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Cuando tienes una relación sexual con alguien, reduces a esa persona a un objeto. Y al reducir al otro a un objeto te reduces también a ti mismo, porque es un compromiso mutuo: «Yo te permito que me reduzcas a un objeto y tú me permites que te reduzca a un objeto. Te permito que me uses y tú me permites que te use. Nos usamos mutuamente. Los dos nos hemos convertido en cosas».

Observa a dos amantes cuando todavía no están viviendo juntos, cuando el romance todavía está vivo y aún no ha terminado la luna de miel; verás a dos personas que vibran con la vida, dispuestos a explorar lo desconocido. Después observa a las parejas casadas, marido y mujer, y verás dos cosas muertas, dos cementerios uno al lado del otro, ayudándose a seguir muertos, obligándose el uno al otro a permanecer muertos. Ese es el conflicto constante del matrimonio. ¡Nadie quiere ser reducido a una cosa!

El sexo es la forma más inferior de la energía «X». Si eres religioso, lo llamas «divinidad»; si eres científico lo llamas «X». Esta energía X puede convertirse en amor. Cuando se convierte en amor, empiezas a respetar a la otra persona. Sí, a veces utilizas a la otra persona, pero te sientes agradecido. Sin embargo, nunca das las gracias a una cosa. Cuando estás enamorado de una mujer, haces el amor con ella y le das las gracias. Cuando haces el amor con tu mujer, ¿le das las gracias alguna vez? No, lo das por hecho. ¿Te ha dado las gracias tu mujer alguna vez? Tal vez, hace muchos años, puedes acordarte de un tiempo en el que todavía estabas indeciso, cortejándola, estabais intentando seduciros, tal vez. Pero en cuanto te has asentado, ¿le das las gracias por algo? Tú has hecho tantas cosas por ella, y ella ha hecho tantas cosas por ti… Los dos estáis viviendo para el otro, pero la gratitud ha desaparecido.

En el amor hay gratitud, hay una profunda gratitud. Sabes que el otro no es una cosa. Sabes que el otro tiene una grandeza, un espíritu, una individualidad. En el amor le das al otro libertad completa. Por supuesto, tomas y das; es una relación de dar y tomar, pero con respeto. El sexo es una relación de dar y tomar, pero sin respeto.

En la compasión simplemente das. En tu mente no hay ninguna expectativa de recibir nada, simplemente compartes. ¡No es que no recibas nada! Lo recibes de vuelta multiplicado por un millón, pero es accidental, es una consecuencia natural. No estás deseando recibirlo.

En el amor, cuando das algo, en el fondo estás esperando recibirlo de vuelta. Si no te lo devuelven, te quejas. Tal vez no digas nada, pero se puede saber de mil y una maneras que estás refunfuñando y que te sientes engañado. El amor es como un trato sutil.

En la compasión simplemente das. En el amor estás agradecido porque el otro te ha dado algo. En la compasión estás agradecido porque el otro ha aceptado algo tuyo; estás agradecido porque el otro no te ha rechazado. Tú habías llegado con energía para dar, habías llegado con muchas flores para compartir, y el otro te lo ha permitido, el otro ha sido receptivo. Estás agradecido porque el otro ha sido receptivo.

La compasión es!a forma más elevada del amor. Recibes mucho a cambio -te aseguro que multiplicado por un millón-pero no se trata de eso, no estás deseando recibir nada a cambio. Si no recibes nada, no te quejas. ¡Y si te llega algo, simplemente te sorprendes! Si llega es increíble, si no llega no pasa nada; no le has dado tu corazón a alguien como parte de un trato. Das generosamente porque tienes. Tienes tanto que si no lo dieras sería una carga para ti. Es igual que una nube cargada de lluvia que tiene que descargar. La próxima vez que veas una nube descargando lluvia, observa en silencio, siempre podrás oír a la nube di-ciéndole a la tierra: «Gracias». La tierra ha ayudado a la nube a descargarse.

