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Jesús le respondió: «¿Quién soy yo para juzgarte? Esto es un asunto entre tú y tu Dios. Es algo entre tú y la existencia. ¿Quién soy yo para interferir? Si te das cuenta de que has hecho algo mal, no vuelvas a hacerlo».

Estas situaciones se repetían continuamente. La gente solo estaba interesada en llevar a Jesús a una disputa en la que pudiera salir ganadora la mente jurídica. No puedes discutir con una mente jurídica, si lo haces te derrotará, porque la mente jurídica es muy eficiente en la discusión. Adoptes la posición que adoptes -eso no importa- serás derrotado.

Jesús no podía ser derrotado porque nunca discutía. Esta era una de las señales, uno de los signos de que había alcanzado el amor. Se mantenía en su cumbre; nunca descendía.

Entonces, uno de ellos, que era doctor en leyes, le hizo una pregunta tentándole y diciendo: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?».

Esta es una pregunta muy difícil. ¿Cuál es el mandamiento, más grande, cuál es el principal mandamiento, cuál es el mandamiento fundamental de la ley? Es muy complicado porque cada ley depende de otras, están entrelazadas. No puedes encontrar una ley fundamental, no hay una ley fundamental. Todas dependen de las demás; son interdependientes.

En la India, este ha sido uno de los grandes debates: ¿Qué es lo básico, la no violencia o!a verdad? Si te encuentras en una situación en la que tienes que escoger entre la verdad y la no violencia -si dices la verdad habrá violencia, y si no dices la verdad se puede evitar la violencia-, ¿qué harías? ¿Dirías la verdad y permitirías que se cometiera la violencia?

Por ejemplo, estás sentado en un cruce de caminos y llega un grupo de policías que te preguntan: «¿Ha visto pasar por aquí a un hombre? Tenemos que atraparle y matarle porque ha escapado de la prisión. Tiene una sentencia de muerte». Tú le has visto. Puedes decir que sí y estarás diciendo la verdad, pero entonces serás responsable de la muerte de ese hombre. Puedes decir que no le has visto o puedes darle a la policía una pista equivocada; de esta manera el hombre se salvará. Sigues siendo no violento pero has mentido. ¿Qué harías? Parece imposible escoger, casi imposible. ¿Qué ley es la más fundamental?

Jesús le respondió: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Esto es po: no está respondiendo a la pregunta en absoluto; está respondiendo a otra cosa. No está bajando al mundo de las leyes; se mantiene situado en su cumbre del amor. Dice: «Este es el primer gran mandamiento. Ama a Dios con todo tu corazón, toda tu mente y todo tu espíritu». La pregunta era sobre la ley, pero la respuesta es sobre el amor. En realidad, no ha contestado a la pregunta, o puedes decir que ha contestado a la pregunta, porque esta es la única respuesta ya que no puede haber otra respuesta.

Hay que comprender esto. Solo se puede responder una pregunta de un plano más bajo desde un plano más alto; si te quedas en el mismo plano, es imposible responder. Por ejemplo, desde donde te encuentras surge la pregunta, surgen muchas preguntas. Si le preguntas a una persona que está en tu mismo plano, no podrá responderte. Sus respuestas pueden parecer relevantes pero no lo son, porque él está en la misma situación que tú.

Es como un loco ayudando a otro loco, un ciego guiando a otro ciego, un hombre confundido intentando ayudar a otro confundido a alcanzar la claridad. De eso solo surgirá más desorden, más confusión. Eso es lo que ha ocurrido en el mundo: todo el mundo está dando consejos a ios demás. No hay nada más barato que un consejo. De hecho, no cuesta nada, te lo dan simplemente si lo pides; todo el mundo está dispuesto a darte consejos. Tú no lo piensas y los que te dan consejos tampoco piensan en que ellos están en el mismo plano que tú y sus consejos no sirven para nada. O pueden ser incluso dañinos. Solo alguien que esté en un plano superior al tuyo te puede ayudar, alguien que tenga una percepción más clara, una claridad más profunda, un ser más cristalizado. Solo ese tipo de persona puede responder a tus preguntas.

