—¿Sabes, Carmela? He llenado a Ulrike de besos, pero no sé si se ha enterado.

—Seguro que sí —contestó Carmela sin convicción, para tranquilizarla.

—Yo quería hablarle, pero Peter me dijo que no podía oír. No sé si sentía algo. Por si acaso, yo la he llenado de besos.