Creo que es evidente que en las mujeres parece predominar el hemisferio derecho y en los hombres el izquierdo.

Norberto Levy dice: “Así como existe una relación de pareja con otro ser humano, existe una relación de pareja interior entre los aspectos femeninos y masculinos de la propia individualidad”.

Todos estamos constituidos como polaridades. Tenemos aspectos masculinos y femeninos, activos y pasivos, débiles y fuertes. El asunto es que si nos identificamos culturalmente con uno solo de estos aspectos polares proyectaremos el otro en el afuera.

La confusión que se da habitualmente es creer que mi pareja es la causa de mi conflicto, sin darme cuenta de que es un conflicto interno entre dos aspectos polares que vengo acarreando, sin hacerlo consciente.

La misma energía que uso en pelearme con mi pareja es la que necesito para descubrir qué me pasa a mí.

A veces me pregunto si muchas dificultades que tienen las parejas no estarán en última instancia ligadas a la no aceptación de la diferencia de miradas entre el hombre y la mujer.

Uno no puede dejar de preguntarse con Gray ¿Cómo se armonizan dos personas que viven en mundos diferentes? ¿Cómo se pueden comunicar un hombre y una mujer si están en diferentes frecuencias?

Respuesta: Sólo si pueden abandonar la idea de que hay un único punto de vista.

Es nefasto creer que el mío es el único lugar de análisis, aunque es peor aún dejarme convencer de que el tuyo es lugar de la mirada privilegiada. Es imprescindible incorporar las dos maneras de estar en el mundo, para integrase como personas y con el otro.

Respeto mi identidad y mi forma de ser en el mundo y, a partir de allí, doy y reclamo respeto.

Hablando desde lo personal, admito que tengo tendencia a funcionar con una conciencia un tanto difusa y soñadora, y de hecho mi trabajo personal de los últimos años es incorporar una conciencia más focalizada.

(Mientras escribo esto me río porque me imagino que todas mis parejas de los últimos años coincidirían en decir que no percibieron el resultado de mis esfuerzos por incorporar la lógica a mi vida…

El problema de la relación de pareja es que, si no tengo la flexibilidad para pasar de un nivel a otro, cuando estoy instalada en un rígido punto de vista, tiendo a rechazar a mi compañero, que piensa desde otra perspectiva.

Si me lanzo a la aventura de entender su manera de pensar, incorporo cosas nuevas pero sobre todo le incorporo a él.

El desafío de la pareja pasa por abrirse a una forma diferente de estar en el mundo e integrarla en mí mismo Abrirse a un pensamiento nuevo, a una manera diferente de encarar la vida. El amor empieza cuando descubro al otro. Ya no es una idea de lo que debería ser, es alguien nuevo que me sorprende con su originalidad.

Allí comienza el amor, con la sorpresa, con el descubrimiento, mientras que si trato de encajar al otro en mis viejas ideas, no pasa nada. Abrirse al amor es abrirse a lo nuevo… Amar es abrirse a lo real.

Laura

Y antes de enviarlo agregó:

PD:¡Exijo tu aportación!

Laura sonrió y caminó hacia el jardín para disfrutar de un rato de sol antes de irse a su consultorio.

Se recostó en el banco y se puso a pensar en las citas de esa tarde: Héctor y Graciela, Marcelo y Patricia. Javier y Analía, Hugo y Beatriz, Armando y Carla.

Con Héctor y Graciela estaba todo bien, ambos habían sintonizado la onda de escucharse para construir juntos y las cosas se iban acomodando ahora, casi sin su participación.

Marcelo y Patricia habían empezado hacía una semana; él había aparentado ser un tipo fresco y agradable ella parecía demandante y ansiosa. Laura pensó que debía prestar atención para corroborar esa primera impresión.

Javier y Analía consultaban por sus discusiones permanentes; desde el principio Laura intuyó que eran un clásico ejemplo de problemas personales traídos a la pareja y había decidido verlos en función de la pareja pero con entrevistas por separado. Hoy la vería a Patricia, ella estaba trabajando su tortuosa relación con su padre, un alcohólico violento y poco afectuoso, para tratar de no desplazar sus reclamaciones a Javier, quien muchas veces inocentemente (y otras no tanto) pagaba los platos rotos de aquella relación mal elaborada de su esposa.

En muchos aspectos Beatriz y Hugo eran una pareja especial, principalmente por la identificación que Laura sentía con Beatriz (en muchísimas cosas la vida de Beatriz y la de ella se parecían, los planteamientos existenciales de ambas eran coincidentes y sus pretensiones idénticas), pero también eran especiales porque ambos eran personas con ángel y hacían de esta sesión semanal una hora diferente.

Muchas veces había pensado en derivarlos a otro especialista, sin embargo ni Beatriz ni Hugo habían aceptado nunca su propuesta de ver a otro terapeuta, quizás justamente por esta afinidad que se percibía en sus encuentros, y Laura se había dejado seducir por la idea de seguir con ellos. Actualmente pasaban por un momento muy reflexivo; los dos terminaban de descubrir que podían concederse espacios de “no-control” y disfrutar de las consecuencias. Beatriz había vuelto a tomar clases de pintura y Hugo había encontrado en esas ausencias de su mujer el espacio para navegar por el mundo de Internet en lugar de estar poniéndose paranoico con “los otros” con los cuales ella se encontraba.

