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Estoy muy convencido de que cuando los occidentales hayan hecho más progresos en las cosas impersonales llegarán un día a dedicar más tiempo también a sus cosas personales, y a ejercer más sentido común en la cuestión de la ropa. Los hombres de Occidente purgan un severo castigo por su conservadorísmo en esta cuestión de la vestimenta y por su temor a las innovaciones, en tanto que las mujeres de Occidente lograron hace mucho tiempo la sencillez y el sentido común en la forma de vestirse. No hablo de las décadas inmediatas, sino de los siglos distantes, pero estoy convencido de que a la larga los hombres idearán una vestimenta lógica y concordante con su posición bípeda, como ya se ha logrado en la ropa femenina. Gradualmente, todos los cinturones y los tiradores incómodos quedarán eliminados, y la vestimenta masculina estará hecha de tal modo que colgará naturalmente desde el hombro, en forma graciosa y adecuada. No habrá hombros acolchados y solapas insensatas, y en lugar del traje actual se usará un tipo mucho más cómodo, que se parecerá más a la bata de entrecasa. A mi juicio, la gran diferencia que habrá entonces entre la vestimenta masculina y la femenina será solamente que los hombres usarán pantalones y las mujeres usarán faldas. Por cuanto atañe a la parte superior del cuerpo, predominará la misma consideración esencial, la comodidad. Los hombres tendrán el cuello tan libre como las mujeres, desaparecerá también el chaleco, y la chaqueta se empleará más o menos en la misma forma en que ahora usan sacos las mujeres. Durante la mayor parte del tiempo los hombres andarán sin chaqueta, como lo hacen hoy las mujeres.

Esto significa, claro está, una revolución en nuestro actual concepto de la camisa. En lugar de esta prenda que ahora usamos como interior, se hará de un material más oscuro y se usará afuera; será de la seda más ligera o del más pesado material de lana, según la estación, y estará cortada de modo que mejore su aspecto. Y entonces los hombres podrán ponerse encima la chaqueta, cuando quieran, pero más por razones de temperatura que por ser formales, porque esta prenda del futuro será correcta y aceptable en cualquier compañía. A fin de destruir los cinturones y tiradores tan insoportables, habrá una especie de combinación de camisa y pantalones, que se pondrá por la cabeza, como hacen hoy las mujeres con sus vestidos, con ciertos ajustes, fingidos o reales, en torno a la cintura, para mejorar la figura.

Aun en nuestros días es posible una reforma para eliminar el cinturón o los tiradores, sin cambiar el actual patrón del traje masculino. El principio básico es: el peso debe estar suspendido de los hombros y distribuido en forma pareja, y no debe estar pegado a la pared vertical del abdomen por la sola fuerza de la adhesión, fricción y comprensión, y la cintura masculina debe ser liberada de sus actuales funciones, para que sea posible un sistema de ropa interior muy suelta. Si iniciamos el camino del progreso sin el chaleco, los hombres podrán abotonar las camisas a los pantalones, como se hace hoy con los niños. Con el tiempo, pues, cuando la camisa se haga prenda exterior, se confeccionará en material más fino, probablemente del mismo color y calidad que los pantalones, o haciendo juego con ellos. O podemos iniciar la reforma del vestido manteniendo el chaleco como parte necesaria, y en tal caso deberíamos tener una combinación de chaleco y pantalones, sin cambiar su forma actual, pero hechos de una sola pieza, y reducida la espalda del chaleco a dos tiras diagonales. Aun sin tales reformas, podríamos eliminar fácilmente los cinturones y tiradores, con la adopción de seis pequeños apéndices, cuatro delante y dos detrás, cosidos al interior del chaleco, con ojales que calcen en los botones de los pantalones. Como el chaleco queda fuera del pantalón, no habrá diferencia visible entre los chalecos que se usan ahora y los que propongo. Una vez iniciadas las innovaciones, y en cuanto los hombres comiencen a pensar que su vestimenta actual no es tan eterna como el universo, será posible modificar gradualmente y eliminar el chaleco mismo, haciendo que esta prenda de combinación esté cortada de manera que luzca mejor que un traje de mecánico, pero respondiendo al mismo principio.

