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– El honor entre ladrones.

Faith hizo caso omiso del comentario sarcástico.

– Entonces fue cuando me pidió que me dedicara a pagar a los clientes mientras él se ocupaba del resto de los asuntos. Me ofrecí a vender mi casa, y esta casa también, para ayudar a recaudar fondos. Se negó. Dijo que ya había hecho suficiente. -Ella negó con la cabeza-. Quizá debería venderla, créeme, nunca se hace lo suficiente. -Faith se quedó callada por unos instantes y Lee decidió no romper el silencio. Ella lo miró-. Estábamos consiguiendo muchas cosas buenas.

– ¿Qué pretendes, Faith? ¿Quieres que te aplauda? Los ojos de ella centellearon.

– ¿Por qué no te montas en esa estúpida moto de una maldita vez y desapareces de mi vida?

– De acuerdo -dijo Lee con voz queda-, si te parecía tan bien lo que hacías, ¿cómo acabaste siendo testigo del FBI?

Faith se cubrió el rostro con las manos, como si estuviese a punto de romper a berrear. Cuando por fin se descubrió, parecía tan angustiada que Lee notó que su propio enfado se esfumaba.

– Danny llevaba algún tiempo comportándose de forma extraña. Sospeché que quizá alguien lo había descubierto. Eso me asustó muchísimo. Yo no quería ir a la cárcel. No hacía más que preguntarle qué había sucedido pero se negaba a hablar conmigo de ello. Se retraía cada vez más, se volvió paranoico y al final incluso llegó a pedirme que dejara la empresa. Por primera vez en mi vida me sentí muy sola. Era como si hubiera vuelto a perder a mi padre.

– Así que fuiste al FBI e intentaste hacer un trato. Tú a cambio de Buchanan.

– ¡No! -exclamó-. ¡Nunca!

– ¿Entonces por qué?

– Hace unos seis meses los medios de comunicación se hicieron mucho eco de que el FBI había destapado un caso de corrupción pública en el que estaba involucrado un contratista de armamento que al parecer sobornaba a varios congresistas para obtener un suculento contrato federal. Un par de empleados del contratista se pusieron en contacto con el FBI y revelaron lo que estaba ocurriendo. En realidad habían participado en la conspiración pero consiguieron la inmunidad a cambio de su testimonio y ayuda. Eso me parecía un buen trato. Quizá yo también pudiera conseguir algo parecido. Puesto que Danny no confiaba en mí, decidí seguir adelante. En un artículo periodístico se mencionaba a la agente principal, Brooke Reynolds, así que la llamé.

»No sabía qué esperar del FBI pero de algo estaba segura: no les diría mucho de entrada, ni nombres ni nada por el estilo, al menos hasta saber qué terreno estaba pisando. Además, yo me encontraba en una situación ventajosa. Necesitaban a una testigo viva con la cabeza llena de fechas, horas, nombres, reuniones, recuentos de votos y programas para llevar a cabo este trabajo.

– ¿Y Buchanan no sabía nada de todo esto?

– Supongo que no, teniendo en cuenta que contrató a alguien para matarme.

– No sabemos con certeza que contratara a alguien.

– Oh, vamos, Lee, ¿quién lo hizo si no?

Lee se acordó de los hombres que había visto en el aeropuerto. El aparato que uno de ellos tenía en la mano era una especie de cerbatana de alta tecnología. Lee había visto una demostración de un arma parecida en un seminario sobre antiterrorismo. La pistola y la munición eran de plástico para que pudieran pasar sin problemas por los detectores de metal. Se aprieta el gatillo con la palma y el aire comprimido dispara una aguja diminuta cuyo extremo está empapado de un veneno mortal, como el talio, la ricinina o la favorita de los asesinos de todos los tiempos, el curare, porque tiene un efecto tan rápido en el cuerpo que no existe un antídoto conocido. El artilugio permite al asesino perpetrar el acto entre la muchedumbre y desaparecer antes de que la víctima caiga muerta.

– Continúa -dijo él.

– Propuse a los del FBI que incluyeran a Danny en el trato.

– ¿Y cómo reaccionaron ante tu propuesta?

– Pues me dejaron muy claro que Danny tenía todas las de perder.

– No te sigo. Si tú y Buchanan ibais a convertiros en testigos, ¿a quién enjuiciarían los federales, a los países extranjeros?

