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Toda buena filosofía práctica debe comenzar con el reconocimiento de que tenemos un cuerpo. Ya es hora de que algunos de nosotros hagamos la franca admisión de que somos animales, una admisión que es inevitable desde el establecimiento de la básica verdad de la teoría darwiniana y los grandes progresos de la biología, especialmente de la bioquímica. Ha sido una gran desgracia que nuestros maestros y filósofos perteneciesen a la clase llamada intelectual, con un característico orgullo profesional por el intelecto. Los hombres del espíritu eran tan orgullosos del espíritu como el zapatero de sus 'cueros. A veces ni siquiera el espíritu era suficientemente remoto y abstracto, y tuvieron que emplear las palabras "esencia" o "alma" o "idea", escribiéndolas con mayúsculas para atemorizarnos. El cuerpo humano fue destilado, dentro de esta máquina escolástica, en un espíritu, y el espíritu fue aun concentrado en una especie de esencia, olvidando que hasta las bebidas alcohólicas deben tener un "cuerpo" -mezclado con agua pura- si se quiere que se las pueda paladear. Y se suponía que nosotros, pobres legos, debíamos beber esa concentrada quintaesencia de espíritu. Este exceso de acentuación del espíritu fue fatal. Nos hizo batallar con nuestros instintos naturales, y mi crítica principal es que hizo imposible un punto de vista, cabal y redondeado, de la naturaleza humana. Provenía, además, de un conocimiento inadecuado de la biología y la psicología, y del lugar de los sentidos, emociones y, sobre todo, instintos, en nuestra vida. El hombre está hecho de carne y de espíritu a la vez, y debería ser empeño de la filosofía ver que la mente y el cuerpo vivan armoniosamente juntos, que haya una reconciliación entre los dos.

III. ESPÍRITU Y CARNE

El hecho más evidente que los filósofos se niegan a ver es el de que tenemos un cuerpo. Cansados de ver nuestras imperfecciones mortales y nuestros salvajes instintos e impulsos, a veces nuestros predicadores desearían que estuviéramos hechos como los ángeles, y sin embargo estamos del todo perdidos cuando queremos imaginar cómo será la vida de los ángeles. ' O damos a los ángeles un cuerpo y una forma como los nuestros -salvo el par de alas- o no se los damos. Es interesante que el concepto general de un ángel sea todavía el de un cuerpo humano con un par de alas. A veces creo que hasta para los ángeles es una ventaja tener un cuerpo con los cinco sentidos. Si yo tuviera que ser un ángel, me gustaría tener cutís de colegiala, pero ¿cómo voy a tener cutis de colegiala si no tengo cutis? Todavía me gustaría beber un vaso de jugo de tomate, o de jugo de naranja helado, pero ¿cómo voy a apreciar el jugo de naranja helado sin tener sed? Y, ¿cómo voy a gozar de la comida, cuando soy incapaz de tener hambre? ¿Cómo pintará un ángel sin pigmentos, cómo cantaré sin escuchar sonidos, cómo sentirá el perfumado aire de la mañana sin nariz? ¿Cómo gozará la inmensa satisfacción de rascarse una picazón, si no tiene piel que le pique? ¡Y qué terrible pérdida en la capacidad de felicidad sería todo eso! O hemos de tener cuerpo y satisfacer todas las necesidades del cuerpo, o somos espíritus puros y no tenemos satisfacción alguna. Todas las satisfacciones implican necesidad.

A veces pienso qué terrible castigo para un ángel o un espectro sería no tener cuerpo, mirar a un arroyo de agua fresca y no tener pies que sumergir allí para obtener esa deleitosa sensación de frialdad, ver un plato de pato de Pekín o de Long Island y no tener lengua para saborearlo, ver unos bollitos y no tener dientes para comerlos, ver los rostros amados de aquellos a quienes queremos y no tener emociones hacia ellos. Terriblemente triste sería que un buen día volviéramos a esta tierra como espectros y nos allegáramos silenciosamente al dormitorio de nuestros hijos: ver a un niño tendido en su camita y no tener manos para acariciarle ni brazos para abrazarle, ni pecho para que en él penetre su tibieza, ni redondo hueco entre la mejilla y el hombro para que en él anide su cabecita, ni oídos para escuchar su voz.