No se necesita imaginación para ver que, en cuanto al ajuste a la variación de las condiciones climáticas, la vestimenta china es la única moda lógica. En tanto que el occidental se ve obligado a usar ropa interior, una camisa, quizá un chaleco, y el saco, esté bajo cero o sobre cuarenta grados la temperatura ambiente, la vestimenta china es infinitamente flexible. Se narra el cuento de la buena madre china que pone una túnica a su niño cuando estornuda una vez, otra cuando estornuda dos veces y una tercera cuando estornuda tres veces. Ninguna madre occidental puede hacer lo mismo; se vería en grave aprieto al tercer estornudo. Todo lo que podría hacer sería llamar al médico. Me inclino a creer que lo único que salva a la nación china de ser exterminada por la tuberculosis y la neumonía, es la túnica acolchada de algodón.

X. DE LA CASA Y LOS INTERIORES

La palabra "casa" debe incluir todas las condiciones de vida o el ambiente físico de la casa de cada uno. Porque todos saben que al elegir una casa es más importante saber qué se puede ver desde la casa que lo que se ve en ella. La ubicación y el panorama que la rodea son lo que importa. He visto en Shanghai algunos hombres ricos muy orgullosos de un pedacito de tierra que poseen, con un estanque para peces de unos tres metros de ancho, y una colina artificial que en tres minutos puede trepar una hormiga, y esos hombres no saben que un pobre que viva en una choza, en la ladera de una montaña, es dueño de todo el panorama de la montaña, el río y el lago, tanto como de su huerto privado. No puede haber comparación entre las dos cosas. Hay casas situadas en un escenario tan hermoso, en las montañas, que no tiene objeto cercar un lote de terreno como propiedad, porque vaya uno por dondequiera es siempre dueño del panorama entero, incluso las blancas nubes recostadas en las colinas, las aves que vuelan por el cielo, y la sinfonía natural de las cataratas y el canto de los pájaros. El hombre que así vive es rico, sin comparación con cualquier millonario que viva en la ciudad. El hombre que vive en la ciudad puede ver nubes fugitivas, también, pero rara vez llega a verlas, y aun cuando lo consiga, las nubes no se destacan sobre un fondo de azules colinas, y entonces, ¿qué objeto tiene ver las nubes? El telón de fondo es falso.

El concepto chino de la casa y el jardín está determinado, pues, por la idea central de que la casa misma es solamente un detalle que forma parte de la campiña que la rodea, como una joya en su engarce, y que armoniza con ella. Por esta razón, se deben ocultar en lo posible todos los signos de artificialidad, y las líneas rectas de las paredes deben ser ocultadas o cortadas por ramas que pendan sobre ellas. Una casa perfectamente cuadrada, hecha como una magnífica pieza de ladrillo, es justificable como edificio para una fábrica, porque allí se debe considerar primero la eficiencia. Pero una casa perfectamente cuadrada, como hogar para vivir, es una atrocidad de primer orden. El concepto chino del hogar ideal ha sido sucintamente expresado por un escritor, de la siguiente manera:

Pasada la puerta del jardín hay un sendero y el sendero debe ser sinuoso. Junto al recodo del sendero hay un tabique al aire libre y el tabique debe ser pequeño. Detrás del tabique hay una terraza y la terraza debe ser bien nivelada. A los bordes de la terraza hay flores y las flores deben ser frescas. Allende las flores hay un muro y el muro debe ser bajo. Junto al muro hay un pino y el pino debe ser viejo. Al pie del pino hay rocas y las rocas deben ser raras. Sobre las rocas hay un pabellón y el pabellón debe ser sencillo. Detrás del pabellón hay bambúes y los bambúes deben ser delgados y ralos. Donde terminan los bambúes hay una casa y la casa debe hallarse aislada. Junto a la casa hay un camino y el camino debe tener una encrucijada. En el punto donde se unen varios caminos hay un puente y el puente debe tentar a que se le cruce. Al extremo del puente hay árboles y los árboles deben ser altos. A la sombra de los árboles hay césped y el césped debe ser verde. Más allá del césped hay una acequia y la acequia debe ser angosta. Donde nace la acequia hay un manantial y el manantial debe ser cantarín. Sobre el manantial hay una colina y la colina debe ser grande. Junto a la colina hay una casa y la casa debe ser cuadrada. En la esquina de la casa hay un huerto de verduras y el huerto debe ser grande. En el huerto hay una cigüeña y la cigüeña debe danzar. La cigüeña anuncia que hay un huésped y el huésped no debe ser vulgar. Cuando el huésped llega hay vino y el vino no debe ser declinado. Durante el servicio del vino hay embriaguez, y el huésped ebrio no debe querer marcharse a su casa.