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Continuó vagando por el apartamento. Sonrió al ver la colección de discos guardados en sus fundas originales y un póster enmarcado de la película El golpe. Dudó que tuviera un reproductor de CD o televisión por cable. Abrió otra puerta y entró en la habitación. Se dispuso a encender la luz y se detuvo al oír un sonido que le llamó la atención. Se acercó a la ventana, separó las persianas unos centímetros y echó un vistazo al exterior. Ya era de día, aunque el cielo todavía estaba gris y plomizo. No vio a nadie, pero eso no significaba nada. Podría cercarla un ejército sin que ella se enterase.

Encendió la luz y miró en torno a sí, sorprendida. Estaba rodeada de archivadores, un escritorio, un sofisticado sistema telefónico y varios estantes repletos de manuales. En la pared había tableros con notas pegadas. Sobre el escritorio vio varios archivos ordenados, un calendario y los accesorios típicos de un escritorio. Al parecer, Lee también empleaba su casa como lugar de trabajo.

Si se trataba de su despacho, era posible que su expediente estuviera allí. Seguramente Lee todavía tardara varios minutos más. Comenzó a hojear con cuidado los documentos que había en el escritorio. Luego inspeccionó los cajones del escritorio y los archivadores. Por lo visto, Lee era muy organizado y tenía muchos clientes, en su mayoría bufetes y empresas. Supuso que eran abogados de la defensa porque los fiscales ya contaban con sus propios detectives.

De repente sonó el teléfono y Faith se sobresaltó. Temblando, se acercó al escritorio. La unidad base tenía una pantalla de cristal líquido. Obviamente, Lee disponía de un identificador de llamadas porque el número de la persona que telefoneaba apareció en la pantalla. Era de larga distancia, con el prefijo 215. Faith recordó que correspondía a Filadelfia. Sonó la voz de Lee, pidiendo dejaran el mensaje después de la señal. Cuando la persona comenzó a hablar, a Faith se le heló la sangre.

– Dónde está Faith Lockhart? -inquirió la voz de Danny Buchanan.

Danny continuó formulando preguntas en tono afligido: ¿qué había averiguado Lee? Quería respuestas y no estaba dispuesto a esperar. Buchanan dejó un número de teléfono y luego colgó. Faith comenzó a retroceder del escritorio. Se quedó quieta, paralizada por lo que acababa de escuchar. Transcurrió un largo minuto durante el cual los pensamientos de traición se arremolinaron en su cabeza como confeti en un desfile. Luego oyó un sonido a su espalda y se volvió. Dejó escapar un grito corto y agudo y se le cortó la respiración por unos instantes. Lee la observaba fijamente.