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– ¿Y no cree que es lo suficientemente inteligente para salir de ésta?

– ¿Cómo? ¿Suicidándome?

– Esa broma no se le hace a un terapeuta.

Tampoco mi contable estaba muy jocoso cuando le conté lo del desastre con Bobby Barra.

– No quiero decirte que «ya te lo dije» -dijo Sandy Meyer-, pero te advertí que no centralizaras toda tu cartera de inversiones en manos del mismo agente.

– Lo sé, lo sé, pero me había hecho ganar tanto dinero hasta ahora… Además esperaba ganar un buen pellizco con él este año…

– Lo sé, David. Y también sé que ésta es una situación difícil de verdad. Bien, esto es lo que creo que deberíamos hacer. Los doscientos cincuenta mil dólares de la liquidación de las acciones servirán para pagar a Hacienda. Tus tarjetas de crédito tienen una deuda acumulada de veintiocho mil dólares, o sea que los treinta mil que tienes en la cuenta servirán para pagar esa deuda, y te quedarán sólo dos mil. Pero Alison me ha dicho que ahora mismo no tienes que pagar alquiler.

– Vivo sin pagar alquiler y sin gastar. Si gasto doscientos dólares a la semana es un acontecimiento.

– Entonces con esos dos mil tienes para diez semanas. Pero tenemos el problema de los once mil al mes de Lucy y Caitlin. He hablado con Alison sobre esto. Me ha dicho que ahora tienes un buen abogado que defiende tus intereses. Estoy seguro de que dadas tus circunstancias considerablemente menguadas, un tribunal aceptaría rebajar la cifra mensual de la pensión.

– No quiero hacerlo. No es justo.

– Pero, David, por lo que yo recuerdo, Lucy está ganando un buen sueldo ahora, y la pensión inicial y la cantidad para gastos de la niña fueron, en mi opinión, exageradamente altas. Ya sé que ganabas dos millones al año, pero aun así, la cantidad era tan excesiva que parecía…, y perdona que te lo diga, dinero para pagar el sentimiento de culpa.

– Era dinero para pagar el sentimiento de culpa. Y sigue siéndolo.

– Ahora no puedes permitirte sentirte culpable. Once mil al mes está fuera de tu alcance.

– Puedo vender el coche por cuarenta mil.

– ¿Qué vas a conducir?

– Algo barato y de mucho menos de siete mil dólares. Con los treinta y tres restantes, puedo pagar los tres próximos meses de la pensión.

– ¿Y después qué?

– No tengo ni idea.

– Es mejor que hables con Alison para que te encuentre algo de trabajo.

– Alison puede ser la mejor agente del mundo, pero no podrá encontrarme trabajo.

– Con tu permiso, la voy a llamar -dijo Sandy.

– ¿Por qué te molestas? Soy una causa perdida.

Unos días después de la llamada de Sandy, Alison me telefoneó y dijo:

– Hola, Causa Perdida.

– Veo que has hablado con mi querido contable.

– Ah, yo hablo con mucha gente -dijo-, incluidos la FRT y la Warner Brothers.

– ¿Y?

– Bueno, es otra llamada de buenas y malas noticias. Primero te daré la mala noticia: tanto la FRT como la Warner están empeñadas en que les devuelvas los dichosos pagos.

– Estoy acabado.

– No tan deprisa; la buena noticia es que las dos empresas están de acuerdo en reducir sus peticiones a la mitad, lo que significa ciento veinticinco mil cada una.

– Sigo estando arruinado.

– Sí, Sandy ya me lo explicó. Pero la otra buena noticia es que les he convencido para que te lo dejen pagar a plazos y el primer pago no vence hasta dentro de seis meses.

– Qué bien. La cuestión es que no tengo dinero para hacer frente a los pagos. Y no tengo trabajo.

– Sí, sí lo tienes.

– ¿De qué estás hablando?

– De que te he encontrado trabajo.

– ¿Escribiendo?

– Por supuesto. No es un encargo muy glamuroso, pero es trabajo. Y, teniendo en cuenta el tiempo que te llevará, está bien pagado.

– Explícate, por favor.

– No quiero que gimas cuando te lo explique.

– Dímelo, por favor.

– Es una novelización.