Se verá que es sumamente vaga e insatisfactoria una defensa de la teoría de ángeles-sin-cuerpos. El defensor podría decir: "¡Ah, sí! Pero en el mundo del espíritu no necesitamos tales satisfacciones". "Pero, ¿qué tienen ustedes en cambio de ellas?" Completo silencio; o quizá: "Vacío… Paz… Calma". "¿Qué ganan ustedes con eso?" "Ausencia de trabajo y de dolor y de pena". Admito que un cielo así tiene una tremenda atracción para los esclavos que reman en galeras. Ese ideal negativo, esa concepción de la felicidad están peligrosamente cerca del budismo, y se remontan finalmente hasta Asia (Asia Menor, en este caso) más que hasta Europa.

Estas especulaciones son, necesariamente, ociosas, pero puedo señalar por lo menos que la concepción de un "espíritu sin sentidos", no está justificada, por cuanto cada vez llegamos a sentir más que el universo mismo es un ser sensorio. Acaso el movimiento, y no el quedarse quieto, sea una característica del espíritu, y uno de los placeres de un ángel sin cuerpo sea el girar como un protón en torno a un núcleo, a razón de veinte o treinta mil revoluciones por segundo. Tal vez haya en ello un agudo deleite, más fascinante que un paseo en el trencito del parque de diversiones. Será, seguramente, una especie de sensación. O quizá el ángel sin cuerpo sea disparado como la luz o los rayos cósmicos en ondas etéreas por el espacio curvo, a la velocidad de 183.000 millas por segundo. Aun debe haber pigmentos espirituales para que los ángeles pinten y gocen alguna forma de creación, vibraciones etéreas para que los ángeles sientan tonos y sonidos y colores, y brisas etéreas que acaricien las mejillas invisibles de los ángeles. De otro modo, el espíritu mismo se estancaría como el agua en un pozo ciego, o se sentiría como se sienten los hombres en una tarde cálida, sofocante, de verano, sin una ráfaga de aire fresco. Debe haber movimiento y emoción (en cualquier forma) si ha de haber vida todavía; por cierto que no pueden ser completas la quietud y la insensibilidad.

IV. UN PUNTO DE VISTA BIOLÓGICO

El mejor conocimiento de nuestras funciones corporales y procesos mentales nos da un punto de vista más cierto y más amplio sobre nosotros mismos y quita a la palabra "animal" algo de su mal sabor de antes. El viejo proverbio de que "comprender es perdonar" resulta aplicable a nuestros procesos corporales y mentales. Puede parecer extraño, pero es cierto, que el mismo hecho de tener una mejor comprensión de nuestras funciones corporales nos imposibilita para mirarlas con desdén. Lo importante no es decir si nuestro proceso digestivo es noble o innoble; lo importante es comprenderlo, nada más, y con ello, quién sabe por qué, se hace extremadamente noble. Esto es cierto en cuanto a toda función o todo proceso biológico en nuestro cuerpo, desde la transpiración y la eliminación de desperdicios hasta las funciones del jugo pancreático, la bilis, las glándulas endocrinas y los más finos procesos emotivos y cogitativos. Uno no desprecia ya el riñón; trata solamente de comprenderlo; y uno no mira ya a un diente enfermo como a un símbolo del perecimiento final de nuestro cuerpo y un recuerdo de que debemos atender al bienestar de nuestra alma, sino que va sencillamente a ver al dentista, lo hace examinar, explicar y componer debidamente. En cierto modo, un hombre que sale del consultorio del dentista ya no desprecia a sus dientes, sino que tiene un acrecido respeto por ellos… porque va a roer manzanas y huesos de pollo con creciente deleite. Y a propósito del metafísico superfino que dice que los dientes pertenecen al diablo, y de los neoplatónicos que niegan la existencia de dientes individuales, recuerdo que siempre me produce un deleite satírico ver a un filósofo que sufre de dolor de muelas o a un poeta optimista afectado de dispepsia. ¿Por qué no sigue con sus disquisiciones filosóficas, por qué se lleva la mano a la mejilla, igual que usted, que yo o que la mujer de la casa vecina? Y, ¿por qué parece tan poco convincente el optimismo a un poeta dispéptico? ¿Por qué no canta más? ¡Cuan desagradecido es, pues, al olvidar los intestinos y cantar acerca del espíritu cuando los intestinos se portan bien y no le causan molestia!