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Desde que el primer emperador de la dinastía Qin unificó Zhong Gou, el Reino Medio (el nombre chino de su país), en el año 221 a.C, China había caído bajo un estricto dominio controlado por un poder central. A lo largo de los dos mil años siguientes, los carteles se convirtieron en un medio importante -y con frecuencia el único- para que los chinos comunes y corrientes expresaran sus opiniones. Los carteles continuaban siendo la opción preferida de los estudiantes que se manifestaban en la China comunista porque casi todas las demás vías de comunicación eran controladas por el Partido y, por tanto, no estaban a disposición de los ciudadanos de a pie.

Las reformas económicas que habían tenido lugar desde 1978 ocasionaron cambios enormes en China. Los experimentos con la economía de libre mercado en las zonas económicas especiales establecidas por Deng Xiaoping habían resultado grandes éxitos. El nivel de vida medio de los chinos había aumentado enormemente. Sin embargo, en 1986, la reforma parecía haber llegado a un punto muerto. La inflación aumentaba más y más, la corrupción era endémica. Los funcionarios del gobierno y los dirigentes del Partido abusaron de su poder y «se hicieron ricos» primero. Muchos intelectuales, por lo tanto, habían cuestionado si el comunismo podía coexistir con la economía de libre mercado -la política fundamental de Deng Xiaoping- y exigieron también reformas políticas. Los estudiantes universitarios se echaron a la calle en varias manifestaciones reivindicando libertad de expresión, elecciones libres y democracia.

En una de aquellas noches, en medio de un tradicional espectáculo de celebración y apoyo -desde las ventanas de la residencia caían papeles y tiras de tela encendidos, como chispas que llovieran del cielo-, conocí a Chen Li. Vivía en la residencia de estudiantes de posgrado que había al otro lado de la calle y, al igual que yo, se encontraba en el exterior del edificio aclamando a los manifestantes que pasaban por allí. Al cabo de unos veinte minutos marchamos junto a nuestros amigos hacia el Triángulo y luego hacia las calles.

Chen Li me llevó a muchos debates en los salones democráticos e iba perfeccionando sus argumentos en cada uno al que asistíamos. Él siempre decía que ser un economista político significaba que prefería considerar la política desde el punto de vista económico: ninguna política era buena si no conducía a avances económicos, y viceversa.

– Éste precisamente sería el caso concreto de China, porque China se cuenta entre los países más pobres del mundo y la mayor parte de sus habitantes no ha recibido suficiente educación -explicó Chen Li.

Había mucha gente en los salones que no estaba de acuerdo con él. Los estudiantes de historia china entendían que la política no tenía nada que ver con la economía. En China, las «luchas de pensamiento», tal como había expresado Mao, siempre habían tenido prioridad sobre el bienestar de la población, desde las antiguas dinastías hasta el Estado comunista. Era la mente y no el cuerpo lo que preocupaba a los gobernantes.

Cuando el otoño dio paso al invierno, el lago Weiming se heló. Se abrió la pista de hielo. Los estudiantes, con sus gruesos abrigos acolchados, llenaban el lugar y las chicas tenían un aspecto especialmente vistoso con sus sombreros y largas bufandas de lana tejidas en casa. Dong Yi me pidió que le enseñara a patinar.

Lo intenté, pero no hacía más que caerse encima de mí, encima de otros patinadores o, simplemente, sobre el hielo.

– Es inútil, me rindo -dijo al fin, y se agarró a mí mientras yo lo arrastraba hasta la cerca.

– No te des por vencido. Aún es temprano. Podríamos dar unas cuantas vueltas más. Lo único que puede ayudarte es la práctica.

– Hoy no. Es el cumpleaños de Liu Gang. ¿Te dije que damos una fiesta en su honor? Su novia ha venido a propósito desde Hangzhou. Tengo que preparar las cosas -explicó, y se sentó para desatarse los patines y entonces dijo, casi como si se le acabara de ocurrir-: ¿Por qué no vienes conmigo a la fiesta?

Liu Gang vivía en una habitación situada unas cuantas puertas más allá de la de Dong Yi, y lo había conocido una noche que asomó la cabeza por la puerta de Dong Yi para saludar.

De modo que me fui con Dong Yi a la fiesta de cumpleaños de su amigo. La habitación de Liu Gang había sido transformada para la ocasión. Habían colocado las camas a un lado, las tres mesas juntas y un «Feliz cumpleaños» pegado en la pared. Los invitados traían comida que habían comprado en los comedores estudiantiles, coca-cola y cacahuetes tostados. Dong Yi y yo llevamos cerveza Qing Tao.

– Bienvenido, Dong Yi. ¿Cómo estás, Wei?

Liu Gang estaba contento. Era un joven de cara seria. Cuando lo conocí no me cayó bien porque parecía no sonreír nunca. Después de habernos visto un par de veces más continuaba siendo frío y antipático, y le dije a Dong Yi que, probablemente, yo no le gustaba. Pero Dong Yi me aseguró que ése no era el caso; sencillamente, Liu Gang era el tipo de persona que sólo se encuentra a gusto entre amigos íntimos. Aquella noche entendí por qué.

– Me alegro de verte, Mai Li. -Dong Yi le sonrió a una mujer delgada de voz ronca que resultó ser la novia de Liu Gang-. ¿Cuándo has llegado? Aquí hace mucho frío, ¿no te parece?

– Llegué anoche y voy a quedarme unos días -respondió Mai Li -. Para mí es una época de mucho trabajo. Liu Gang también está atareado con las clases y, además, la revista.

