Estuve viendo a la pareja que me mandaste, Roberto y Cristina. Cada uno vino, como siempre vienen las parejas, con sus creencias a cuestas. Ella con la idea de que en una buena pareja el otro debe ser siempre la principal prioridad, y él con la convicción de que los problemas del vínculo se deben a que son diferentes,”porque en una pareja lo importante es coincidir”.

Hay que ayudar a la gente a salirse del mito que supone que si nos queremos tenemos que coincidir en todo. No es así, amarse no signifca pensar igual ni quererte más que a mí mismo. La cuestión es que me respetes como soy. La cuestión es “amarse con los ojos abiertos” como el título de nuestro libro.

Cuando podemos lograr esto en una pareja, no es tan difícil ponerse de acuerdo, porque ya hay un acuerdo esencial: yo te acepto como eres y tú me aceptas como soy.

Deberíamos insistir acerca de lo maravilloso que es sentirse aceptado como uno es, porque la aceptación nos da sensación de libertad; es como un motor que nos permite soltarnos. Es importante trabajar para aceptar a nuestro compañero tal como es, viéndolo en su totalidad, descubriendo su sistema de funcionamiento y respetando su manera de ser.

Cuando uno de los integrantes de una pareja dice: “Me gustaría que fueras menos esto o más aquello”, no advierte que si el otro efectivamente cambiara, cambiaría entonces todo el sistema, y es más, nadie podría garantizar que la persona que reclamaba el cambio siga sintiendo que el otro le gusta, porque el cambio lo habrá convertido en otra persona.

Sabemos que queremos al otro así como es; no podemos saber si lo querremos cuando sea de otra manera.

Las personas somos un paquete completo y amar es poder aceptar al otro como un solo paquete, quererlo como es, sin intentar cambiarlo. En fin, es todo un desafío… Un desafío que empieza por uno mismo.

“Aceptarse” empieza por “aceptarme”.

“Aceptarse”, lo repetiré hasta el cansancio, no quiere decir resignarse o creer que no hay posibilidad de mejorar. Todo lo contrario: estamos convencidos de que es ese movimiento de aceptación y no pelea -y ninguna otra cosa- el que puede generar el cambio verdadero.

Todo cambia naturalmente. Si me doy cuenta de esto me entrego sin miedo, porque sé que no me voy a quedar estancado allí, que la vida es un fluir permanente.

Aunque suene contradictorio, querer cambiar es frenar este proceso natural de cambio. Por el contrario., aceptar es permitir el cambio natural que se va a dar sin que yo lo decida.

Estar vivo es estar en movimiento permanente; lo que no puedo hacer es querer dirigir ese cambio.

Si juntamos estos dos temas (el de la falta de aceptación y el de atarnos a nuestras creencias) tendremos el mapa de los problemas del noventa por ciento de las parejas.

Entramos en la pareja llenos de ideas sobre cómo debe ser el vínculo, cómo se comporta una mujer, cómo se comporta un hombre, cómo debería comportarse alguien que nos quiere, qué es y qué no es compartir, cuánto y cómo se debe hacer el amor, si debemos hacerlo todo juntos o no, etc…

Y ni en la pareja ni en los individuos existe una ley que determine lo que es mejor. Lo mejor es siempre ser quien uno es.

Es verdad que es posible evolucionar y superarse, pero sólo cuando partimos de aceptar que somos quienes somos aquí y ahora. Dice Nana Schnake: “Nadie puede construir un puente sobre un río que no ve”.

Aceptarnos no quiere decir renunciar a mejorar, quiere decir vernos como somos, no enojarnos con lo que nos pasa, tener una actitud amorosa y establecer un vínculo reparador con nosotros mismos, que es lo que nos ayuda a crecer.

Si seguimos torturándonos a nosotros mismos, exigiéndonos ser lo que no somos, seguramente terminaremos atribuyéndole a alguien la causa de nuestro descontento. En un principio este lugar lo ocupan los padres; pero luego, en la medida en que crecemos desplazamos esta acusación a nuestra pareja: “El (o ella) es el (la) culpable de que no me desarrolle profesionalmente, de que no me divierta, de que no gane dinero, de que no sea feliz.”

El trabajo empieza por uno.

Aceptarnos es habitar confortable y relajadamente en nosotros mismos. Besos.

Laura

PD: ¿Cuándo vuelves? Necesito que nos veamos.

Laura terminó de escribir el larguísimo texto y lo copió en el portapapeles para transcribirlo al correo electrónico.

Abrió su administrador de correo y automáticamente buscó Escribir mensaje nuevo…, clic; Para… clic; se abrió la libreta de direcciones, allí buscó Alfredo Daey… click; Aceptar… clic. En el casillero Asunto de la ventana del mensaje escribió: Creencias. Cliqueó en Pegar y el largo mail quedó escrito en la pantalla.

Subió a Enviar., clic.

