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Las enseñanzas de Osho abarcaron toda una gama de asuntos, desde la búsqueda individual del sentido hasta los temas sociales y políticos que las sociedades de hoy enfrentan. Osho jamás escribió libros. Sus obras fueron transcripciones de grabaciones en audio y video de las charlas que ofreció durante los 35 años que se dirigió al público.

Desde Sigmund Freud, hasta Lao Tse, desde Gurdjieff hasta Gautama Buda, desde Jesucristo hasta Rabindranath Tagore… ha intentado destilar de cada uno de ellos, la esencia de lo que se conoce como la búsqueda espiritual del hombre contemporáneo, basándose no en una comprensión intelectual, sino, en lo que el denominaba, la propia comprobación existencial de la experiencia.

Sanyasins

En 1970, en Kulu Manali, un hermoso lugar de los Himalayas, el maestro inició a su primer grupo de sanyasins. En la India, tomar sanyas significa renunciar al mundo. Osho le daba otro sentido: abandonar las ataduras con el mundo de las convenciones y convertirse en su discípulo.

Como los otros buscadores, los sanyasins de Osho usaba ropa de color naranja o rojo y un mala (rosario hindú de 108 cuentas) con una foto del maestro, y adoptaron un nombre nuevo. Al iniciarlos, les pedían que se arrodillaran, cerraran los ojos y levantaran los brazos, advirtiéndoles que, si sucedía algo, dejaran que ocurriera. Escribía un nuevo nombre en un papel, les solicitaba que abrieran los ojos y colocaba un dedo en el sitio del tercer ojo espiritual mientras comentaba el porqué del nuevo nombre. A todos los varones los nominaba inicialmente swami, que literalmente significa aquel que es maestro de sí mismo y a las mujeres como ma, término que en la India designa a la Madre Divina. Les exigía meditar dos horas diarias para que pudieran acceder al estado de awareness o despertar de la conciencia superior.

A partir 1970 llegaron hasta él miles de occidentales interesados en la búsqueda de sí mismos y en experimentar su meditación dinámica. En fecha muy significativa, el vigésimo primer aniversario de su iluminación, el 21 de marzo de 1974, fundó el ashram de Poonael centro alcanzó fama mundial. Además de enseñar todas sus meditaciones, incluía grupos y talleres que combinaban métodos orientales con psicoterapia occidental. En forma paralela, entregaba técnicas de rolfing, bioenergía, terapia corporal neoreichiana, tai chi, rebirthing. En 1980, Osho había reunido 250.000 discípulos en todo el mundo, que se vestían con tonos del sol naciente, bautizados por la prensa como los rojos.

En Poona entregaba una charla matinal, que era seguida por la meditación dinámica. En sus discursos, mostraba un gran sentido del humor y vasta erudición filosófica. Hablaba de los sutras del yoga, de las parábolas de Jesús, de los Koanes del zen, de sufismo, taoísmo, hassidismo, tantra, discursos que mezclaban chistes, que hacían aún más amena sus exposiciones. Las charlas eran alternadas con sesiones de preguntas y respuestas.

Una afección congénita de la columna deterioraba poco a poco su salud, y a principios de los ´80 aparecía sólo dos veces al día ante el público de Poona. En esa época, comenzaron a surgir ataques a sus enseñanzas. Dirigentes religiosos de las iglesias de Oriente y Occidente criticaban públicamente las actividades del ashram de Poona, en especial los discursos del maestro.

El 1° de mayo de 1981, Osho entró en etapa de silencio. Su salud empeoraba. Sus médicos personales decidieron llevarlo a los Estados Unidos para operar su columna. Viajó en silencio a Norteamérica. Sus sanyasins del nuevo mundo le regalaron tierras en Oregón y crearon, trabajando con sus propias manos, Rajneeshpuram, una ciudad para 500 personas, con capacidad de recibir 20.000 alojados. Allí empezaron a celebrar festivales anuales.

Aunque recuperó su salud, la etapa norteamericana fue tensa y crítica para el maestro. El gobierno conservador de Ronald Reagan rechazaba la existencia de Rajneeshpuram y buscaba pretextos para destruirla. En octubre de 1984, el maestro rompió el voto de silencio, y en 1985 comenzó a dar charlas publicas.

El hostigamiento del gobierno crecía y la oportunidad para librarse de Osho se presentó el 14 de septiembre de 1985, cuando su secretaria privada cometió varias irregularidades, entre ellas un intento de envenenamiento al médico del maestro, y escapó llevándose 40 millones de dólares de propiedad de la comunidad. Osho abrió las puertas al gobierno para que investigara, pero se lo acusó de infringir las leyes de inmigración, enviándolo a la cárcel.

Sus abogados lograron excarcelarlo en noviembre, pagando una fianza de 40.000 dólares, con el compromiso de que no volvería a Estados Unidos por cinco años. El gobierno presionó a otros países, para que no lo recibieran, lo que dio lugar a un doloroso peregrinaje por 21 naciones que, alineándose con el gigante del Norte, rechazaron su presencia negándole la visa e impidiéndole, a veces, hasta descansar en los aeropuertos.

El 4 de enero de 1987 retornó a Poona, pero en julio de 1988 se sintió con ánimo para dirigir la meditación al final de los discursos de la tarde. En esa época, creó una nueva técnica meditativa: la Rosa Mística.

Enero de 1990 marca el principio del fin. Cada día se siente más débil, no puede pronunciar discursos ni liderar meditaciones. Es incapaz de caminar hasta el Gautama Buddha Auditórium. El día 18 ya no se levanta.

En la mañana del 19, su doctor observa un pulso irregular y le sugiere prepararse para resucitación cardiaca. Osho responde: No. Déjenme ir. La existencia ha decidido que es el tiempo… Mi presencia será mucho más fuerte sin el infierno de mi cuerpo torturado. Su médico afirma que el sufrimiento es el efecto del veneno de las prisiones americanas. A las 17:30 del 19 de enero a la edad 58 años, su espíritu vuela. Sus discípulos lloran desconsolados

Su muerte fue noticia internacional de las agencias cablegráficas que hacían notar un dato curioso: el críptico epitafio grabado en la tumba que guarda sus cenizas había sido escrito por el propio maestro pocos días antes de morir: Osho nunca nació, nunca murió, solamente visito el planeta Tierra entre el 11 de diciembre de 1931 y el 19 de enero de 1990

Antes de su muerte, le preguntaron que pasaría cuando se fuera. Respondió: Si hay algo de verdad en lo que he dicho, sobrevivirá. La gente interesada en mi trabajo llevará la antorcha, sin imponer nada a nadie… Deseo que no olviden el amor, porque si no es sobre él no se puede fundar iglesia alguna. La conciencia no es monopolio de nadie, igual la celebración, el regocijo y la mirada inocente de un niño… Conózcanse a sí mismos pues el camino es hacia adentro.