IX. LA INHUMANIDAD DEL VESTIDO OCCIDENTAL
A pesar de la popularidad de la ropa occidental entre los turcos, egipcios, hindúes, japoneses y chinos modernos, y a pesar de su universalidad como hábito oficial de la diplomacia en el mundo entero, todavía me aferró a la vieja vestimenta china. Muchos de mis mejores amigos me han preguntado por qué uso ropas chinas y no extranjeras. ¡Y esas personas se dicen mis amigos! Igual sería que me preguntaran por qué me paro en dos piernas. Las dos cosas están relacionadas, como trataré de demostrar. ¿Por qué debo dar razones para usar la única vestimenta "humana" en el mundo? ¿Necesita alguien, cuando en sus ropas nativas puede andar por su casa y fuera de ella en pijama y zapatillas, dar razones por las cuales no le gusta estar metido en un sistema de cuellos, chalecos, cinturones, tiradores y ligas que le sofocan? El prestigio de la vestimenta extranjera no descansa en base más segura que el hecho de estar asociado con cañoneras superiores y con motores Diesel. No se la puede defender por motivos higiénicos, morales, estéticos o económicos. Su superioridad, simplemente, no es más que política.
¿Es solamente una pose esta actitud mía, o es sintomática de mis progresos en el conocimiento de la filosofía china? No lo creo. Al tomar esta actitud estoy apoyado por todas las personas conscientes, de mi generación, que hay en China. La vestimenta china es usada por todos los caballeros chinos. • Además, todos los estudiosos, pensadores, banqueros y otras personas que han prosperado en China, no han usado jamás ropas extranjeras o han vuelto rápidamente a sus vestidos nacionales en cuanto "llegaron", política, financiera o socialmente. Volvieron rápidamente cuando tuvieron seguridad de sí mismos y no sintieron ya la necesidad de un saco de aspecto extranjero para ocultar su mal conocimiento del inglés o su inferior preparación mental. Ningún secuestrador de Shanghai pensaría siquiera en secuestrar a un chino vestido con ropas extranjeras, por la sencilla razón de que no vale la pena. ¿Quiénes usan ropas extranjeras actualmente en China? Los estudiantes de colegio, los empleados que ganan cien dólares por mes, los buscavidas políticos que están siempre a punto de pescar trabajo, los jóvenes tangpu ( [31]), los nuevos ricos, los badulaques, los retardados…
Y también, es claro, tenemos a Henry P'uyi, que tiene el gusto incomparablemente malo de adoptar un nombre extranjero, ropa extranjera y un par de anteojos oscuros. Esta presentación suya, por sí sola, matará todas sus probabilidades de volver al Trono del Dragón, aunque tenga en su apoyo todas las bayonetas del Mikado. Porque se puede decir cualquier mentira al pueblo chino, pero no se le puede convencer que un tipo que usa ropa extranjera y anteojos oscuros es su "emperador". Mientas use esa ropa y mientras se llame Henry, Henry estará como en su casa en los muelles de Liverpool, pero no en el Trono del Dragón.
La filosofía que inspira a la vestimenta china y a la occidental es que la última trata de revelar la forma humana, en tanto que la primera trata de ocultarla. Pero como el cuerpo humano es esencialmente como el del mono, cuanto menos de él se revele tanto mejor será por lo general. ¡Pensad en Gandhi y su taparrabo! Solamente en un mundo de personas ciegas al sentido de la belleza es tolerable el vestido extranjero. Sería un lugar común decir que pocas veces se ve la figura humana perfecta. Quien tenga dudas sobre esto puede ir a cualquier playa popular, para ver cuan hermosa es la forma humana. Pero la vestimenta occidental está diseñada de tal modo que cualquiera puede decirnos en la calle si tenemos setenta o noventa centímetros de cintura. ¿Por qué ha de proclamar uno al mundo que tiene setenta o noventa centímetros de contorno, y si es mayor que lo normal, por qué no hemos de tener derecho a guardar el secreto como asunto privado?
