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– Como el coche de Anita Kaspersson lo encontramos en la casa de Göransson, creemos que Niedermann cambió de vehículo. Pero no hay ni rastro de él.

– Así que la pregunta que debemos plantearnos es si Niedermann sigue escondido en algún lugar de Suecia, y en ese caso dónde y con quién, o si ya se ha puesto a salvo en el extranjero. ¿Con qué nos quedamos?

– No hay nada que indique que se ha ido al extranjero, pero la verdad es que es la única hipótesis lógica.

– En ese caso, ¿qué ha hecho con el coche?

Tanto Sonja Modig como Curt Svensson movieron negativamente la cabeza. En nueve de cada diez casos, el trabajo policial resultaba bastante sencillo cuando se trataba de buscar a una persona con nombre y apellido. Tan sólo era cuestión de crear una cadena lógica y empezar a tirar del hilo. ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Con quién había compartido celda en el trullo? ¿Dónde vive su novia? ¿Con quién solía salir a tomar copas? ¿Dónde está su vehículo? Al final de esa cadena, terminaban encontrando al tipo que buscaban.

El problema de Ronald Niedermann era que no tenía amigos, ni novia, ni había pasado por el trullo y tampoco se le conocía teléfono móvil alguno.

Por consiguiente, una gran parte de las pesquisas se habían centrado en encontrar el coche de Viktor Göransson que, en teoría, estaba utilizando Ronald Niedermann. Eso debería darles una idea de por dónde continuar la búsqueda. Al principio se imaginaron que el coche aparecería al cabo de unos días, probablemente, en algún aparcamiento de Estocolmo. Sin embargo, a pesar de la orden nacional de búsqueda que se cursó, el vehículo todavía brillaba por su ausencia.

– Y en el caso de que se encuentre en el extranjero… ¿dónde está?

– Es ciudadano alemán, así que lo lógico es que se haya marchado a Alemania.

– Allí está en busca y captura. Además, no parece que se haya puesto en contacto con sus viejos amigos de Hamburgo.

Curt Svensson agitó la mano.

– Si su plan era huir a Alemania… ¿para qué iba a ir a Estocolmo? ¿No debería dirigirse hacia Malmö y coger el puente de Öresund o alguno de los ferris?

– Sí, es verdad. Durante los primeros días Marcus Erlander encaminó las pesquisas en esa dirección. La policía de Dinamarca está avisada de los datos del coche de Göransson, y sabemos que Niedermann no ha cruzado en ningún ferri.

– Pero fue a Estocolmo y a Svavelsjö MC, donde mató al contable del club y, supuestamente, desapareció con una desconocida suma de dinero. ¿Cuál sería su próximo paso?

– Salir de Suecia como fuera -dijo Bublanski-. Lo lógico sería coger alguno de los ferris que van hasta los países bálticos. Pero Göransson y su pareja fueron asesinados durante la noche del nueve de abril. Eso significa que Niedermann podría haber cogido el barco a la mañana siguiente. Nos dieron el aviso unas dieciséis horas después de que los hubieran matado y, desde ese momento, buscamos el vehículo.

– Si hubiese cogido el ferri por la mañana, el coche de Göransson debería haber sido hallado en alguno de los puertos de donde salen los barcos -constató Sonja Modig.

Curt Svensson asintió.

– ¿Y no podría ser algo tan simple como que no hemos dado con el coche de Göransson porque Niedermann abandonó el país por el norte, vía Haparanda? Una vuelta larguísima rodeando el golfo de Botnia, aunque en unas dieciséis horas podría haber conseguido cruzar la frontera con Finlandia.

– Sí, pero luego tendría que haberse deshecho del coche en algún lugar en Finlandia y, a estas alturas, nuestros colegas de allí ya deberían haberlo encontrado.

Permanecieron callados un largo rato. Al final, Bublanski se levantó y se puso junto a la ventana.

– Va en contra de toda lógica, pero el hecho es que el coche de Göransson sigue sin aparecer. ¿Es posible que haya encontrado un escondite y que se haya instalado allí? Una casa de campo o algo…

– En una casa de campo lo veo difícil. A estas alturas del año, todos los propietarios se acercan hasta sus casas de campo para echar un vistazo.

