Изменить стиль страницы

No, la existencia usa a los dos. Pero el estado de conciencia debe haber sido el del anfitrión. Y realmente, cuando eres el anfitrión no es una sorpresa recibir a un huésped importante; ¡viene Jesús! Si no te identificas con todos los huéspedes, lo divino se convierte en tu huésped. Primero te conviertes en el anfitrión, en un anfitrión puro, entonces lo divino puede convertirse en tu huésped.

Cuando te desconectas vuelves a ti dentro de ti. Pregúntate ahora: ¿qué es ese «ti dentro de ti»? Nunca podrás responder a esa pregunta, no hay ninguna respuesta porque se ha desligado de todas las relaciones que conocemos. De este modo tropezamos con lo incognoscible; eso es entrar en meditación. Cuando te estableces en ella, cuando te estableces en ella totalmente, se convierte en iluminación.

No te será difícil entender este cuento zen.

EL MAESTRO ZEN Y EL LADRÓN -UNA PARÁBOLA DEL PERDÓN

Cuando Bankei llevaba a cabo sus semanas de retiro en meditación, venían alumnos de muchas partes de Japón para participar en ellas. Durante uno de esos retiros, descubrieron a un alumno robando. Informaron a Bankei del hecho y le pidieron la expulsión del culpable. Bankei hizo caso omiso de este suceso.

Más tarde el alumno fue descubierto en un acto similar y, de nuevo, Bankei volvió a zanjar la cuestión. Esto provocó el malestar de los demás alumnos, que hicieron una petición pidiendo la expulsión del ladrón, manifestando que de lo contrario se marcharían todos ellos.

Cuando Bankei leyó la petición les convocó a todos. «Sois hermanos sabios -les dijo-, sabéis lo que está bien y lo que no lo está. Podéis ir a estudiar a otro lugar si lo deseáis, pero este pobre hermano ni siquiera sabe distinguir lo bueno de lo malo. Si no le enseño yo, ¿quién lo hará? Él se va a quedar aquí aunque os vayáis todos los demás.»

Un torrente de lágrimas purificó el rostro del hermano que había robado. Su deseo de robar se había desvanecido.

Esta historia sucede en un campo de meditación, en una sesión de meditación, por tanto debes entender qué es la meditación. Por eso he querido profundizar tanto en la meditación, si no, se te escaparía el significado de esta historia. Estos cuentos no son cuentos corrientes, precisan de un gran trasfondo. Si no entiendes qué es la meditación, podrías leer: «Cuando Bankei llevaba a cabo sus semanas de retiro en meditación», pero no lo comprenderías.

… venían alumnos de muchas partes de Japón para participar en ellas. Durante uno de esos retiros descubrieron a un alumno robando.

Esos alumnos están en todas partes porque el ser humano tiene una mentalidad mercantilista. Y no pienses que quien robaba era muy diferente a aquellos a los que robaba; todos están en el mismo barco. Todos tienen mentalidad mercantilista. Unos tienen dinero y el otro no tiene, pero esa es la única diferencia. Aun-. que ambos tienen la misma mentalidad.

Informaron a Bankei del hecho y le pidieron la expulsión del culpable. Bankei hizo caso omiso de este suceso.

¿Por qué desestimó la cuestión? Porque ambos tenían una mentalidad mercantilista. Ambos son ladrones, solo se trata de un ladrón que intenta quitarle algo a otro ladrón, eso es todo. En este mundo, si acaparas dinero te conviertes en un ladrón, si tienes algo te conviertes en un ladrón. Hay dos tipos de ladrones en el mundo: unos son los respetables y reconocidos, aprobados, registrados y autorizados por el Estado; y los otros son los no autorizados que lo hacen por su cuenta. Robo legal e ilegal. Los legales son los respetados; por supuesto, los ilegales no son respetados, porque van contra todas las normas.

Los avispados nunca van contra las normas, buscan la forma de robar sin transgredirlas. Pero hay algunas personas que no son tan listas y se dan cuenta de que siguiendo las normas, nunca obtendrán nada, por lo que se olvidan de ellas y empiezan a cometer actos ilegales. Pero todos ellos son maniáticos del dinero. Por eso Bankei desestimó la cuestión.

Más tarde el alumno fue descubierto en un acto similar y, de nuevo, Bankei volvió a zanjar la cuestión.

