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Pero de repente se produjo un movimiento brusco. Un rápido giro en la postura del prisionero al inclinarse demasiado hacia Olivas. Bosch instintivamente supo que algo iba mal. Waits iba a por la pistola enfundada en la cadera de Olivas bajo el impermeable.

– ¡Eh! -gritó Olivas, presa del pánico-. ¡Eh!

Pero antes de que Bosch o ningún otro pudieran reaccionar, Waits aprovechó su mejor posición sobre Olivas para girar sus cuerpos de manera que la espalda del detective quedó en lo alto de la escalera. El ayudante del sheriff no tenía ángulo de disparo. Ni tampoco Bosch. Con un movimiento como de pistón, Waits levantó la rodilla e impactó con ella dos veces en la entrepierna de Olivas. Éste empezó a derrumbarse y se produjeron dos rápidos disparos, cuyo ruido quedó ahogado por el cuerpo del detective. Waits empujó a Olivas por el borde y éste cayó por la escalera encima de Bosch.

Waits desapareció entonces de su vista.

El peso de Olivas derribó con fuerza a Bosch. Mientras pugnaba por sacar su arma, Harry oyó dos disparos más arriba y gritos de pánico de los que estaban en el nivel inferior. Detrás de él oyó ruido de alguien que corría. Con Olivas todavía encima de él, levantó la mirada, pero no logró ver ni a Waits ni a Rider. Entonces el prisionero apareció en el borde del precipicio, empuñando con calma una pistola. Les disparó a ellos y Bosch sintió dos impactos en el cuerpo de Olivas. Se había convertido en el escudo de Bosch.

El fogonazo de la escopeta del ayudante del sheriff hendió el aire, pero el proyectil se incrustó en el tronco de un roble situado a la izquierda de Waits. Waits devolvió el fuego en el mismo momento y Bosch oyó que el ayudante caía como una maleta.

– Corre, cobarde -gritó Waits-. ¿Qué pinta tiene ahora tu chanchullo?

Disparó dos veces más de manera indiscriminada hacia los árboles de abajo. Bosch consiguió liberar su pistola y disparar a Waits.

Waits se agachó y quedó oculto, al tiempo que con la mano derecha agarraba el peldaño más alto de la escalera y la subía de un tirón al borde del terraplén. Bosch empujó el cadáver de Olivas y se levantó con la pistola apuntando y lista por si Waits aparecía otra vez.

Pero entonces oyó el sonido de alguien que corría y supo que Waits se había ido.

– ¡Kiz! -gritó Bosch.

No hubo respuesta. Bosch atendió rápidamente a Olivas y al ayudante del sheriff, pero vio que ambos estaban muertos. Se enfundó su arma y trepó por el terraplén, utilizando las raíces expuestas a modo de asidero. El terreno cedió al clavar sus pies en él. Una raíz se partió en su mano y Bosch resbaló hasta abajo.

– ¡Háblame, Kiz!

De nuevo no hubo respuesta. Lo intentó otra vez, en esta ocasión colocándose en ángulo en la empinada pendiente en lugar de tratar de ascender en vertical. Agarrándose a las raíces y pateando en el terreno blando, finalmente llegó arriba y reptó por encima del borde. Al auparse, vio a Waits corriendo a través de los árboles en dirección al calvero donde esperaban los demás. Sacó otra vez su pistola y disparó cinco tiros más, pero Waits no frenó en ningún momento.

Bosch se levantó, preparado para darle caza. Pero entonces vio el cuerpo tendido de su compañera, arrebujado y ensangrentado en el matorral cercano.

16

Kiz Rider estaba boca arriba, agarrándose el cuello con una mano mientras la otra yacía flácida a su costado. Tenía los ojos bien abiertos y buscando, pero sin conseguir enfocar. Era como si estuviera ciega. Su brazo flácido estaba tan ensangrentado que Bosch tardó un momento en localizar el orificio de entrada de la bala en la palma de la mano, justo debajo del pulgar. La bala había atravesado la mano, y Bosch comprendió que no era tan grave como la del cuello. La sangre fluía de manera constante de entre sus dedos. La bala debía de haber dañado la arteria carótida y Bosch sabía que la pérdida de sangre o la falta de oxígeno en el cerebro podían matar a su compañera en cuestión de minutos o segundos.

– Vamos, Kiz -dijo al arrodillarse a su lado-. Estoy aquí.

