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Por eso digo que un hombre religioso, por su propia naturaleza, está implicado y comprometido con la vida. No llorará o gimoteará. Un hombre de sentimiento aparenta ser a veces un hombre de compasión. Pero no os dejéis confundir, el hombre de sentimientos no sirve para nada. Al contrario, complicará aún más las cosas. No ayudará sino que aumentará la confusión; en vez de ayudar dificultará.

El hombre compasivo es muy perspicaz, simplemente actúa, sin lágrimas, sin emociones. No es frío pero tampoco es caliente. Simplemente es cálido y fresco. Esta es la paradoja del hombre compasivo. Es cálido porque es amoroso, sin embargo se mantiene fresco. Pase lo que pase, nunca deja de estar fresco y actuar desde esta calma. Puede ayudar porque conserva la calma.

Para tener una visión en cuatro dimensiones de qué es la compasión debes comprender estas cuatro cosas. ¿Cómo surge la compasión? La compasión no se puede cultivar, si la cultivas se convierte en bondad. ¿Cómo se puede dar vida a esta compasión? No puedes profundizar en las escrituras, no puedes leer, lo que ha dicho Buda o lo que ha dicho Cristo no te puede ayudar porque eso introduce el intelecto pero no aporta inteligencia. No puedes seguir amando del modo que has amado hasta ahora. Si siempre vas en la misma dirección no alcanzarás la compasión. Tu amor no va en la dirección adecuada. Si sigues yendo por el mismo camino -si escuchas a Buda hablando del amor o a Cristo hablando del amor y piensas: «Bien. Tengo que seguir amando como he amado hasta ahora»- obtendrás más cantidad, pero la calidad seguirá siendo la misma. Seguirás yendo en la misma dirección.

Lo que está básicamente mal es la dirección. No has amado. Cuando esto cale a fondo en tu corazón, que «todavía no he amado»… Sí, es terrible sentir que «todavía no he amado», es muy duro. Podemos pensar que los demás no han amado -eso es lo que pensamos: «nadie me ha amado. Está bien, la gente es difícil»-, pero darte cuenta de que no has amado te destroza el ego.

Por eso los seres humanos no quieren darse cuenta del simple hecho de que todavía no han amado. Y como no quieren darse cuenta, no ven. Y como no ven, nunca podrán transformarse. Seguirán girando en el mismo surco; seguirán repitiendo las mismas cosas mecánicamente. Y volverán a desilusionarse una y otra vez.

¿Cómo originar la compasión? Si se hubiese tratado solo de tu amor podrías haber seguido en la misma dirección. Lo adecuado sería ir más rápido, correr más y ser más veloz. Pero no estás yendo en la dirección correcta, de manera que si vas más deprisa, en vez de acercarte, te estarás alejando a más velocidad. La velocidad no va a ayudarte porque, para empezar, estás yendo en la dirección equivocada, que es la dirección de la lujuria y el deseo. Entonces, ¿cómo originar la compasión? Insisto en que tampoco es sentir; puedes llorar amargamente, flagelarte, llorar mil y una lágrimas por los mil y un sufrimientos que hay a tu alrededor, puedes convertirte en un sentimental y que te afecte toda la gente de Vietnam, Pakistán o cualquier otro sitio, puedes dejar que todos los pobres te afecten.

León Tolstoi recuerda a su madre en sus memorias. Dice que era una buena mujer, muy buena; buena en el sentido que he descrito, pero no en el sentido de la compasión. Era muy buena, tan buena que solía llorar siempre en el teatro. Eran muy ricos y pertenecían a la nobleza. Había un sirviente que solía acompañar a la madre de León Tolstoi al teatro cargado de pañuelos, porque le hacían falta durante toda la obra. No paraba de llorar. Tolstoi dice: «Pero me sorprendía ver que en Rusia, incluso cuando era invierno y hacía mucho frío, con temperaturas bajo cero y nevando, ella entraba en el teatro mientras el conductor de la carroza se quedaba esperando de pie, fuera de la carroza, helándose de frío bajo la nieve, incluso llegando a ponerse enfermo, pero ella nunca se acordaba de este hombre que sufría esperándola en la gélida noche, aunque derramara lágrimas por algo que había visto en el teatro».