Él sabe que los dos están en el mismo barco, y no hay mucha diferencia entre ellos.

Sorprendentemente, cuando una persona tiene éxito en sus delitos, se convierte en una persona respetable. Solo se convierte en un criminal cuando falla. Los ladrones con éxito se convierten en reyes y los reyes fracasados se convierten en ladrones. Solo es una cuestión de tener éxito. Si tienes mucho poder, eres un gran emperador. ¿Quién fue Alejandro Magno? Un gran ladrón, pero tuvo éxito.

Vuestros supuestos políticos son todos unos ladrones. Intentan acabar con otros ladrones, pueden estar contra el contrabando, contra el robo, contra esto y aquello pero, en el fondo, son los más ladrones y los mayores contrabandistas. Simplemente hacen las cosas legalmente o por lo menos consiguen aparentar que las están haciendo legalmente. Y lo consiguen, al menos mientras están en el poder. Cuando dejan de estarlo, desaparecen todas esas bonitas historias sobre ellos.

El político, una vez depuesto, se convierte en un fenómeno desagradable. Puede tratarse de Richard Nixon o de Indira Gan-dhi. Una vez depuesto, cuando desaparece el poder, cuando ya no tienes el poder para protegerte, todo queda en evidencia. Si sabes de qué modo se ha enriquecido alguien, no serás capaz de respetarle. Pero si la persona es realmente rica puede lograr mantener a la gente callada. Y la gente tiene muy mala memoria, se olvidan.

He leído, en un libro de historia, que expulsaron de Inglaterra a veinte personas por ser piratas. ¿Y qué pasó al cabo de treinta años? De esas veinte personas, algunas se fueron a Australia y otras se fueron a Estados Unidos. Algunas se habían convertido en gobernadores de Estados Unidos, otras en banqueros o terratenientes, pero las veinte se habían convertido en personas muy respetables.

Por eso Bankei desestimó la cuestión. No le prestó mucha atención y la desestimó. «No pasa nada, así es como funciona el mundo.» Alguien sin mentalidad mercantilista lo ignora.

Esto provocó el malestar de los demás alumnos, que hicieron una petición pidiendo la expulsión del ladrón, manifestando que de lo contrario se marcharían todos ellos.

Esas personas no habían ido para meditar en absoluto. Si has ido a meditar, tienes en cuenta algunos requisitos: estar menos centrado en el dinero y conseguir estar más desapegado de tus posesiones. No tiene mucha importancia que alguien te quite unos céntimos, eso no importa demasiado porque no es una cuestión de vida o muerte. Tienes que entender cómo funciona la mente y el apego al dinero de la gente.

Estás contra el ladrón porque te ha robado el dinero. Pero ¿cómo lo has conseguido tú? Se lo habrás robado a alguien de una forma u otra, porque nadie nace con dinero, todo el mundo llega con las manos vacías. Mantenemos que todo lo que poseemos nos pertenece, pero no hay nada que pertenezca a nadie. Esa sería la actitud de una persona que realmente ha ido a meditar, que nada pertenece a nadie. Cada vez tiene menos apego por las cosas.

Sin embargo, estas personas tenían una mentalidad mercan-tilista. Y cuando tienes esa mentalidad, empieza la política. Al ver que Bankei no censuraba al ladrón dos veces, debieron de pensar: «¿Qué clase de maestro es este? ¡Parece que está defendiendo al ladrón!». No podían entender por qué no les escuchaba. No lo hacía para mostrarles que tenían que olvidarse de centrarse en el dinero. Sí, robar está mal, pero centrarse en el dinero tampoco está bien.

Cuando vieron que no censuraba al ladrón dos veces se enfadaron. Hicieron una petición; enseguida entra la política: protestas, peticiones, o «pedir la expulsión del ladrón, manifestando que de lo contrario se marcharían todos ellos».

No habían ido a meditar en absoluto. Si realmente hubiesen ido a meditar, su forma de abordar este problema habría sido completamente distinta. Habrían sido más compasivos con ese hombre y con su anhelo por el dinero. Si realmente fuesen medi-tadores habrían contribuido con su dinero para dárselo a este hombre: «Por favor, quédate con este dinero en vez de robar». Eso habría indicado que estaban ahí para meditar, para transformarse.