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Es algo muy fácil de entender. ¿Por qué recordáis a Gautama Buda? Si hubiese millones de budas, de seres iluminados en el mundo, no le daríais importancia. ¿Qué es lo que hizo sobresalir a Gautama Buda? Habría sido uno más del montón. Pero han pasado veinticinco siglos y él sigue inamovible, como la cima de una montaña, muy por encima de vuestras cabezas.

En realidad, Buda, Jesús, Mahoma o Mahavira, no son gigantes; sois vosotros los pigmeos. Y a los gigantes les interesa que tú sigas siendo un pigmeo, si no, ellos no serían gigantes. Es una gran conspiración.

Yo estoy en contra de esta conspiración. No soy un gigante ni un pigmeo. No tengo intereses creados. Solo soy yo mismo. No me comparo con nadie, así no hay nadie que sea más bajo o más alto que yo. Por este simple hecho, puedo ver claramente; no hay intereses creados que desvíen mi vista. Y esta es mi respuesta inmediata a la cuestión de la pena de muerte: es simplemente una prueba de que el ser humano todavía necesita civilizarse, necesita cultivarse y conocer los valores humanos.

En este mundo, nadie es un criminal ni lo ha sido nunca. Sí, hay gente que necesita compasión, pero no encarcelarlos o castigarlos. Todas las cárceles deberían convertirse en clínicas de cuidados psicológicos.

CUESTIONES DE VIDA Y MUERTE – RESPUESTAS A PREGUNTAS

Mi hermana tuvo un accidente y, desde entonces, no se puede mover, no puede ver, no puede oír ni hablar. ¿Sería mejor dejaría morir?

Esta es una de las preguntas fundamentales que se plantea en todo el mundo de diferentes maneras. Durante siglos hemos aceptado la idea de que habría que evitar la muerte porque es algo siniestro, ya que la vida nos viene dada por Dios y la muerte nos viene a través del demonio.

Incluso en la profesión médica, los licenciados en medicina de todo el mundo tienen que hacer el juramento hipocrático por el que se comprometen a que de ninguna manera ayudarán a morir a nadie, e intentarán proteger la vida de todas las formas posibles.

Esto estaba bien en la época de Hipócrates, porque de cada diez niños que nacían, solo uno llegaba a la edad adulta. Nueve morirían, y esa era la situación. La población del mundo entero en la época de Gautama Buda era tan reducida que no puedes ni hacerte una idea. Solo había doscientos millones de habitantes. En la India, ahora mismo, hay casi mil millones de personas. En el mundo hay más de cinco mil millones de personas. De doscientos millones de personas hemos pasado, en veinticinco siglos, a más de cinco mil millones de personas en la misma tierra. Y la ciencia médica ha avanzado muchísimo.

Se solía decir que la esperanza de vida era como mucho de setenta años. Desde hace casi cinco mil años los científicos han estado buscando huesos, esqueletos, para saber exactamente cuánto vivía el hombre antiguamente. Y han llegado a la conclusión de que la gente no vivía más de cuarenta años, por eso es cierto cuando la gente dice que antiguamente, los días eran tan hermosos que ningún padre veía la muerte de su propio hijo. Es natural. Si todos los padres mueren a los cuarenta años, ¿cómo es posible que vean la muerte de su propio hijo?

Pero aquí no están incluidos esos nueve niños que no vivían más de dos años. De manera que, en realidad, cada padre estaba viendo la muerte de docenas de hijos. Si un niño sobrevivía más de dos años, entonces tenía la posibilidad de vivir hasta los cuarenta años. Naturalmente, mientras tanto, su padre moriría.

Ahora hay mucha gente que ha sobrepasado los cien años de edad, y en algunas partes del mundo puedes encontrar a personas de más de cien años que siguen trabajando en el campo como si fuesen jóvenes. Los científicos dicen que existe la posibilidad de que el cuerpo del ser humano sea capaz de vivir al menos trescientos años, siempre que reciba la nutrición, el ejercicio y el ambiente adecuados. Es un panorama muy peligroso, porque incluso viviendo noventa o cien años acabas tan harto de la vida, que ¿qué harías si vivieses trescientos años? No te reconocerían ni los miembros de tu familia. En trescientos años habría tantas generaciones de descendientes que no tendrían nada que ver contigo. La brecha sería demasiado grande.