La confirmación apareció en el monitor:

“Su mensaje acaba de ser enviado a Alfredo Daey en:

[email protected]

A punto de apagar el ordenador se dio cuenta del error. Buscó el mail en mensajes enviados, hizo clic en “Creencias” y cuando el mensaje se abrió en pantalla bajó hasta la última línea y agregó:

PD: Acabo de mandarte este mail a tu dirección anterior. Allí quedará, esperando tu regreso. Mientras, te lo mando otra vez a trebor. Más besos. Laura

¿Debía haberle contado más a Fredy sobre su entrevista con Roberto y Cristina? Posiblemente. Sin embargo se sentía muy confundida por el momento. La conversación con su amiga había empeorado la turbulencia. ¿Y si Nancy tenía razón?

Laura llevaba un estandarte que enarbolaba con orgullo: nunca había tenido un enredo con un paciente.

Por otra parte, como ella misma había escrito, debía aceptarse, no pelearse con sus pensamientos con sus sentimientos ni con sus vivencias.

Pero “aceptarse” en ese momento implicaba admitir que la conducta seductora de Roberto, la conversación con Nancy y el mail de Fredy incitándola a explorar, habían movilizado en ella una serie de fantasías que no solía tener presente en los últimos tiempos.

No podía negar lo que su profesión le impedía desconocer: que la confusión conduce siempre a la certeza si uno se da el tiempo suficiente de permanecer confuso. No iba a ser fácil, por tanto, hacerse trampas a sí misma.

Por incómodo que resultara, tendría que esperar.

El mensaje que Fredy le mandaba en respuesta al suyo venía a responder algunas de sus inquietudes.

Querida Laura:

Es importante encontrar un equilibrio entre contener y expresar las emociones.

Creo que todo esto que venimos diciendo es muy bueno para personas que tienen dificultad de expresarse; pero no debemos olvidar que también hay otras que tienen el problema opuesto, que es no poder contener lo que sienten. Este punto es muy interesante, porque mucha gente acostumbrada a leer sobre gestalt se da permiso para decir cualquier cosa porque lo siente, y cree que si lo siente tiene que expresarlo.

No estoy para nada de acuerdo, sobre todo cuando esas personas dicen barbaridades y después argumentan: “Ahhh, yo soy muy auténtico y si siento tal cosa yo te lo digo”. No es así.

No dudo de que ser conscientes de lo que sentimos, no engañarnos con los pensamientos, darnos cuenta de lo que nos pasa, son actitudes esenciales. Esto es salud: “De ahora en adelante voy a ver qué hago con lo que me pasa”.

Sin embargo, en ocasiones es muy importante aprender a contener lo que sentimos.

Deberíamos ser capaces de retener lo que nos pasa hasta el momento oportuno para expresarlo, y buscar la forma adecuada para que el otro pueda recibir nuestro corazón abierto.

Pongamos por caso el de nuestro paciente Roberto. Quedó fascinado con la entrevista contigo. Al día siguiente de verte me escribió un mail contándome el encuentro y agradeciéndome la recomendación.

Entonces me dice (te lo cuento de colega a colega) que a los cinco minutos de entrar sintió que estaba enamorado de ti desde antes de conocerte. Dice que hubiera querido pedirle a Cristina que se fuera y dedicar ese tiempo a hablar sobre sus cosas o sobre las tuyas, pero no sobre las de ellos dos (y la verdad es que no me pareció un caso de manifiesta transferencia positiva…).

Con buen criterio de salud, me parece, Roberto decide controlar el impulso y dejar estar esa emoción sin necesidad de transformarla compulsivamente en una acción.

Creo que el tema no es vomitar irresponsablemente, eso no ayuda para nada. Es fascinante el trabajo de ir hacia adentro navegando por nuestras emociones hasta ver qué pasa en el fondo, no quedarnos con una primera emoción que puede esconder otras.

Es todo un tema el de las emociones. No confío en las personas que las toman como determinantes absolutas de su acción. Hace falta tener mucho trabajo realizado para saber lo que uno realmente siente y sólo después decidir si es o no el momento de decirlo, de actuar, de demostrarlo.

La gente frecuentemente no se da cuenta de lo que le pasa, ¿cómo pretender que sea razonable en la expresión de sus sentimientos?

Para terminar, te confieso que a veces, cuando las personas dicen estupideces como ”La quiero pero no la amo”, “Fulano ha muerto para mí” o “lo quiero como persona”, yo me pregunto qué estarán queriendo decir.

Fredy

PD: Y hablando de cuidados, no me mandes más mensajes a la dirección anterior. Nunca te perdonaría perderme alguno de tus mensajes.

Desde la parte de las confesiones de Roberto en adelante Laura había apresurado la lectura, leía el mensaje pero a la vez rastreaba en el texto para ver si había una nueva alusión a Roberto. Apenas leyó la firma volvió a esa parte y la releyó frenéticamente unas seis veces. Casi sin respiro, y con el párrafo en pantalla, levantó el teléfono para dejar un mensaje en el contestador de su amiga:

– Nancy, ¡tú sí que lo tienes claro!

CAPÍTULO 15

Laura abrió el armario, escogió una camisa y se la puso frente al espejo con un cuidado especial. Notó que se arreglaba un poco más que de costumbre y se permitió hacerlo.