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Esto es lo que dice el zen: da, en lugar de que te lo arrebaten. Y esta es su visión de la vida. Antes de que llegue la muerte, dalo todo para que la muerte no se sienta culpable. Da tu vida a la muerte como si fuese un regalo. Esto es la renuncia del zen. Es completamente distinta a la renuncia hindú o cristiana; ellos dan para recibir. El zen da para no crear culpabilidad en ningún lugar del mundo; no deja tras de sí ninguna culpa.

El hombre le dio las gracias y se marchó. Unos días más tarde, atraparon al tipo, que confesó, entre otros, el delito contra Shi-chiri. Cuando llamaron a Shichiri como testigo, este dijo: «En lo que a mí respecta, este hombre no es un ladrón. Yo le di el dinero y él me dio las gracias».

¿Te has dado cuenta del detalle? ¡Qué respeto! ¡Qué inmenso respeto! ¡Qué respeto incondicional hacia una persona… hacia un ladrón!

Si Shichiri hubiese sido un santo cristiano habría amenazado a este hombre con el infierno, el infierno durante toda la eternidad. Si hubiese sido un santo hindú le habría sermoneado contra el robo y amenazado con los fuegos del infierno. Le habría hecho una descripción horripilante del infierno y le habría sermoneado sobre la inutilidad del dinero.

Veamos: el maestro zen no dice nada sobre la inutilidad del dinero. En realidad, dice: «Déjame un poco a mí; porque mañana voy a necesitarlo». El dinero tiene un propósito. No hay que estar obsesionado a favor ni en contra, en este sentido o en el otro. El dinero es útil. No hace falta que vivas solo por el dinero, ni que estés en contra del dinero, simplemente es útil. Por eso, mi actitud hacia el dinero es que el dinero está ahí para ser utilizado, se trata de un instrumento.

En todas las religiones se crítica mucho el dinero, las personas religiosas le tienen mucho miedo. Ese miedo no es más que la otra cara de la codicia. Es la misma codicia, pero ahora llena de miedo. Si vas a ver a un santo hindú con dinero en las manos, él cerrará los ojos. ¿Tanto miedo le tiene al dinero? ¿Por qué cierra los ojos? Dice que el dinero es sucio, pero nunca cierra los ojos cuando ve suciedad. Esto no es lógico. De hecho, si el dinero fuese sucio debería cerrar los ojos las veinticuatro horas del día, porque hay suciedad en todas partes. ¿El dinero es sucio? ¿Y por qué le tiene tanto miedo a la suciedad? ¿A qué le tiene miedo?

El zen tiene una perspectiva fundamental y completamente distinta. El maestro no dice que el dinero sea sucio y que no deberías ir detrás del dinero de los demás. ¿Qué tiene el dinero que ver con los demás? El dinero no es de nadie. Por eso, decirle a alguien: «Tú eres un ladrón», es creer en la propiedad privada. Es creer que alguien lo puede tener justamente y otro injustamente, que alguien tiene el derecho de poseerlo y otro no.

Robar está mal visto a consecuencia de la mentalidad capitalista del mundo; forma parte de la mente capitalista. La mente capitalista dice que el dinero pertenece a alguien; pertenece a alguien por derecho y nadie se lo debería quitar.

Pero el zen dice que nada pertenece a nadie, nadie tiene nada por derecho. ¿Cómo puedes ser dueño del mundo? Llegas al mundo con las manos vacías y te vas con las manos vacías, no puede pertenecerte. No pertenece a nadie; todos lo usamos. Y estamos todos aquí juntos para usarlo. Este es el mensaje: «¡Toma el dinero! Pero déjame un poco a mí también. Yo también estoy aquí para usarlo, tanto como tú».

¡Qué actitud más práctica, más empírica! ¡Y qué desapegada del dinero! En el juicio dijo: «… este hombre no es un ladrón…» ha convertido al ladrón en un amigo. Dice: «En lo que a mí respecta… No puedo hablar por los demás, ¿cómo voy a hablar por los demás? Solo sé que yo le di el dinero y él me dio las gracias. Y se acabó, las cuentas están claras. Ya no me debe nada. Me ha dado las gracias, ¿qué más puedo pedir?».

Como mucho, podemos dar las gracias. Podemos dar las gracias a la existencia por todo lo que nos ha dado, ¿qué más podemos hacer?