Y ¿qué harás? Has vivido, has amado, has visto todo lo que contiene la vida, los fracasos y los éxitos; los dolores y los placeres; los días y las noches. Has visto todas las estaciones, y ahora ya no queda nada. Ahora no es más que una repetición, la misma rueda dando vueltas.

Tenemos que replantear el asunto de la muerte. Mi opinión personal es que si una persona llega a un estado en el que vivir le parece absolutamente inútil, porque ya ha vivido bastante, la muerte no debería ser ilegal sino absolutamente permisible; en realidad, todos los hospitales deberían tener un departamento especial para las personas que quieran ir allí a morir, para que puedan morir en paz, en silencio, con todos los cuidados médicos que precisen. Estos cuidados médicos no son para mantenerle vivo, sino para ayudarle a morir de la forma más bella y más tranquila posible.

Yo pienso que todos los departamentos para la muerte de los hospitales deberían tener un meditador que, antes de morir, ayudase a la gente a aprender a meditar para que pudiesen morir meditativamente. Su muerte se podría convertir en una experiencia de un valor incalculable, tal vez más valiosa que toda su vida. Y no están cometiendo ningún pecado.

Allí puedes tener tiempo de pensar en ello. Quizá, en ese momentó, la persona se encuentre trastornada emocionalmente. Es posible que le haya ocurrido algo que le haya dado esa idea: «Es mejor que acabe con mi vida». Por eso, habría que darle tiempo, habría que decirle: «Ingresa en el hospital, descansa un mes y prepárate para tu muerte. Nosotros te ayudaremos. Pero si durante este mes cambias de idea, tú decides. ¡Puedes levantarte y marcharte! Nadie te está obligando».

Y recuerda, ninguna emoción dura más de unos minutos. Cualquiera que se ha suicidado, si hubiese esperado tan solo un minuto más, es probable que no lo hubiese hecho. Es algo momentáneo. Pero si alguien disfruta durante un mes, es feliz y realmente espera la muerte como una aventura, entonces es nuestra obligación permitirle que abandone su cuerpo con toda la gracia que sea posible.

En respuesta a esta pregunta, tenía que hacer esta introducción para que puedas comprender que la muerte no es algo siniestro sino algo natural. Pero la pregunta no se refiere a una persona mayor. La pregunta se refiere a una hermana más joven que no se puede mover, no puede ver, y no puede oír ni hablar. Sus sentidos no responden. ¿Se le puede llamar a eso vida? Eso es simplemente vegetar. Y debe de estar sufriendo inmensamente. No podemos comprobarlo, porque no puede decirnos nada. No tiene puertas para comunicarse. Está absolutamente sola, apartada de la vida. ¿Qué sentido tiene que esté en estado vegetativo durante setenta, ochenta, noventa años o tal vez más? Sería una carga para la familia. Sería una fuente de tristeza y ella misma estaría viviendo en un infierno, porque está completamente aprisionada.

Imagínate que fueses tú. No podría haber un campo de concentración peor que este: te quitan los ojos, tus oídos se cierran y no puedes hablar. Estás en coma. Hay muchas personas en esa misma situación. Yo mismo conocí a una mujer que estuvo en coma durante nueve meses. Los médicos decían que nunca volvería a recuperar la consciencia, porque había estado tanto tiempo inconsciente, que el delicado sistema nervioso que te mantiene consciente ya casi había muerto. Me mostraron una ecografía de su cerebro y me dijeron que todos los puntos que te permiten estar consciente habían muerto. Seguramente, se quedará inconsciente durante cincuenta años, porque no tenía más de treinta años cuando la vi. Ahora se ha convertido en una carga para toda su familia, su marido y sus hijos. No pueden hacer nada, es inútil. Los médicos tampoco pueden hacer nada y se sienten impotentes. Pero la ley les impide ayudar a morir a alguien; si lo hacen, serán asesinos. Estarán cometiendo un crimen.