– Y tampoco en ningún sitio que esté relacionado con Svavelsjö MC. No creo que quiera toparse con ninguno de ellos.

– ¿Y con eso ya queda excluido todo el mundo del hampa?… Puede que tenga alguna novia que no conocemos…

Les sobraban las teorías pero carecían de datos concretos en los que centrarse.

Cuando Curt Svensson se fue a su casa, Sonja Modig volvió al despacho de Jan Bublanski y llamó a la puerta. Él le hizo señas para que entrara.

– ¿Tienes dos minutos?

– ¿Qué pasa?

– Salander.

– De acuerdo.

– No me gusta nada este montaje de Ekström y Faste y del nuevo juicio. Tú has leído el informe de Björck. Yo he leído el informe de Björck. A Lisbeth le destrozaron la vida en 1991 y Ekström lo sabe. ¿Qué diablos estarán tramando?

Bublanski se quitó las gafas de leer y se las guardó en el bolsillo de la pechera de la camisa.

– No lo sé.

– ¿Tienes alguna idea?

– Ekström afirma que tanto el informe de Björck como su correspondencia con Teleborian son falsificaciones.

– Y una mierda. Si así fuera, Björck nos lo habría dicho cuando lo trajimos a comisaría.

– Ekström dice que Björck se negó a comentar el tema porque se trata de un asunto clasificado. Me ha criticado por haberme adelantado a los acontecimientos y haberlo traído para interrogarlo.

– Ekström cada vez me gusta menos.

– Lo presionan por todos lados.

– No es una excusa.

– No tenemos el monopolio de la verdad. Ekström asegura que tiene pruebas que demuestran que el informe está falsificado: no existe ningún informe verdadero con ese número de registro. También afirma que la falsificación es muy hábil y que el contenido es una mezcla de verdad y fantasía.

– ¿Y qué parte se supone que es la verdadera y cuál la inventada?

– El marco de la historia es más o menos cierto. Zalachenko es el padre de Lisbeth y era un cabrón que maltrataba a su madre. El problema es el mismo de siempre: la madre nunca quiso denunciarlo y, por consiguiente, el maltrato continuó durante varios años. El cometido de Björck era investigar qué ocurrió cuando Lisbeth intentó matar a su padre con una bomba incendiaria. Mantuvo correspondencia con Teleborian, pero la que hemos visto nosotros es una falsificación. Teleborian le hizo a Salander un examen psiquiátrico completamente normal, constató que estaba loca y un fiscal decidió no procesarla. Necesitaba asistencia médica y eso fue lo que recibió en Sankt Stefan.

– Si se trata de una falsificación… ¿quién se supone que la hizo? ¿Y con qué objetivo?

Bublanski hizo un gesto de ignorancia con las manos.

– ¿Me estás tomando el pelo?

– Según tengo entendido, Ekström va a volver a exigir un examen psiquiátrico de Salander.

– No lo acepto.

– Ya no es asunto nuestro. Ya no trabajamos en el caso Salander.

– Pero Hans Faste, sí. Jan, si esos cabrones vuelven a meterse con Salander iré a los medios de comunicación…

– No, Sonja. No lo hagas. En primer lugar porque el informe ya no está en nuestro poder, de manera que no podrás probar lo que digas. Te tomarán por una maldita paranoica y tu carrera se habrá acabado.

– Yo sí tengo el informe -dijo Sonja Modig en voz baja-. El fiscal general reclamó las copias antes de que pudiera dar a Curt Svensson la que había hecho para él.

– Pero si difundes esa investigación, no sólo te despedirán, sino que además serás culpable de grave prevaricación y de haber filtrado un informe clasificado a los medios de comunicación.

Sonja Modig se quedó callada un segundo contemplando a su jefe.

– Sonja, prométeme que no harás nada.

Ella dudó.

– No, Jan, no te lo puedo prometer. Algo huele a podrido en toda esta historia.

Bublanski asintió.

– Sí. Hay algo podrido. Pero ahora mismo no sabemos quiénes son nuestros enemigos.