Hay tres posibilidades de diálogo: primero está el de dos ignorantes que hablan. Se habla mucho pero de ahí no sale nada; es todo ficticio. Hablan, pero no quieren decir lo que dicen, ni siquiera se dan cuenta de qué están diciendo, solo están pasando el rato; se sienten bien cuando están ocupados. Están hablando de forma mecánica, como si fuesen dos ordenadores. Después está la posibilidad de dos personas iluminadas hablando. No hablan ni tienen necesidad de hablar. La comunión se produce en silencio; se entienden el uno al otro sin necesidad de palabras. Dos personas ignorantes hablando: demasiadas palabras y no hay entendimiento. Dos personas iluminadas encontrándose: no hay palabras, solo entendimiento.

La primera situación ocurre todos los días, millones de veces en todo el mundo. La segunda situación se da en raras ocasiones, tras miles y miles de años; rara vez ocurre que dos personas iluminadas se encuentren.

Hay una tercera posibilidad: una persona iluminada hablando con una no iluminada. Entonces hay dos planos, uno está en la tierra y el otro está en el cielo; uno se mueve en una carreta de bueyes y el otro vuela en avión. La persona que está en la tierra pregunta una cosa y la persona que está en el cielo responde otra cosa. Pero esta es la única forma, la única manera de ayudar a la persona que está en la tierra. El hombre de leyes preguntó sobre la ley, y dijo: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?».

No está preguntando sobre el amor. Jesús está intentando seducirle hacia el amor; ha cambiado el contexto. En cuanto estás en las manos de Jesús él te llevará a una dimensión que no conoces, a lo desconocido, a lo incognoscible.

Jesús le respondió: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

«Con todo tu corazón» quiere decir con todos tus sentimientos. Esto es la devoción. Cuando todos tus sentimientos están unidos, integrados en una unidad, esto es oración. Devoción es todo tu corazón latiendo con el deseo de lo desconocido, latiendo con un profundo impulso, una profunda investigación de lo desconocido, con la devoción de cada latido de tu corazón.

«Con toda tu mente»: este es el significado de meditación, cuando todos tus pensamientos se vuelven uno. Cuando todos tus pensamientos se vuelven uno, el pensamiento desaparece; cuando todos tus sentimientos se vuelven uno, el sentimiento desaparece. Cuando hay muchos sentimientos eres un sentimental. Cuando tus sentimientos son uno, el sentimentalismo desaparece, estás lleno de corazón pero sin sentimentalismos. La devoción no es sentimentalismo. La devoción es una armonía tal de sentimientos, una unidad tal de sentimientos, que la cualidad de los sentimientos cambia inmediatamente. Del mismo modo que cuando pones agua en el fuego se va calentando cada vez más; hasta los noventa y nueve grados centígrados sigue siendo agua pero llega a los cien grados y, de repente, ocurre una transformación. El agua ya no es agua, empieza a evaporarse e inmediatamente cambia de cualidad. El agua tiene la cualidad de fluir hacia abajo; cuando se evapora, el vapor tiene la cualidad de flotar elevándose. Ha cambiado de dirección.

Cuando vives en las emociones, con tantas emociones solo eres confusión, una casa de locos. Cuando todas

las emociones se integran, llega un momento de transformación. Cuando se vuelven una, has llegado a los cien grados, a! punto de evaporación. Inmediatamente desaparece la vieja naturaleza de las emociones, la vieja cualidad de fluir hacia abajo ya no está ahí. Empiezas a evaporarte, y te elevas hacia el cielo como el vapor. Esto es la devoción.

Y lo mismo sucede cuando todos tus pensamientos se vuelven uno; el pensamiento se detiene. Cuando hay muchos pensamientos, es posible pensar; cuando los pensamientos son uno, llega un momento en que esta unidad de pensamiento se vuelve casi sinónimo de no pensamiento. Tener un pensamiento es no tener pensamientos, porque el pensamiento no puede existir solo. Solo puede existir con muchos otros, solo puede existir si hay multitud. Cuando desaparece la multitud, también desaparece ese único pensamiento y se llega a un estado de no pensamiento.