Maren entró entonces en la habitación.

—¡La sortija! —dijo con el temor de una pérdida—. Mi madre llevaba siempre una sortija. Nadie nos la ha dado.

Blanca buscó en el fondo de la bolsa y la encontró anudada en una venda.

—Aquí está.

Maren cogió el anillo y se dirigió al comedor, donde estaba Curt.

—¿Puedo quedármelo? —le preguntó mientras se lo ponía.

—Claro —Curt estaba leyendo su carta. Cogió la mano de Maren y miró la sortija que había sido de su madre y de su abuela—. A mamá le gustará que la lleves tú.