En aquel momento, Mai Li y Dong Yi bajaron la voz y empezaron a dirigirse a la esquina de la habitación. Yo eché un vistazo a mi alrededor preguntándome si debía marcharme. Dong Yi se dio cuenta de mi incomodidad. Me tomó de la mano y me susurró al oído: «Liu Gang es el editor de Free Talk».

Sabía que Free Talk era una revista política clandestina dedicada a la democracia, la libertad y las reformas políticas en China. La habían hecho circular discretamente, con mucho entusiasmo, durante las manifestaciones estudiantiles masivas de 1986, aunque yo nunca había leído ningún ejemplar.

Mai Li le preguntó a Dong Yi si creía que Liu Gang corría algún peligro.

– Francamente, no lo sé con seguridad. No hay duda de que Free Talk ha llamado la atención del gobierno. Hasta ahora, Hu Yaobang se ha mostrado tolerante con las protestas estudiantiles y los debates políticos. No obstante, como todos sabemos, el clima político en las altas esferas podría cambiar en cualquier momento. -Dong Yi hizo una pausa de un segundo y luego le preguntó a Mai Li -: ¿Qué has oído? Hay algo que te preocupa.

– ¿Qué ha oído de qué? -preguntó Liu Gang, quien se acercó por detrás y con los brazos rodeó a Mai Li por la cintura.

– Cambios políticos -dijo Dong Yi en voz baja.

Liu Gang miró a su alrededor; los demás invitados estaban ocupados charlando, bebiendo cerveza y llevándose cacahuetes tostados a la boca.

Nos susurró que se había enterado, por medio de una fuente fiable, que pronto iba a haber un cambio muy importante en la política hacia los estudiantes por parte del gobierno, y que éste no tardaría en prohibir todas las reuniones públicas y manifestaciones estudiantiles.

– ¿Tú que piensas de eso? -se volvió hacia mí y me preguntó de pronto. Me miró fijamente, esperando. Pero mi mente parecía haberse congelado.

– Nosotros…, nosotros, por descontado, no nos rendiremos. No vamos a asustarnos -balbucí, y me puse colorada. Me sentí como si el profesor me estuviera haciendo una prueba delante de unas personas cuyas opiniones me importaban mucho.

– Mientras tengamos a jóvenes así no hace falta que nos asustemos. Estaremos bien.

Liu Gang me sonrió por primera vez. Me sentí a gusto inmediatamente. Él miró a su novia y sonrió como si quisiera disipar cualquier preocupación que ella hubiera podido albergar.

Posteriormente, en particular durante el Movimiento Democrático Estudiantil de 1989, me di cuenta de la trascendencia del papel de Liu Gang en el Movimiento Democrático en China. Era un pionero, alguien que, a diferencia de la mayoría de dirigentes estudiantiles que aparecieron en primera línea política durante la primavera de 1989, había optado por una vida de disidente con anterioridad.

– Vamos a cenar un poco -dijo Liu Gang.

Nos dirigimos al centro de la habitación. Mai Li en seguida pasó a hablar de otras cosas. De repente le preguntó a Dong Yi por su novia, a la que llamó Lan.

– ¿Vendrá pronto a verte? -quiso saber ella.

Dong Yi siguió sonriéndole a Mai Li, pero yo me di cuenta de su incomodidad momentánea, que logró disimular casi inmediatamente. En ese punto me alejé. Al fin había oído su nombre. Su existencia había sido confirmada.

Nos sentamos a la ampliada mesa. Se preparó el té, que circuló por la mesa, se encendieron cigarrillos, se abrieron las botellas de cerveza, se destapó el arroz al vapor, el cerdo cocinado dos veces y el pollo Sichuan. La fiesta se animó.

– Probad los Huevos milenarios. Mai Li los ha traído a propósito desde Hangzhou. -Liu Gang cortó uno de ellos para abrirlo. La clara del huevo era marrón y traslúcida, la yema, negra y sólida-. A esto lo llaman oro negro. Sé que ninguno de vosotros ha comido unos Huevos milenarios tan buenos como éstos -recalcó.

Un hombre se acercó a Dong Yi cuando estábamos sentados juntos.

– ¿Cómo estás, Dong Yi? -dijo-. ¿Te acuerdas de mí, el Lou Xiang de Liu Gang?

Lou Xiang es una palabra china que no tiene traducción exacta y significa alguien de la misma provincia o ciudad natal, que, por consiguiente, puede reivindicar una relación tan estrecha como la de un pariente cercano.

– Ésta debe de ser tu novia. ¿También ha venido de Shanxi? -preguntó el Lou Xiang.

– No. Ésta es Wei -respondió Dong Yi con brusquedad-. Es una estudiante universitaria de psicología.

– ¿Rompiste con tu antigua chica? Hay mucha gente que cambia cuando viene a una gran ciudad como Pekín. Pero tú vas muy deprisa.

– Wei es sólo una amiga -insistió Dong Yi.

– ¡Ah!

El Lou Xiang vació casi media botella de cerveza de un solo trago. Le dio una palmada en la espalda a Dong Yi.

Me quedé allí sentada en medio del calor y del humo y me pregunté quién era yo para Dong Yi. Estaba enfadada. ¿Era sólo una amiga o su chica en la ciudad? ¿Significaban algo para él el tiempo que pasamos juntos, toda la ternura que le demostré?

Dong Yi se incomodó tan sólo un momento antes de relajarse con su círculo de amigos. Yo hice todo lo que pude para charlar con personas desconocidas de lo que estaba descubriendo en mi carrera sobre Freud y otros psicólogos famosos, de música o incluso del tiempo, pero ninguna de esas cosas me interesaba aquella noche. De vez en cuando miraba a Dong Yi con la esperanza de cruzarme con una mirada suya que me asegurara que seguía allí, conmigo. Pero estaba ocupado siendo feliz, estando con amigos y bebiendo.