Cuando florece una flor, tiene que esparcir su perfume a los cuatro vientos. ¡Eso es natural! No es un trato ni un negocio, ¡simplemente es natural! Cuando una flor está llena de perfume, ¿qué puede hacer? Si la flor se guardara su perfume se sentiría muy tensa, se sentiría profundamente angustiada. La mayor angustia de la vida es cuando no puedes expresarte, cuando no puedes comunicarte, cuando no puedes compartir. La persona más' pobre es aquella que no tiene nada que compartir, o sí tiene, pero ha perdido la capacidad, el arte de compartir; entonces esa persona es pobre.

El hombre sexual es muy pobre. El hombre amoroso es comparativamente más rico. Y el más rico es el hombre compasivo, está en la cima del mundo. No tiene confines ni limitaciones. Simplemente da, y sigue su camino. Ni siquiera espera que le des las gracias. Comparte su energía con un enorme amor.

Esto es lo que yo llamo terapéutico.

Los católicos creen que Jesús hizo muchos milagros. Yo no puedo imaginármelo haciendo milagros. Su compasión era el milagro, Si ocurría algo, ocurría sin que él hiciera nada. Si sucede algo en el plano más elevado del ser, siempre sucede sin ningún esfuerzo. Jesús se movía; lo veía todo tipo de gente. Era como una enorme piscina de energía, cualquiera que estuviese listo para compartirlo, lo compartía.

¡Ocurrían milagros! Él era terapéutico. Fue uno de los grandes sanadores que ha habido en el mundo. Buda, Mahavira o Krisna fueron grandes sanadores a diferentes niveles. Pero en la vida de Buda no podrás encontrar ningún milagro de curación de una persona enferma, la curación de un ciego o que le devolviese la vida a un muerto. Es sorprendente: ¿la compasión de Jesús era mayor que la de Buda? ¿Qué sucedía? ¿Por qué no se curaba mucha gente por medio de la energía de Buda? No, no es una cuestión de más o menos compasión. La compasión de Buda funcionaba a otro nivel. Su audiencia era diferente a la de Jesús, y a su alrededor había otro tipo de personas.

Veo cómo vienen a mí ríos de gente desde Occidente, pero casi nunca me piden nada para su cuerpo. No me dicen: «Tengo un dolor de cabeza crónico, ¡Osho, ayúdame, haz algo!». O «mis ojos están cansados», «no me concentro bien», o «estoy perdiendo la memoria». No, nunca. Los indios, sin embargo, siempre vienen con algún problema físico. Ha tenido problemas digestivos desde hace años, «Osho, ¡haz algo!».

Casi siempre pienso: ¿Por qué? ¿Qué le ha pasado a la India? ¿Por qué vienen solo para resolver problemas físicos o corporales? Solo tienen ese tipo de problemas. Un país pobre, muy pobre, no tiene problemas espirituales. Un país rico tiene problemas espirituales y un país pobre tiene problemas físicos.

Los tiempos de Buda fueron la época dorada de la India. En aquellos tiempos la India estaba en la cúspide. El país era rico, enormemente rico y próspero. El resto del mundo era pobre, pero la India era muy rica. La gente iba a ver a Buda con problemas espirituales. Sí, también tenían heridas, pero eran heridas espirituales.

Jesús estaba en un país muy pobre, vivía en un país muy pobre. La gente que iba a verle no tenía problemas espirituales, en efecto, porque para tener problemas espirituales tienes que haber alcanzado cierto nivel de vida. De lo contrario, tus problemas estarán relacionados con niveles inferiores. Un pobre tiene otro tipo de problemas.

Un pariente mío estuvo aquí durante un mes, meditando y haciendo cosas, y el último día de su visita yo esperaba que me preguntara algo importante. ¿Qué me preguntó? Me dijo que a su hijo no le iba bien económicamente. Después de vivir aquí y escucharme durante un mes esa fue la única pregunta que se le ocurrió: a su hijo no le iba muy bien. Conduce un taxi y el coche que ha comprado siempre le está dando un problema u otro, entonces me pidió: «Osho, ¡haz algo!».

¡Yo no soy mecánico! «Vende el coche y consigúete otro», le. dije. Pero él me contestó: «Nadie me lo va a comprar, por favor, ¡haz algo!».

Cuando la gente es pobre tiene problemas terrenales. Cuando la gente es rica, sus problemas son de una calidad superior. Solo un país próspero puede ser realmente espiritual; un país pobre no.