En la pareja podemos observar cómo y cuándo nos abrimos y cómo y cuándo nos cerramos al otro, y al conocer más sobre la desconexión podremos crear un canal para abrirnos.

Las parejas proyectan en el otro el lado que se cierra y transportan aquella pelea interna a una pelea externa. Y entonces pensamos que es el otro el que se cierra, el que no nos deja entrar, el rígido.

Si transitamos este camino juntos y con amor podremos, en lugar de reaccionar frente a la reacción del otro, mostrar qué nos pasa cuando el otro se aleja, cuando se cierra. Debo escuchar de mi compañero qué actitudes mías lo hieren y lo ayudan a alejarse de mí.

Los problemas de pareja comienzan cuando dejamos de estar presentes para nosotros mismos y para el otro; cuando volvemos a escondernos detrás de roles fijos, de pantallas; cuando comenzamos a sentir el dolor del alejamiento del otro, que muchas veces es una proyección de cómo nos alejamos nosotros.

Cada vez creo menos que la cuestión sea resolver los problemas concretos por los que dicen sufrir las parejas. Si nos metemos más profundamente en cada pelea, siempre llegamos a este punto de la falta de contacto, la falta de apertura.

Si yo puedo abrirme y mostrar mi dolor frente a cualquier problema y mi compañero hace lo mismo, quizás los problemas se vayan acomodando solos en otro plano de conflicto; porque lo más importante será que estamos juntos mostrándonos, que estamos en contacto, abriéndonos a lo que pasa. Y eso es muy reconfortante.

Abrirnos y confiar en que el otro nos recibe tal como somos, es una actitud que viene y nos lleva al amor.

No tengo que disfrazarme de fuerte para que me quieras. Si lo hago nunca sabré si serás capaz de quererme como verdaderamente soy: vulnerable, débil o lo que sea.

Te ato entonces a la imagen de aquellos que durante mi educación me ayudaron a pensar que yo debía ser de esta o de aquella manera para ser querido.

No es fácil llegar al punto de atreverse a mostrarse; nos da miedo que nos vean vulnerables, por ejemplo. Pero si soy vulnerable (y por supuesto que lo soy) necesito que aceptemos (tú y yo) mi vulnerabilidad para estar presentes y entregarnos.

Es difícil en la pareja porque los dos jugamos este juego; y si me abro y el otro se cierra, el dolor es muy grande.

Por eso la relación íntima genera tanto sufrimiento, porque estamos cabalgando siempre en esta problemática, en este juego.

Quizás esto ayude a nuestros lectores a observar todo este proceso en sus parejas, y a hacerlo consciente, que es la manera de superarlo.

Podemos observar la verdadera pelea que se suscita en nuestro interior entre la parte que quiere expandirse, ir hacia afuera, mostrarse, y la parte que quiere esconderse porque tiene miedo de ser descalificada, no querida, rechazada, abandonada.

Los problemas concretos que tenemos con nuestras parejas son una capa más superficial de este problema fundamental que está por debajo de todos los otros. Podemos utilizar los problemas cotidianos como una vía de acceso a estos problemas más esenciales que se juegan todo el tiempo en la relación. Y en este camino nos enriquecemos constantemente, porque nos acercamos cada vez más a nosotros mismos, que es la única manera de sentirnos bien, de sentir amor, paz y alegría; en última instancia, lo que estamos buscando. Porque todos buscamos sentirnos bien, lo que pasa es que tomamos caminos inadecuados.

A veces las parejas me preguntan:

– ¿Cómo podemos estar juntos si siempre queremos cosas diferentes?

Y yo les digo que en esencia siempre quieren lo mismo, (porque todos queremos en esencia lo mismo), que es poder amarse, unirse, abandonar la armadura y entregarse.

Quizás la salida consista en darnos cuenta de que el camino prefijado ha demostrado ser inútil. Habrá que dejar de lado nuestras viejas identificaciones y buscar un rumbo nuevo todo el tiempo, soltar nuestras viejas estructuras para inventar un camino juntos. Enfrentar el miedo a la confusión y al vacío. No podemos esperar a deshacernos del miedo para avanzar, sólo seremos capaces de avanzar con él.

Todas las parejas tienen problemas, asuntos no resueltos. La idea no es arreglar los problemas, porque si nos dedicamos a un problema particular, mañana va a aparecer otro y asi sucesivamente. La idea es corrernos del contenido particular del problema y darnos un nuevo contexto para mirar lo que nos pasa; observar los problemas con otra mirada, sin identificamos sólo con nuestro lado; alejarnos de la idea de arreglar las cosas para sacarnos el problema de encima.

Esta propuesta tiene que ver con ir más allá de lo que vemos en una primera mirada y ver cuál es el fondo de la cuestión. De qué estamos hablando realmente, cuál es la verdadera causa de la pelea que se expresa de esta particular manera.

No es fácil colocarnos en esta nueva mirada, porque va en contra de nuestra cultura, que tiende a arreglar las cosas cambiando algo afuera.

