el puto hedor de la muerte. Lo llevó en todas partes, O'Shea. Pero al menos yo puedo lavarme.

– ¿Qué se supone que significa eso?

– Lo que usted quiera que signifique. ¿Quién es su autoridad superior? ¿Va a llamar a T. Rex Garland en su oficina deslumbrante?

O'Shea respiró profundamente y negó con la cabeza, confundido.

– Detective, no sé lo que le ocurrió en ese túnel, pero no está hablando con mucho sentido.

Bosch asintió.

– Sí, bueno, tendrá sentido muy pronto. Antes de las elecciones, eso seguro.

– Ayúdeme, Bosch. ¿Qué es exactamente lo que me estoy perdiendo?

– No creo que se esté perdiendo nada. Lo sabe todo, O'Shea, y antes de que esto termine, también lo sabrá todo el mundo.

De alguna forma, de alguna manera, voy a acabar con usted y los Garland, y con cualquier otro que haya participado en esto. Cuente con ello.

Ahora O'Shea dio un paso hacía Bosch.

– ¿Está diciendo que yo hice esto, que preparé todo esto para T. Rex Garland?

Bosch se echó a reír. O'Shea era un actor consumado hasta el final.

– Es bueno -dijo-. Eso se lo concedo. Es bueno. T. Rex Garland es un contribuyente válido de mi campaña. Directo y legal. ¿Cómo puede relacionar eso con…?

– Entonces, ¿por qué coño no mencionó que era un contribuyente válido y legal cuando yo saqué a relucir a su hijo el otro día y le dije que era mi sospechoso en Gesto?

– Porque eso habría complicado las cosas. Nunca he conocido ni he hablado con ninguno de los Garland. T. Rex contribuyó a mi campaña, ¿y qué? El tipo reparte dinero en todas las elecciones del condado. Haberlo sacado a relucir en ese punto habría sido alimentar sus sospechas. No quería eso. Ahora veo que sospecha de todos modos.

– Es un farsante. Usted…

– Váyase al cuerno, Bosch. No hay ninguna conexión.