Изменить стиль страницы

50

Los tres hombres, vestidos con chándal negro y zapatillas de deporte, corrían por la orilla de la playa. Aunque faltaba poco para el amanecer, resultaban prácticamente invisibles con el mar como telón de fondo y el rumor de las olas que mitigaba el sonido de sus movimientos.

Habían llegado a la zona hacía apenas una hora y acababan de recibir una noticia inquietante. Lee Adams había salido de la casa. Lockhart no iba con él. Ella debía de estar todavía en la casa o, por lo menos, esperaban que así fuera. Les habían dicho que Buchanan quizá también se hallara allí. Atraparían a esos dos antes que a Adams. El podía esperar. Ya le darían alcance. De hecho, no se detendrían hasta alcanzarlo.

Cada uno de los miembros del equipo llevaba una pistola automática y un cuchillo especialmente diseñado para seccionar la carótida de un solo golpe. Todos ellos estaban bien entrenados para ejecutar con precisión ese corte letal. Las órdenes que habían recibido eran claras. Todos los ocupantes de la casa tenían que morir. Si se llevaba a cabo a la perfección, sería una operación limpia. Estarían de regreso en Washington a última hora de la mañana.

Eran hombres orgullosos, profesionales por derecho propio y hacía tiempo que estaban al servicio de Robert Thornhill. Como equipo habían sobrevivido a momentos de peligro durante los últimos veinte años gracias a su ingenio, habilidad, fortaleza física y resistencia. Habían salvado vidas, conseguido que ciertas partes del mundo fueran más seguras y ayudado a que Estados Unidos se convirtiera en la única superpotencia mundial. Ello supondría que el mundo sería mejor y más justo para muchos. Al igual que Robert Thornhill, se habían incorporado a la Agencia para prestar un servicio, para participar en una empresa pública. Para ellos, aquello era lo máximo a lo que se podía aspirar.

Asimismo, los tres hombres formaban parte del grupo del que Lee y Faith se habían escabullido en el apartamento de Adams. El episodio les había avergonzado, pues había empañado su reputación casi perfecta. Habían deseado que se les presentara la oportunidad de reparar su falta y ahora no tenían la intención de dejarla escapar.

Uno de ellos se quedó en lo alto de las escaleras para montar guardia mientras los otros dos recorrían las pasarelas de madera en dirección a la parte posterior de la casa. El plan era sencillo, directo, carente de sutilezas. Tomarían la casa con rapidez y con decisión, empezando por la planta baja. Cuando se encontraran con alguien, no formularían preguntas ni le pedirían que se identificase. Sus pistolas con silenciador dispararían una vez por víctima hasta que no quedara un solo ser vivo en toda la casa. Si, era perfectamente posible que estuvieran de vuelta en Washington antes de la hora del almuerzo.