—Pedro tamién guapo, más raro en chilaba blanca grande, zaragüel grande blanco, babuchas tamién raro en pies de Pedro. Tarbuch grande tamién en cabeza de Pedro. Pedro se pone de marroquí para boda pero no parece marroquí en ropa de marroquí.

Chilaba blanca, zaragüelles blancos, chaleco y camisa blancos, todo bordado y blanco habría acudido Munir a buscar a Aisha para llevarla a su casa.

Para entregar a la novia la acompañarían los hombres de su familia, y para prepararla en su noche de bodas irían dos de sus tías.

En el umbral de la casa, la madre de Munir esperaría a Aisha y le ofrecería dátiles y un tazón de leche, como símbolo de fertilidad. Los hombres de las dos familias rezarían una oración con las manos abiertas a la altura del pecho y la cabeza inclinada hacia las palmas.

—¿Así? —Matilde juntó las manos.

—No, eso rezo cristiano, nosotros abrimos manos como si lavamos cara.

Como si se lavaran la cara, como si las manos fueran un libro, los hombres orarían por la felicidad de los novios. Y Aisha entraría en la casa de Munir con la mirada baja, acompañada de Fatma y Malika, que se quedarían a dormir allí para quitarle el caftán de novia, para vestirla con el camisón nupcial, y dejarla en manos de Munir. Él descubriría su cuerpo. Y al día siguiente, ella alzaría los ojos.

La madre de Munir ofrecería un té a las mujeres de las dos familias. Fatma y Malika vestirían a la novia con un caftán diferente al de la víspera y la adornarían de nuevo con los collares de Salima. Azafrán, caftán de color azafrán, bordado en oro, habría escogido Aisha para esa ceremonia. Tomaría el té con la mirada alta. Las mujeres de su familia se marcharían y Aisha se quedaría en casa de Munir, para vivir con él.

—Mira, seniorita Matilde, ¿gusta? —Aisha sacó del arcón un caftán azafrán y se lo acercó a su cuerpo—, ¿gusta?

Azafrán escogió Aisha para su boda con Pedro, Matilde insistió mucho cuando te lo contó:

—Azafrán, el color que hubiera escogido para el día siguiente a la noche de bodas con Munir, ¿te das cuenta?, ella se entregó primero a Munir, y después se casó con Pedro. Por eso no escogió el color verde para el vestido de su boda real, porque lo llevaba puesto en la que imaginó con Munir.

Matilde te describió a Aisha, luminosa, apoyándose el vestido en el pecho.

—¿Gusta? —volvió a repetir—. Toca, seniorita Matilde, toca —le acercó la mano a la seda—, ¿suave?

Aisha dejó el caftán sobre una silla después de que Matilde lo acariciara y volvió a buscar en el arcón. Sacó un tarbuch rojo con flecos cortos negros.

—¿Ves? Raro en cabeza de Pedro.

Después, Aisha extendió sobre la cama una chilaba blanca y la repasó con los dedos como si la planchara.

—Farida y Aisha mucho cosimos medida de Pedro grande mucho bordamos.

Miró a Matilde, y las dos sonrieron.