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Quien sea que esté intentando convertirte en otra persona y te diga «Te querré si eres como Buda o como Cristo…», no te quiere. Tal vez ame a Cristo, pero a ti te odia. Y su amor por Cristo tampoco puede ser muy profundo porque si realmente ama a Jesús habría comprendido la singularidad absoluta de cada individuo.

El amor es una comprensión profunda. Si has amado a alguien, habrás desencadenado dentro de ti una cualidad de visión diferente. Ahora puedes ver con claridad. Si has amado a Jesús, te encuentres con quien te encuentres, verás la realidad de esa persona, de ese ser humano específico, de su potencial aquí y ahora. Amarás a esa persona, le ayudarás a convertirse en lo que él o ella pueden convertirse. No esperarás nada más. Toda expectativa es una descalificación, una negación, un rechazo. Simplemente das tu amor sin esperar una recompensa, sin esperar un resultado. Ayudas sin tener en la mente un futuro.

Cuando el amor fluye sin un futuro, hay una enorme energía. El amor ayuda cuando fluye sin motivación, y no hay nada que pueda ayudar tanto como eso. Aunque solo haya un ser humano que te acepta, eso te hará sentirte centrado. La existencia no te ha recibido mal. Por lo menos hay un ser humano que te quiere in-condicionalmente. Eso te da un arraigo, te centra y te da la sensación de estar en casa. Cuando estás lejos de ti mismo estás lejos de la existencia, de tu casa. La distancia entre tú y tu ser es la distancia entre tú y tu casa, no hay más distancia. De manera que quienquiera que diga «Sé otra persona», te está alejando de tu casa. Te volverás falso y te pondrás máscaras. Tendrás personalidades, carácter y mil otras cosas, pero no tendrás alma; no tendrás lo esencial. No serás una conciencia sino una decepción, un seudofenómeno; no serás auténtico.

Por eso, cuando digo ayuda, estoy diciendo que simplemente crees una atmósfera alrededor de las personas. Lleva esa atmósfera de amor y compasión vayas donde vayas y ayuda a los demás a ser ellos mismos.

Es lo más difícil del mundo -ayudar a los demás a ser ellos mismos- porque va contra tu ego. A tu ego le gustaría que los demás fuesen imitadores. Te gustaría que todo el mundo te imitase; te gustaría convertirte en el arquetipo y que todo el mundo fuese como tú. Entonces tu ego estaría muy, muy satisfecho. Te crees el original y los demás tienen que copiarte. Te conviertes en el centro y todo el mundo se vuelve falso.

No, al ego no le convence. Quiere cambiar a los demás con arreglo a sus ideas. Pero ¿quién eres tú para cambiar a nadie? No te hagas responsable de eso. Es peligroso; así es como nacen todos los Adolf Hitler. Son personas que se responsabilizan de cambiar el mundo con arreglo a sus ideas. En la superficie hay una gran diferencia entre un Mahatma Gandhi y un Adolf Hitler. Pero en el fondo no hay ninguna diferencia, porque ambos quieren cambiar el mundo con arreglo a sus ideas. Uno puede estar usando métodos violentos y el otro puede estar usando métodos no violentos, pero los dos están usando métodos para cambiar a los demás con arreglo a sus ideas.

Uno puede usar una bayoneta y el otro amenazarte con que «Voy a hacer un largo ayuno si no me haces caso». Uno puede estar amenazándote con matarte y el otro puede estar amenazándote con matarse si no se le sigue, pero los dos están usando la fuerza. Los dos están creando situaciones en las que pueden obligarte a ser algo que no quieres ser y que nunca has querido ser. Los dos son políticos. Hitler no te ama, y Gandhi tampoco. Gandhi habla del amor, pero no ama. No puede amar porque la idea en sí -el ideal de cómo deberías ser- se lo impide.

