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No estoy diciendo que un pobre no pueda serlo -sí, una persona pobre puede ser realmente espiritual, hay excepciones- pero no un país pobre. Un país pobre, en su conjunto, piensa en términos de dinero, medicina, casas, coches, esto y lo otro. ¡Y es natural, es lógico!

Jesús vivía en un país muy pobre. La gente buscaba soluciones a sus problemas. Muchos recibían ayuda; no es que Jesús ayudara sino que recibían esa ayuda. Jesús repite una y otra vez. «Es vuestra fe la que os ha curado.» Cuando tienes fe, la compasión puede recaer en ti. Cuando tienes fe, estás abierto a la compasión. Buda hizo milagros, pero eran milagros de lo invisible. Mahavira hizo milagros, pero eran milagros de lo invisible. No son visibles, solo los ve la persona sobre la que recaen.

Pero la compasión siempre es terapéutica; sea cual sea el nivel en el que estés, te ayuda. La compasión es amor purificado, tan purificado que puedes dar sin pedir nada a cambio.

Buda solía decir a sus discípulos: «Después de cada meditación, sed compasivos -inmediatamente después-, porque cuando meditas, crece el amor y el corazón se llena. Después de cada meditación, siente compasión por todo el mundo para que puedas compartir tu amor y liberar la energía a la atmósfera, y para que esa energía pueda ser útil a los demás».

A mí también me gustaría decirte eso: después de cada meditación, cuando empieces a celebrar, siente compasión. Siente que tu energía debería ayudar a la gente del modo que lo necesiten. ¡Libérala simplemente! Te sentirás más ligero, muy relajado, tranquilo y silencioso, y las vibraciones que has liberado ayudarán a mucha gente. Acaba tus meditaciones siempre con la compasión.

La compasión es incondicional. No puedes ser compasivo solo con los que son amables contigo o los que están relacionados contigo.

Esto sucedió en China: cuando Bodhidharma fue a China, se le acercó un hombre que le dijo: «He seguido tus enseñanzas: medito y siento compasión por todo el Universo, no solo por los hombres, sino también por los animales, las piedras y los ríos. Pero hay un problema: no siento compasión por mi vecino. No, ¡es imposible! Por eso te pregunto, ¿puedo excluir a mi vecino de la compasión? Incluyo a toda la existencia, conocida y desconocida, pero ¿puedo excluir a mi vecino? Porque me resulta muy difícil, es imposible. No puedo sentir compasión por él».

Bodhidharma le dijo: «Entonces, olvídate de la meditación, porque si la compasión excluye a alguien ya no existe».

La compasión incluye a todo, es intrínsecamente inclusiva. Si no sientes compasión por tu prójimo es mejor que te olvides de ello, porque no tiene que ver con nadie en particular. Tiene que ver con tu estado interno. compasión, incondicionalmente, sin ninguna dirección, sin dirigirla a nadie. Entonces te convertirás en una fuerza curadora en este mundo de desdicha.

Jesús repetía una y otra vez, «ama a tu prójimo como a ti mismo». Y también decía, «ama a tu enemigo como a ti mismo». Si analizas las dos frases juntas, descubrirás que ¡el prójimo y el enemigo son casi siempre la misma persona! «Ama a tu prójimo como a ti mismo», y «ama a tu enemigo como a ti mismo».

¿Qué está queriendo decir?

Simplemente quiere decir que no pongas barreras a tu compasión, a tu amor. Del mismo modo que te amas a ti mismo, ama a toda la existencia, porque en el análisis final, toda la existencia eres tú mismo reflejado en muchos espejos. Eres tú, no está separada de ti. Tu prójimo solo es otra forma de ti mismo; tu enemigo también es otra forma de ti mismo. En todo lo que te encuentres te encontrarás contigo mismo. Quizá no lo reconozcas porque no estás muy alerta, posiblemente no seas capaz de verte en el otro, pero eso quiere decir que tienes algún problema en la vista; a tus ojos les ocurre algo.

La compasión es terapéutica. Y ser compasivo es tener compasión por uno mismo antes que nada. Si no te quieres a ti mismo nunca serás capaz de querer a nadie. Si no eres amable contigo mismo nunca podrás ser amable con nadie. Vuestros mal llamados santos que fueron tan duros con ellos mismos, solo fingían ser amables con los demás. Eso no es posible; psicológicamente es imposible. Si no puedes ser amable contigo mismo, ¿cómo vas a serlo con los demás?