Vio que la mano izquierda de Rider, apoyada en la herida del lado derecho del cuello, no estaba presionando lo suficiente para contener la hemorragia. Estaba perdiendo la fuerza para aguantar.

– Deja que me ocupe yo -dijo.

Bosch puso su mano debajo de la de Rider y la presionó contra lo que, ahora se dio cuenta, eran dos heridas, los orificios de entrada y salida de la bala. Notaba el pulso de la sangre contra la palma de su mano.

– ¡O'Shea! -gritó.

– ¿Bosch? -contestó O'Shea desde debajo de la cuesta-. ¿Dónde está? ¿Lo ha matado?

– Se ha escapado. Necesito que coja la radio de Doolan y que nos manden un equipo de evacuación médica aquí. ¡Ahora!

O'Shea tardó un momento en responder y lo hizo con voz marcada por el pánico.

– ¡Han disparado a Doolan! ¡Y también a Freddy!

– Están muertos, O'Shea. Ha de coger la radio. Rider está viva y hemos de llevarla a…

En la distancia se oyeron dos disparos de escopeta seguidos por un grito. Era una voz femenina y Bosch pensó en Kathy Kohl y en la gente del aparcamiento. Hubo dos disparos más y Bosch percibió un cambio en el sonido de encima del helicóptero. Se estaba alejando. Waits les estaba disparando.

– ¡Vamos, O'Shea! -gritó-. Nos estamos quedando sin tiempo.

Al no oír respuesta alguna, cogió la mano de Rider y la apretó de nuevo contra las heridas del cuello.

– Aguántala aquí, Kiz. Aprieta lo más fuerte que puedas y volveré enseguida.

Bosch se levantó de un salto y cogió la escalera que Waits había retirado. Volvió a colocarla en su lugar, con la parte inferior entre los cuerpos de Doolan y Olivas, y descendió rápidamente. O'Shea estaba arrodillado al lado de Olivas. Los ojos del fiscal estaban tan abiertos e inexpresivos como los del policía que yacía muerto a su lado. Swann se hallaba en el calvero inferior con expresión de mareo. Cafarelli había llegado desde la sepultura y estaba arrodillada al lado de Doolan, tratando de darle la vuelta para coger la radio. El ayudante del sheriff había caído boca abajo al recibir el disparo de Waits.

– Déjame a mí, Cal -ordenó Bosch-. Sube y ayuda a Kiz. Hemos de contener la hemorragia del cuello.

Sin decir una palabra, la técnica forense trepó por la escalera y se perdió de vista. Bosch volvió a Doolan y vio que le habían dado en la frente. Tenía los ojos abiertos y expresión de sorpresa. Bosch cogió la radio del cinturón de equipo de Doolan, hizo la llamada de «oficial caído» y solicitó que enviaran asistencia médica aérea y personal sanitario al aparcamiento de Sunset Ranch. En cuanto se aseguró de que el helicóptero medicalizado iba en camino, informó de que un sospechoso de asesinato había escapado a la custodia. Proporcionó una detallada descripción de Raynard Waits y se metió la radio en su cinturón. Subió por la escalera y al hacerlo llamó a O'Shea, Swann y al videógrafo, que todavía sostenía la cámara y estaba grabando la escena.

– Todos aquí arriba. Hemos de llevarla al aparcamiento para la evacuación.

O'Shea continuó mirando a Olivas en estado de choque.

– ¡Están muertos! -gritó Bosch desde arriba-. No podemos hacer nada por ellos. Les necesito aquí arriba.

Se volvió de nuevo hacia Rider. Cafarelli le estaba agarrando el cuello, pero Bosch se dio cuenta de que se estaban quedando sin tiempo. La vida se estaba vaciando de los ojos de su compañera. Bosch se agachó y le cogió la mano no herida. La frotó entre sus dos manos. Se fijó en que Cafarelli había usado una cinta del pelo para envolver la otra mano de Rider.

– Vamos, Kiz, aguanta. Hay un helicóptero en camino y te vamos a sacar de aquí.

Miró a su alrededor para ver lo que tenían disponible y en ese momento tuvo una idea al ver a Maury Swann subiendo por la escalera. Se acercó rápidamente al borde y ayudó al abogado defensor desde el último travesaño. O'Shea estaba ascendiendo detrás de él y el videógrafo esperaba su turno.