Son personas sentimentales, emocionales… no les cuesta nada llorar ni sentir. Pero ser compasivo cuesta mucho, ser compasivo te cuesta la vida. Una persona compasiva es una persona muy realista. Una persona de sentimientos simplemente vive un sueño, vagas emociones, fantasías. De manera que la compasión no puede originarse tampoco por los sentimientos. Entonces, ¿cómo originarla? ¿Cuál es la forma zen de originarla? La única forma de hacerlo es la meditación. Se logra a través de la meditación. Por eso tenemos que entender qué es la meditación.

Gautama Buda, el fundador del zen, el fundador de todas las grandes técnicas de meditación del mundo, lo define con una palabra. Alguien le preguntó un día: «¿Qué es la meditación? ¿De qué se trata?». Y Gautama Buda dijo una sola palabra: «¡alto!». Esa fue su definición de la meditación. Dijo: «Si se detiene, es meditación». La frase completa es: «La mente enferma no se detiene. Si se detiene, es meditación».

La mente enferma no se detiene, si se para, es meditación. La meditación es un estado de conciencia sin pensamientos. La me-ditación es un estado de conciencia no emocional, no sentimental, no pensante. Simplemente estás consciente, te conviertes en un pilar de conciencia. Simplemente estás despierto, alerta, atento. Eres conciencia pura.

¿Cómo se alcanza ese estado? Los que practican el zen tienen una palabra especial para la puerta hacia ese estado, lo llaman hua t'ou. Esta palabra china significa antes del pensamiento o antes de la palabra. La mente recibe el nombre de hua t'ou antes de ser alterada por un pensamiento. Entre dos pensamientos hay un intervalo, ese intervalo recibe el nombre de hua t'ou.

Observa. Un pensamiento pasa por la pantalla de tu mente; en ese radar, un pensamiento pasa como si fuese una nube. Primero es indefinido -va llegando, va llegando-, después aparece de repente en la pantalla. Sigue avanzando hasta que sale de la pantalla y vuelve a ser indefinido, desaparece… Llega otro pensamiento. Entre estos dos pensamientos hay un intervalo, por un instante o una fracción de segundo no hay en la pantalla, ningún pensamiento.

Ese estado puro de no pensamiento recibe el nombre de hua t'ou: prepalabras, prepensamiento, antes de que se agite la mente. Se nos sigue escapando porque en nuestro interior no estamos alerta; de lo contrario, la meditación sucede en cada instante. Simplemente tienes que ver lo que sucede, darte cuenta del tesoro que llevas dentro de ti en todo momento. No es que tengas que traer la meditación de ningún otro sitio. La meditación ya está ahí, la semilla está ahí. Solo tienes que reconocerla, nutrirla y cuidarla para que empiece a crecer.

El intervalo entre dos pensamientos se llama hua t'ou, y es la puerta para entrar en la meditación. Hua t'ou, este término significa literalmente «cabeza de palabra». «Palabra» es una palabra hablada y «cabeza» es lo que precede a la palabra. Hua t'ou es el momento antes de que surja el pensamiento. En el momento que surge un pensamiento se convierte en hua wei, que significa literalmente «cola de palabra». Y después, cuando el pensamiento o la palabra se han ido y vuelve a haber un intervalo, vuelve a ser hua t'ou. La meditación es mirar en ese hua t'ou.

«No deberíamos tener miedo de que surjan los pensamientos -dice Buda-, sino del retraso en percibirlos.» Este enfoque de la mente es completamente nuevo, antes de Buda nunca se había experimentado. Buda dice que uno no debería tener miedo de que surjan pensamientos, sino que solo debería temer una cosa: no ser consciente de ellos, retrasar la conciencia.

Cuando surge un pensamiento, si además del pensamiento hay conciencia, si lo ves surgir, ves cómo llega, ves que está ahí y lo ves marcharse, entonces no pasa nada. El simple hecho de verlo se convierte, poco a poco, en tu defensa. La propia conciencia da muchos frutos. Primero puedes ver, y cuando lo haces, te das cuenta de que no eres el pensamiento. El pensamiento está separado de ti, no te identificas con él. Tú eres la conciencia y el pensamiento es el contenido. Va y viene; es un invitado, y tú eres el anfitrión. Esta es la primera experiencia de la meditación.