Todo lo que seas contigo mismo, lo serás con los demás. Deja que este sea el pensamiento principal. Si te odias a ti mismo, odiarás a los demás; y te han enseñado a odiarte. Nadie te ha dicho jamás, «¡quiérete!». La idea en sí nos parece absurda, ¿amarnos a nosotros mismos? No tiene sentido, ¿amarse a uno mismo? Siempre creemos que el amor necesita a otro, pero si no lo aprendes contigo mismo, no serás capaz de practicarlo con los demás.

Te han dicho que no vales nada para condicionarte. Desde todos los lugares te han enseñado y te han dicho que eres indigno, que no eres lo que deberías ser, que no te aceptan como eres. Encima de tus hombros hay muchos deberías, y esos deberías son casi imposibles de cumplir. Y cuando no los puedes cumplir, cuando no llegas, te sientes culpable. Surge en tu interior un profundo odio hacia ti mismo.

¿Cómo vas a querer a los demás? ¿Dónde vas a encontrar amor si estás tan lleno de odio? Solo puedes fingirlo, aparentas estar enamorado, pero en el fondo ni estás enamorado de nadie ni puedes estarlo. Esas pretensiones te valen durante unos días, pero luego el color desaparece y la realidad se impone.

Todas las relaciones amorosas se estropean. Antes o después, las relaciones amorosas se envenenan. ¿Por qué se envenenan tanto? Las dos personas fingen estar amando, los dos dicen que aman. El padre dice que quiere a su hijo y el hijo dice que quiere a su padre. La madre dice que quiere a su hija y la hija dice lo mismo. Los hermanos dicen que se quieren. Todo el mundo habla de amor, canta sobre el amor. ¿Existe algún lugar donde haya menos amor? No hay ni una gota de amor, no hay más que montañas de palabrería, unos Himaíayas de poesía sobre el amor.

Al parecer, toda esa poesía solo es para compensar. Como no amamos, de alguna forma tenemos que creer que amamos, por medio de la poesía o por medio de la música. Lo que nos falta en la vida lo traducimos a poesía. Lo que nos perdemos en la vida, lo trasladamos a películas o a novelas. El amor está absolutamente ausente porque no se ha dado todavía el primer paso.

El primer paso es aceptarte como eres; olvídate de todos los deberías. ¡No cargues con ningún «debería» en tu corazón! No tienes que ser otra persona; no tienes por qué hacer algo que no te corresponde, solo tienes que ser tú mismo. Relájate y sé tú mismo. Respeta tu individualidad y ten la valentía de firmar con tu propia firma. No copies las firmas de los demás.

No tienes por qué convertirte en un Jesús, un Buda o un Ra-makrisna, simplemente tienes que convertirte en ti mismo. Menos mal que Ramakrisna nunca intentó convertirse en otra persona, porque así se convirtió en Ramakrisna. Menos mal que Jesús no intentó convertirse en Abraham o en Moisés, porque así se convirtió en Jesús. Menos mal que Buda no intentó convertirse en Patanjali o en Krisna, porque así se convirtió en Buda.

Cuando no estás intentando convertirte en otra persona, simplemente te relajas y surge la gracia. Cuando estás lleno de magnificencia, esplendor y armonía -porque no hay ningún conflicto, no hay que ir a ningún sitio, no hay que luchar por nada, ni hay que imponerse violentamente a nada-, te vuelves inocente. En esa inocencia sentirás compasión y amor hacia ti mismo. Te sentirás tan feliz contigo mismo que incluso si viniera Dios y llamara a tu puerta diciendo: «¿Te gustaría ser otra persona?», tú le dirías: «¿Te has vuelto loco? Soy perfecto. Muchas gracias, pero ni lo intentes, soy perfecto tal como soy».

Ese momento en el que puedes decir a la existencia: «Soy perfecto tal como soy, me siento feliz de ser como soy», lo llamamos shraddha en Oriente. Entonces te has aceptado como eres y en esta aceptación has aceptado la existencia.