Intenté no gemir. Una novelización era un trabajo para escritores de poca monta, en el que se coge el guión de una película y se convierte en una novela corta y fácil de leer, que normalmente se vende en los supermercados y centros comerciales. Profesionalmente, era lo más tirado de lo tirado, la clase de encargo que aceptas cuando tienes la autoestima baja o has tocado fondo y necesitas dinero con urgencia. Sin duda yo cumplía todos los requisitos, así que me tragué las protestas y pregunté:

– ¿Cuál es la película que quieren que novele? -pregunté.

– Intenta no volver a gemir…

– La primera vez no he gemido…

– Bueno, pero ahora podría ser que sí, porque es una película para adolescentes que está produciendo New Line.

– ¿Cómo se llama?

– Perderlo todo.

Entonces sí gemí.

– A ver si lo adivino…: dos mocosos de dieciséis años llenos de granos que quieren perder la virginidad.

– ¡Ay qué listo eres! -exclamó Alison-. Sólo que los chicos tienen diecisiete años.

– Van retrasados.

– La virginidad está de moda últimamente. Sobre todo entre los adolescentes con acné.

– ¿Cómo se llaman nuestros dos protagonistas?

– Te va a encantar: Chip y Chuck.

– Parecen dos personajes de tira cómica. Y seguro que está ambientada en una urbanización de nuevos ricos como Van Nuys.

– Caliente: Orange County.

– ¿Y uno de los chicos se lía a cuchilladas?

– No, no es Scream. Pero tiene un giro estupendo al final: resulta que la chica que finalmente se cepilla Chip es la hermanastra de Chuck…

– ¿Pero Chuck no sabía que existía?

– No. Resulta que January…

– ¿Se llama January?

– ¡Oye, es una de esas películas!

– Está clarísimo.

– En fin, resulta que January era el producto de un ligue de una noche con una higienista dental de la que el padre divorciado de Chuck no había hablado nunca con nadie.

– ¡Qué antiguo!

– No, sería antiguo si Chuck sólo se cepillara a January, en plan Lástima que sea una zorra -comentó Alison.

– Alison, me asombras.

– Eh, John Ford fue uno de mis primeros clientes.

– ¿Ése es el argumento, entonces?

– Sí, más o menos.

– Es una mierda, Alison.

– Tienes razón. Pero te ofrecen veinticinco mil dólares por la novelización, a condición de que la entregues dentro de dos semanas.

– Lo hago -respondí.

El guión llegó por Fedex la mañana siguiente. Como era de esperar, era insufrible: pedante, lleno de bromas malas sobre erecciones, clítoris y flatulencias, con personajes insulsos, el típico repertorio de situaciones adolescentes (incluida la indispensable mamada en el coche), la inevitable pelea a puñetazos entre los dos chicos cuando Chuck descubre que está emparentado con la chica que Chip se ha llevado al catre, y el inexorable final «maduro» en el que Chip y Chuck se reconcilian, Chuck y su padre ausente se reconcilian y January le confiesa a Chip que él también ha sido su primer amante… y, aunque no desea una «historia de sexo y pasión», siempre serán amigos.

Llamé a Alison después de acabar de leerlo.

– ¿Qué? -preguntó ella.

– Es basura -dije, y aunque podría haber añadido un comentario lastimero tipo «ya ves a lo que he llegado», me callé.

– Sí, es lo que es. ¿Puedes hacerlo en dos semanas?

– Sin problema.

– Bien. Éstas son las normas que Max Michaels, el editor, me ha pedido que te transmita: la longitud no debe sobrepasar las 75.000 palabras. Recuerda que es para un mercado de idiotas, de modo que debe ser rápido, simple y básico… pero también que las escenas de sexo deben ser…, ¿cómo te lo diría?…, «calientes, pero no tórridas». ¿Se entiende?

– Creo que sí.

– Una última cosa: el editor sabe que eres tú quien va a hacer la novelización…

– ¿Y no tiene objeción?

– Es de Nueva York. Y cree que las cosas que pasan aquí son, por decirlo suavemente, una estupidez. Pero acordamos que, para protegeros, tanto él como tú, era mejor que utilizaras seudónimo. No te importa, ¿verdad?