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Podríamos aplicar la misma fórmula a los escritores y los poetas. Tomemos unos pocos tipos bien conocidos:

Shakespeare

– R4l4H3S4

Heine

– R3I3H4S3

Shelley

– R1I4H1S4

Poe

– R3I4H1S4

Li Po

– R1I3H2S4

Tu Fu

– R3I3H2S4

Su Tungp´o

– R3I2H4S3

Estas no son más que unas cuantas sugestiones improvisadas. Pero es claro que todos los poetas tienen una sensibilidad alta, pues de lo contrario no serían poetas. Poe, entiendo, es un genio muy firme, a pesar de su extraño don imaginativo. ¿No ama Poe la "raciociniación"?

He vacilado mucho tiempo entre dar a Shakespeare "S4" o "S3". Finalmente, sus Sonetos me decidieron. Ningún maestro de escuela ha experimentado mayor temor y temblor al clasificar un alumno que yo al tratar de clasificar a Shakespeare.

De modo que mi fórmula para la mente nacional china es:

R4I1H3S3

Empezamos con un "S3", que señala alta sensibilidad y que garantiza un adecuado acceso científico a la vida y responde por la afirmación china de que esta vida terrena es hermosa, y el consiguiente amor intenso por esta vida. Pero significa más que eso; en realidad representa el acceso, la aproximación científica aun a la filosofía. Explica el hecho de que el criterio que de la vida tiene el filósofo chino es esencialmente el criterio de la vida que tiene el poeta, y que, en China, la filosofía está enlazada con la poesía más que con la ciencia, o sea. al revés de Occidente. Ha de resultar bien claro, por lo que sigue, que esta alta sensibilidad a los placeres y dolores, y al flujo y al cambio de colores de la vida es la base misma que hace posible una filosofía ligera. El sentido que tiene el hombre de la tragedia de la vida, llega de su percepción sensitiva de la tragedia de una primavera que pasa, y una ternura delicada hacia la vida proviene de una ternura hacia los agostados pimpollos que se abrieron ayer. Primero, la tristeza y el sentido de la derrota, luego el despertar y la risa del viejo pillo-filósofo.

Por otra parte, tenemos "R4", como prenda de intenso realismo, lo cual significa una aptitud para aceptar la vida tal como es y para considerar que un pájaro en la mano es mejor que cien volando. Este realismo, por lo tanto, refuerza y complementa a la vez la afirmación del artista, de que esta vida es transitoriamente hermosa, y es lo que salva al artista y al poeta de escapar del todo de la vida. El Sonador dice: "La vida es sólo un sueño", y el Realista responde: "Muy cierto. Y vivamos este sueño tan bellamente como podamos". Pero el realismo del que está despierto es el del poeta, y no el del hombre de negocios, y la risa del viejo pillo no es ya la risa del joven emprendedor que canta en su camino al triunfo, con la cabeza en alto y el mentón sobresaliente sino la risa de un hombre viejo que se acaricia las barbas y habla en voz baja, apaciguante. Tal soñador ama la paz, porque nadie puede luchar mucho por un sueño. Se le verá más decidido a vivir razonablemente y bien con sus compañeros de sueños. Así se reduce la alta tensión de la vida.

Pero la principal función de este sentido del realismo es la eliminación de todos los factores no esenciales en la filosofía de la vida; significa, digamos, tener a la vida por el cuello, por temor a que las alas de la imaginación la lleven a un mundo imaginario y posiblemente hermoso, pero irreal. Y, al fin y al cabo, la sabiduría de la vida consiste en la eliminación de lo no esencial, en reducir los problemas de la filosofía a unos pocos solamente -el goce del hogar (la relación entre hombre y mujer y niño), de la vida, de la naturaleza y la cultura- y en echar por la puerta a todas las demás disciplinas científicas y sin importancia, a la inútil persecución del conocimiento. Los problemas de la vida, para el filósofo chino, se hacen, pues, asombrosamente pocos y sencillos. Significa también una impaciencia frente a la metafísica y a la búsqueda de conocimientos que no conducen a ningún. efecto práctico sobre la vida misma. Y también significa, que toda actividad humana, ya sea la adquisición de conocimientos o la adquisición de cosas, debe ser sometida inmediatamente a la prueba de la vida misma y de su dependencia del fin de la vida. Además -y aquí llegamos a un resultado significativo- el fin de la vida no es alguna entidad metafísica, sino tan sólo vivir.

