La cama de Ulrike permaneció deshecha durante dos días. Nadie se atrevía a tocarla. La puerta de la habitación quedó cerrada desde que Blanca depositara en un rincón la bolsa que trajo del hospital. Fue la última que cerró aquella puerta y la primera que se decidió a abrirla de nuevo, para evitarle a Maren la desolación de la cama vacía, su camisón vacío. Retiró el camisón y las sábanas y los echó a lavar, estaban limpios. Ordenó las prendas de vestir que estaban sobre la silla, posiblemente eran las que iba a ponerse Ulrike para ir a la sesión de quimioterapia, las dobló y las colocó encima de la cama, aún siguieron allí durante tres días más. Sacó la ropa de la bolsa de plástico, el sujetador estaba cortado a tijera por la mitad. Manchas de barro en la parka y el pantalón eran las señales de la caída. No había sangre.