Solo hay una forma de amar a las persona y es amarlas tal como son. Y ahí está la belleza: cuando las amas como son, cambian. No según tu criterio sino según su propia realidad. Cuando las amas se transforman. No se convierten; se transforman. Se vuelven algo nuevo, alcanzan nuevas alturas del ser. Pero eso sucede en su ser y de acuerdo con su naturaleza.

Ayuda a la gente a ser natural, ayuda a la gente a ser libre, ayuda a la gente a ser ellos mismos y no intentes obligar a nadie, no intentes tirar, empujar y manipular. Ese es el camino del ego. Y eso es política.

¿Cuándo el sentir cariño por alguien se acaba convirtiendo en una intromisión en su vida?

En el momento que entra la ideología se convierte en una intromisión. El amor se vuelve amargo, se convierte casi en un tipo de odio y tu protección se convierte en una prisión. La ideología es la que marca la diferencia.

Por ejemplo, si eres una madre cuidas a tu hijo. Tu hijo te necesita, no puede sobrevivir sin ti. Eres imprescindible porque necesita alimentos, amor, cariño… pero no necesita tu ideología. No necesita tus ideales ni tu cristianismo, hinduismo, tu islam o tu budismo. No necesita tus escrituras ni tus creencias. No necesita tus ideales de cómo debería ser. Simplemente evita los ideales, los objetivos, las metas; entonces el cariño será hermoso, será inocente. De lo contrario, será interesado.

Cuando en tu cariño no hay ideologías, no quieres convertir a tu hijo en cristiano, no quieres hacer de él esto o lo otro, comunista o fascista, no quieres que se convierta en empresario, médico o ingeniero… No tienes ideas preconcebidas para tu hijo. «Yo te querré y cuando crezcas, tú elegirás -le dices-, sé lo que naturalmente quieras ser. Seas lo que seas, tienes mi aprobación y decidas lo que decidas, por mi parte lo acepto y lo apoyo. Esto no significa que te vaya a querer si te conviertes en el presidente de la nación, y no te vaya a querer y me avergüence de ti si solo eres un carpintero. No te daré una buena acogida solo cuando llegues con una medalla de oro de la universidad, y me sentiré avergonzado si fracasas. No vas a ser mi hijo solo si eres bueno, virtuoso, moral, y esto y aquello, y si no es así, no tendrá nada que ver contigo y tú no vas a tener nada que ver conmigo.

En cuanto introduces una idea empiezas a corromper la relación. El cariño es algo hermoso, pero cuando ese cariño comporta alguna idea, entonces es interesado. Es un trato, tiene sus condiciones. Y todo nuestro amor es interesado; de ahí la infelicidad que hay en el mundo, el infierno en el que se vive. No es que no haya cariño, hay cariño, pero muy interesado. La madre cuida, el padre cuida, el marido cuida, la mujer cuida, el hermano, la hermana… todo el mundo cuida. La gente cuida demasiado y sin embargo el mundo es un infierno. Aquí debe de haber un error, algo está fundamentalmente equivocado.

¿Cuál es ese error fundamental? ¿Dónde fallan las cosas? El cariño tiene condiciones, «¡Haz esto! ¡Sé aquello!». ¿Alguna vez has amado a alguien sin poner condiciones? ¿Alguna vez has amado a alguien tal como es, sin querer mejorar a la persona, sin querer cambiarla; aceptándola absolutamente, totalmente? En-tonces sabes qué es el cariño. A través de ese cariño te sentirás satisfecho y ayudarás inmensamente al otro.

Y recuerda, si cuidas sin ningún interés, sin ambición, la persona a la que cuidas te amará para siempre. Pero si tu cariño tiene alguna intención, la persona a la que has cuidado no será capaz de perdonarte jamás. Por eso los niños no pueden perdonar a sus padres. Pregunta a los psicólogos o a los psicoanalistas; casi todos los casos que tratan son de personas cuyos padres les cuidaban demasiado cuando eran niños. Y su cariño era interesado, frío y calculado. Querían satisfacer algunas de sus ambiciones a través de sus hijos.

El amor debe ser un regalo. En el momento que tiene una etiqueta con un precio deja de ser amor.