Cuando cumplió su condena y salió de la cárcel, este hombre se convirtió en discípulo de Shichiri.

¿Qué más puedes hacer con alguien como Shichiri? Tienes que convertirte en su discípulo. Ha convertido al ladrón en un sannyasin. Esta es la alquimia del maestro, nunca pierde una oportunidad. Utiliza cualquier oportunidad que se presente; incluso si es un ladrón quien llega hasta el maestro, acabará convirtiéndose en sannyasin.

Entrar en contacto con un maestro es transformarse. Tal vez hayas ido por otro motivo, tal vez no hayas ido por el maestro; el ladrón no estaba allí por el maestro. En realidad, si hubiese sabido que en esa choza vivía un maestro no se habría atrevido a entrar. Solo iba en busca de dinero y se tropezó con el maestro por casualidad. Pero aunque te encuentres con un buda por casualidad, te cambiará totalmente. Nunca volverás a ser la misma persona.

Muchos de vosotros estáis aquí por casualidad. No me estabais buscando, no estabais detrás de mí. Habéis llegado aquí por mil y una casualidades. Pero cada vez se hace más difícil irse.

Un maestro no predica, nunca dice qué hay que hacer. Bodhi-dharma dice: «El zen no tiene nada que decir, pero el zen tiene mucho que mostrar». Este maestro le mostró al ladrón un camino. Le transformó, y lo hizo con una gran habilidad. Debía de ser un gran cirujano porque operó a este hombre del corazón… sin hacer el menor ruido. Destruyó completamente a este hombre y lo volvió a crear. Y el hombre ni siquiera se dio cuenta de qué había sucedido. Esto es el milagro de un maestro.

Hay un sutra del zen que dice: «El hombre de conocimiento no rechaza el error». Cuando lo conocí, mi corazón saltó de alegría. Recita este sutra en el fondo de tu corazón: el hombre de conocimiento no rechaza el error.

Y otro maestro, hablando sobre este sutra -se llamaba Oha-sama-, comentó: «No es necesario buscar la verdad en primer lugar, porque está presente en todas partes, incluso en el error. Por eso, quien rechaza el error está rechazando la verdad».

¡Estas personas son asombrosas! Quien rechaza el error rechaza la verdad. ¿Puedes ver la belleza que hay en ello? ¿Ves el punto de vista tan radical y revolucionario? Shichiri no rechazó al hombre porque fuese un ladrón ni por su error, porque detrás de ese error hay una existencia divina, un dios. Si rechazas el error también rechazas al dios. Al rechazar el error estás rechazando la verdad que hay oculta dentro de él.

Él acepta el error para aceptar la verdad. Cuando la verdad aflora, cuando se acepta y se extiende, el error desaparece espontáneamente. No tienes que luchar con la oscuridad; ese es el significado, simplemente enciende una vela. No tienes que luchar con la oscuridad, basta con que enciendas una vela. El maestro encendió una vela en el interior de ese hombre.

Hay otra historia exactamente igual sobre otro maestro pero todavía un poco más zen:

A medianoche, mientras el maestro Taigan estaba escribiendo una carta, un ladrón entró en su habitación con una espada desenvainada. Mirando al ladrón, el maestro dijo: «¿Qué quieres, el dinero o la vida?».

Esta historia es más zen porque al ladrón no le da la oportunidad de decir nada. Shichiri al menos le dio una última oportu-. nidad; el ladrón pudo preguntarle a Shichiri:«… entró un ladrón armado con una afilada espada y le exigió el dinero o la vida». Taigan ha mejorado la historia. Tal vez, Taigan apareció un poco más tarde y conocía la historia de Shichiri. No brinda muchas oportunidades al ladrón sino que sencillamente le dice: «¿Qué quieres, el dinero o la vida? Las dos cosas son irrelevantes, llévate lo que necesites, tú eliges».

«He venido a por el dinero», respondió el ladrón un poco asustado.

Ese hombre -nunca se había encontrado con un dragón como este- dijo: «¿Qué quieres, el dinero o mi vida?». Estaba dispuesto a darlo todo: «Puedes escoger». Sin reproche ni nada por el estilo. Aunque hubiese escogido su vida, Taigan se la habría dado. Todo lo que nos puede ser quitado es mejor darlo. Tarde o temprano, hasta la vida misma desaparecerá, ¿para qué preocuparse por ello? La muerte llegará; deja que el ladrón disfrute un momento.