La preocupación de ese día venía de Armando y Carla. En lo íntimo de su pensamiento Laura no entendía para qué seguían juntos. Tenían una de esas relaciones “Yo-Yo”, como ella las llamaba. “Vínculos Yo-Yo” eran para Laura aquellos signados por la mezquina actitud de los dos de ocuparse en exclusividad de sí mismos, “Yo-Yo” también porque iban y venían en un subibaja siniestro de peleas, separaciones, encuentros, gritos, insultos y efímeras reconciliaciones. “Yo-Yo” finalmente porque muchas veces se enredaban en anudadas galletas y era imposible saber cómo desenredarlos.

Los dos sabían que se mentían, manipulaban, competían y vivían resentidos. Salían con terceros a escondidas y coqueteaban permanentemente con otros y otras. Sin embargo se enojaban con Laura cada vez que ella les sugería separarse aunque sea transitoriamente; llenando la sesión de discursos repletos de lugares comunes que justificaran seguir adelante porque “nos amamos demasiado para separarnos”, porque “yo sé que ella es la mujer (o él es el hombre) de mi vida”, porque “cuando una ama debe luchar hasta el final por lo que ama”, porque “no podría vivir sin él (o sin ella)”… etc… etc… Y Laura amagaba una pequeña insistencia y luego un poco se resignaba, otro poco aceptaba sus limitaciones y un poco más se preguntaba sí después de todo no tendrían razón y era ella o toda la ciencia la que estaba equivocada en los sofisticados análisis psicosociológicos de cada vínculo.

Después de todo -terminaba preguntándose- ¿quién podía asegurar que separarse sería mejor para ellos que seguir adelante? ¿Sería universalmente cierto que era mejor estar solo que mal acompañado?

A lo mejor Armando y Carla tenían razón y Laura debía replantearse todas sus teorías sobre las parejas.

Se levantó del banco decidida a tener más cuidado en las próximas sesiones; la situación la involucraba personalmente y quizás era esa connotación lo que la condicionaba para evaluar la pareja como inviable.

Debía estar alerta para no contaminarse.

En cierto modo, ella misma no estaba en pareja porque no aceptaba una relación mediocre y convencional, ella jamás había podido sostener un vínculo por el vínculo mismo, ella siempre había pretendido más.

El resto del día transcurrió sin sorpresas y hasta la sesión con los conflictivos Armando y Carla resultó interesante y productiva.

Laura regresó a su casa satifecha con su profesión y su especialidad.

En el ordenador le esperaba un mensaje:

Lauri

He estado pensando en tus ideas.

Cada día te veo más clara y más sabia.

Te adjunto algunas cosas que leí y que estuve pensando.

Dice Castillejo que hay tres razones principales que impiden el encuentro. La primera es que a veces tratamos de comunicarnos cuando estamos en distinto nivel de conciencia. Como tú dices, hay dos maneras de estar en el mundo: una seria, desde la conciencia focalizada, y la otra, difusa y globalizadora.

La primera tiene que ver con la lógica y es la mirada analítica.

La segunda tiene que ver con con la percepción holística del mundo, verlo como una totalidad, e incluye las emociones y las vivencias: es la mirada de la experiencia.

Cuando dos personas tratan de comunicarse y una está hablando desde la lógica y la otra desde lo que le pasa, el encuentro es imposible. Es como intentar una comunicacion desde dos idiomas distintos, un choque de paradigmas.

Es fundamental darnos cuenta desde dónde me está hablando el otro. Cómo se ve a sí mismo, cómo me ve a mí, cómo ve lo que nos pasa.

Si yo estoy acostumbrado a ver las cosas desde mi conciencia difusa o desde mi intuición, querer encontrarme en armonía con otro que mira la vida desde la coherencia es, en principio, una pretensión casi imposible.

La propuesta es que yo me abra a otra manera de ver las cosas, y entonces no sólo podré encontrarme con el otro, sino que incorporaré para mí mismo esa otra manera de estar en el mundo. Si una pareja plantea un problema y él lo ve desde la lógica y ella desde lo que siente, es muy difícil que se entiendan si antes no perciben y aceptan como punto de partida estas diferencias.

Yo creo que, afortunadamente, en la actualidad hay un cambio: las mujeres están ocupándose de desarrollar el lado masculino y los hombres el femenino.

Como tú bien dices, si yo acepto y respeto tu mirada y la voy integrando con la mía, eso es crecimiento para mí; si la rechazo tratando de convencerte de lo que pienso, me quedo solo e igual a mí mismo.

Sin embargo, esto es lo que hacemos: tratar de que el otro haga las cosas como a nosotros nos parece, sin detenernos a pensar que el otro puede darnos una opción mejor, diferente, nueva…

Con respecto a las otras actitudes que impiden el encuentro, Castillejo habla de la dificultad para estar presentes. Si nos escondemos detrás de disfraces, no podemos tener contacto con nadie, pues nadie puede conectar verdaderamente con un personaje.