Por esa razón creo también en la vestimenta extranjera para las mujeres de buena figura y entre veinte y cuarenta años, y para todos los niños cuyo ritmo corpóreo natural no ha sido sujeto todavía a nuestra incivilizada forma de vivir. Pero exigir que todos los hombres y las mujeres revelen su figura a los ojos del mundo, es otro cantar. Mientras la mujer graciosa, en un vestido de fiesta occidental, resplandece y encanta en forma jamás soñada siquiera por las modistas orientales, el común de las mujeres de cuarenta años, que han dormido y han comido con exceso, al encontrarse en la platea o los palcos de un teatro de ópera, presentan uno de los espectáculos más desventurados que ha inventado Occidente. Con ellas es más bondadosa la vestimenta china. Como la muerte, iguala a los grandes y los pequeños, los feos y los hermosos. El vestido chino es, pues, más democrático.
Esto en cuanto a consideraciones estéticas. Veamos ahora las razones de higiene y sentido común. Ningún hombre cuerdo puede pretender que el cuello, que ha sobrevivido a los tiempos del cardenal Richelieu y de Sir Walter Raleigh, es bueno para la salud, y todos los hombres conscientes de Occidente han protestado de viva voz contra él. Mientras la vestimenta femenina ha logrado a este respecto un alto grado de comodidad que antes se negaba al bello sexo, el cuello humano masculino es considerado todavía por el público educado de Occidente como una cosa tan fea e inmoral y tan impresentable socialmente que se la debe ocultar tanto como se debe revelar el contorno de la cintura. Este aparato satánico hace imposible la debida ventilación en verano, hace imposible la debida protección contra el frío en invierno y hace imposible pensar en todo tiempo.
Del cuello para abajo, sólo encontramos un continuo e injustificado ultraje al sentido común. El hábil extranjero, que puede inventar las luces Neón y los motores Diesel, no tiene bastante sentido común para ver que la única parte del cuerpo que le queda libre es la cabeza. Pero ¿a qué meternos en detalles: la ropa interior muy ajustada, que molesta la libre ventilación, el chaleco que no permite flexibilidad al cuerpo, y los tiradores o el cinturón que no admiten una diferencia natural en distintos estados de nutrición? De todo esto, lo menos lógico es el chaleco. Todo el que estudie las formas naturales del cuerpo humano desnudo sabe que, salvo cuando está en una posición perfectamente recta, las líneas de la espalda y del frente no son iguales. Todo el que use una camisa de pechera dura sabe también por experiencia propia que se arquea cada vez que se inclina el cuerpo hacia adelante. Pero el chaleco está confeccionado con la presunción de que esas líneas siguen siendo siempre iguales, lo cual nos obliga a mantener una posición perfectamente erguida. Como nadie puede responder estrictamente a este patrón, la consecuencia es que el extremo del chaleco sobresale o cae en arrugas que se aprietan al cuerpo en todo movimiento. En el caso del hombre que es víctima de la obesidad, el chaleco describe un arco convexo y termina invariablemente en el aire, y desde ese punto el arco es continuado por el cinturón y los pantalones. ¿Puede ser más grotesca cualquier cosa inventada por la mente humana? ¿Es de extrañar que haya surgido un movimiento nudista como protesta y como reacción contra esta grotesca esclavitud del cuerpo humano?
Pero si la humanidad estuviera todavía en la etapa de los cuadrúpedos, habría cierta justificación para el cinturón, que se podría ajustar entonces como se ajusta la cincha a un caballo. Mas aunque la humanidad ha adoptado la posición erecta, su cinturón está diseñado según la presunción de que todavía es un cuadrúpedo, tal como la anatomía de los músculos del peritoneo demuestra que están diseñados para la posición cuadrúpeda, con todo el peso suspendido de la columna vertebral. La consecuencia desastrosa de esta posición erguida es que, así como las madres humanas suelen tener abortos y malos partos, de que están exentos los animales, el cinturón de la vestimenta masculina también tiene tendencia a gravitar hacia abajo. El único modo de impedirlo es ajustar tanto el cinturón que no pueda gravitar, pero con el resultado de que molesta todos los movimientos naturales del intestino.