Dotados de este realismo, y con una profunda desconfianza por la lógica y el intelecto mismo, para los chinos la filosofía llega a ser una cuestión de sentir directa e íntimamente la vida misma, y se niegan a enclaustrarla en sistema alguno. Porque hay robusto sentido de la realidad, un sentido puramente animal, un espíritu de razonabilidad que aplasta a la misma razón y hace imposible el surgimiento de cualquier sistema filosófico estricto. Existen tres religiones en China -el confucianismo, el taoísmo y el budismo-, todas ellas magníficos sistemas de por sí, pero el robusto sentido común a que aludo las diluye y las reduce al problema común de la búsqueda de una feliz vida humana. El chino maduro es siempre una persona que se niega a pensar demasiado, o a creer absolutamente en una sola idea o fe o escuela de filosofía. Cuando un amigo de Confucio le dijo que siempre pensaba tres veces antes de proceder, Confucio le respondió ingeniosamente: "Pensar dos veces es ya bastante." Quien sigue una escuela de filosofía no es más que un estudiante de filosofía, pero el hombre es un estudiante, o quizá un maestro, de la vida.

El producto final de esta cultura y esta filosofía es que en China, comparada con el Occidente, el hombre vive una vida más cercana a la naturaleza y más cercana a la infancia, una vida en que se da libre juego a los instintos y las emociones, y se les acentúa contra la vida del intelecto, con una extraña combinación de devoción a la carne y arrogancia del espíritu, de profunda sabiduría y alocada alegría, de suma ponderación e infantil candidez. Yo diría, por lo tanto, que esta filosofía está caracterizada por: primero, un don de ver la vida toda en el arte; segundo, un consciente retorno a la sencillez en la filosofía; y tercero, un ideal de razonabilidad en la vida. El producto final es, extraña decirlo, una veneración por el poeta, el campesino y el vagabundo.

III. EL BRIBÓN COMO IDEAL

Para mí, que soy espiritualmente un hijo de Oriente y Occidente, la dignidad humana consiste en los siguientes hechos, que distinguen al hombre de los animales: Primero, que tiene una juguetona curiosidad y un genio natural para explorar el conocimiento; segundo, que tiene sueños y un elevado idealismo (a menudo vago, o confuso, o erróneo, es cierto, pero valedero de todos modos); tercero, y aun más importante, que puede corregir sus sueños por un sentido del humor, y restringir así su idealismo por medio de un realismo más robusto y más sano; y finalmente, que no reacciona mecánica y uniformemente ante lo que le rodea, como hacen los animales, sino que posee la capacidad y la libertad para determinar sus propias acciones y cambiar a voluntad lo que le rodea. Esto último es lo mismo que decir que la personalidad humana es lo último que se reduce a leyes mecánicas; en cierto modo, la mente humana es siempre elusiva, incaptable e impredictible, y consigue escapar de las leyes mecánicas o de la dialéctica materialista que tratan de imponerle los psicólogos chiflados y los economistas solteros. El hombre, por lo tanto, es una criatura curiosa, soñadora, jocosa y díscola.

En suma, mi fe en la dignidad humana consiste en la creencia de que el hombre es el más grande bribón sobre la tierra. La dignidad humana debe estar asociada con la idea de un bribón y no con la de un soldado obediente, disciplinado y regimentado. El bribón es probablemente el tipo más glorioso de ser humano, así como el soldado es el tipo más bajo, según esta concepción. Parece que en mi último libro, My Country and My People , la impresión neta de los lectores fue que yo trataba de glorificar al "viejo pillo". Tengo la esperanza de que la impresión neta del libro presente será la de que hago todo lo posible por glorificar al bribón o vagabundo. Espero tener buen éxito. Porque las cosas no son tan sencillas como parecen a veces. En esta edad nuestra de amenazas a la democracia y a la libertad individual, probablemente sólo el bribón y el espíritu del bribón nos salvarán de vernos perdidos, como unidades numeradas en serie, en las masas de "coolíes" disciplinados, obedientes, regimentados y uniformados. El bribón será el último y el más formidable enemigo de las dictaduras. Será el campeón de la dignidad humana y de la libertad individual, y será el último en ser conquistado. Toda la civilización moderna depende enteramente de él.

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[4] Mi patria y mi pueblo, EDITORIAL sudamericana, 2* ed. 1942.