Y como el arreglo del afuera nunca es suficiente, solemos echarle una vez más el fardo a la incompatibilidad de caracteres o a no haber encontrado a la persona adecuada.

La paradoja del amor…

(De paso, si te gusta, quizá hasta podría ser un título para el libro).

Lau

No quiso releer lo escrito, sabía que hablaba de ella tanto como hablaba de sus pacientes y que denunciar esta situación la dejaba demasiado expuesta. Como decía Nancy, tal vez ella misma había cancelado su proyecto de estar en pareja para resolver la paradoja, y quizás se había equivocado.

A pesar de su inquietud, Laura reconoció sentirse aliviada de haber puesto por escrito su vivencia personal. Quería saber lo que Fredy opinaría después de leer su texto, pocas dudas tenía de que su colega percibiría con toda claridad lo que había de personal en sus planteamientos. Aunque Fredy era tan despistado que nadie sabía cuándo podían ocurrir esas cosas.

Se sorprendió de sí misma cuando, al día siguiente y sin ninguna otra excusa, abrió su administrador de corrreo buscando la respuesta de trebor. Pero más la asombró su frustración al no encontrar mensajes. No era usual que Laura se quedara pendiente de nada, mucho menos de una respuesta.

El asombro se fue convirtiendo en fastidio, la expectativa dio lugar a la ansiedad y la frustración se volvió irritación.

Después de una semana sólo había llegado a su buzón un correo: la invitación para el nuevo congreso de la Asociación Gestáltica Americana.

Quizás Fredy aceptara ir juntos otra vez. Pensó que le gustaría pasar más tiempo con ese hombre con el que tanto se enojaba pero a quien admiraba en muchos aspectos.

– ¡Calma Laura! -le advirtió una voz interior que, ella sospechaba, era la de su madre. Pero, aunque hubiera sido la de su madre, esta vez Laura no pudo obedecerla.

Sentía la excitación. Indudablemente, aquella ansiedad era algo más de lo que parecía ser…

A lo mejor debía llamarlo por teléfono y simplemente pedirle que leyera y contestara su mensaje. A pesar de que nunca lo habla llamado tenía en su agenda todos los números que Fredy le había pasado en Cleveland. ¿Por qué no?

Buscó su agenda, encontró el número y marcó. El timbre de llamada ya estaba sonando cuando recordó que Fredy le había avisado que no estaría en la ciudad hasta el lunes.

Laura colgó sin esperar que saltara el contestador.

Cuatro largos días pasaron todavía antes de que el mensaje de trebor@hotmail apareciera en su pantalla.

Laura:

Me alegró saber que algo de lo que te escribo te ha servido personalmente. Lo creas o no esa frase representó un gran halago para mí, valorando como valoro tus conocimientos y experiencia me siento como si Pavarotti hubiera disfrutado de escucharme cantar en la bañera, o casi.

¿Y qué te pasa a ti?

Yo creí que tenías el tema mejor resuelto que nadie, pero después de leer tu último mensaje me doy cuenta de que, como todos los terapeutas del mundo, eres mucho más hábil con los conflictos ajenos. ¡Qué suerte! Ya nunca más me sentiré solo en esas situaciones de impotencia que hasta hoy llegaban a hacerme dudar de mi capacidad profesional.

Alentado por tu actitud me animo a más… Estoy seguro de que es un acto de mezquindad de tu parte “retirarte del mercado”; algunas decenas de tipos que conozco matarían a su madre para encontrar una mujer como tú. No estoy dispuesto a admitir que ninguno de ellos te guste o sea suficiente para ti.

Mi propuesta es esta: EXPLORAR.

Deja que se acerque el próximo tipo que aparezca y date permiso para ver qué pasa. ¿Quién sabe? Quizás…

Pido disculpas si te parece que mi consejo no está a la altura de dos terapeutas como somos, pero siento que a veces lo simple aporta las mejores soluciones.

Tengo dos cosas más para decirte. Estuve pensando sobre el título del libro.

Releyendo lo que me escribiste y a partir de la paradoja, me acordé de una poesía de Margueritte Yourcenar que dice más o menos así:

Amarte con los ojos cerrados
es amarte ciegamente
amarte mirándote de frente
sería una locura…
yo quisiera que me amen con locura.

Y pensando en esa idea y en el mensaje de nuestro libro, se me ocurrió proponerte que lo titulemos “Amarse con los ojos abiertos”

Piénsalo. Me parece que tiene mucho que ver con nosotros…

Y por último algo que no tiene ninguna relación con lo anterior, o tal vez sí.

Te acuordas de mi amigo y ex-paciente Roberto (el del cuento de Egroj), bueno, resulta que le leí tus comentarios y se quedó fascinado (más que yo) con tu claridad y tu inteligencia. Y entonces ahí mismo me dijo que quería consultar contigo algunas cosas de su relación de pareja. ¿Podrías atenderle aunque sea unas pocas sesiones para orientarlo?

No quiero que le regales nada. Me gustaría sólo que lo atiendas como un paciente más, le cobres tus honorarios y después, si quieres, me das tu opinión sobre el asunto.