– No. Sus representantes no sabían lo que estábamos haciendo. Como he dicho, el dinero no iba directamente a los gobiernos. Y organizaciones como CARE, Catholic Relief Services o UNICEF no estarían de acuerdo con los sobornos. Danny era su cabildero oficioso y sin sueldo, pero no tenían la menor idea de lo que estaba haciendo. Representaba a unas quince organizaciones como ésas. Era un trabajo duro. Todas tenían sus programas, querían abarcar muchas cosas distintas al mismo tiempo. Lo típico es que presentaran cientos de proyectos de ley sobre un solo tema, en vez de menos propuestas pero de mayor alcance. Danny las organizó, estableció colaboraciones entre ellas, apoyó un pequeño número de proyectos con un enfoque más global. Les enseñó qué hacer para resultar más eficaces.

– Entonces, ¿contra quién ibais a testificar exactamente?

– Contra los políticos a quienes sobornábamos -respondió-. Lo hacían por dinero. Les importa un rábano que niños con los ojos velados vivan en el paraíso de la hepatitis. Lo notaba cada día en sus rostros avariciosos. No esperaban más que una recompensa suculenta; pensaban que se la habían ganado.

– ¿No crees que estás siendo muy dura con esos tipos?

– ¿Por qué no dejas de ser tan ingenuo? ¿Cómo te crees que la gente sale elegida en este país? La eligen los grupos que organizan a los votantes, que influyen en las decisiones de los ciudadanos para que voten a una persona en concreto. ¿Y sabes cuáles son estos grupos? Son grandes empresas, intereses particulares y los ricos que llenan las arcas de los candidatos políticos cada año. ¿De verdad crees que la gente normal asiste a cenas que cuestan cinco mil dólares el cubierto? ¿De verdad crees que estos grupos donan todo ese dinero desinteresadamente? Cuando los políticos acceden a un cargo de importancia, puedo asegurarte que se espera de ellos que den algo a cambio.

– 0 sea que crees que todos los políticos de este país son corruptos. Sin embargo, eso no significa que lo que hicisteis estuviera bien.

– ¿Ah, no? ¿Qué congresista del estado de Michigan votaría a favor de medidas que perjudicaran seriamente la industria automovilística? ¿Cuánto tiempo crees que permanecería en su escaño? ¿Y un diputado que actuase contra la industria informática en California, los granjeros en el Medio Oeste o la industria tabaquera en el Sur? En cierto modo, es como una especie de profecía que se cumple a sí misma. Las empresas, los sindicatos y demás grupos con intereses particulares se juegan mucho. Saben lo que quieren, disponen de millones de dólares, cuentan con comités de acción política y con cabilderos que no paran de vocear sus mensajes en Washington. Tanto las empresas grandes como las pequeñas tienen en nómina a prácticamente todo el mundo. Esas mismas personas votan en las elecciones. Votan por sus billeteras. Ya ves, ésta es la grande y oscura conspiración de la política americana. Creo que Danny es el primer visionario que ha burlado la avaricia y el egoísmo.

– Pero ¿qué me dices de la ayuda externa? Si esta historia saliera a la luz, ¿no sería como cortar el suministro?

– ¡Precisamente! ¿Te imaginas toda la publicidad positiva que eso supondría? Los países más pobres de la Tierra, obligados a sobornar a políticos estadounidenses avariciosos para conseguir la ayuda que necesitan desesperadamente porque les resulta imposible recibirla de otro modo. Si esto llegara a oídos del gran público, entonces quizá se producirían algunos cambios verdaderos y notables.

– Todo esto suena demasiado rocambolesco, ¿no crees?

– Puede que sí, pero no me quedaban demasiadas alternativas. Es muy fácil criticar a posteriori, Lee.

Lee se recostó en el asiento mientras reflexionaba sobre todo el asunto.

– De acuerdo, de acuerdo -dijo-. ¿De verdad crees que Buchanan intentaría matarte?

– Éramos socios, amigos. De hecho, más que todo eso. En muchos sentidos era como un padre para mí. No… no lo sé. Tal vez descubriera que acudí al FBI y pensara que lo había traicionado; eso lo habría empujado al límite.

– La hipótesis de que Buchanan está detrás de todo esto presenta un grave problema.

Ella lo miró con curiosidad.

– Yo no he informado a Buchanan, ¿recuerdas? -prosiguió Lee-. Así que, a no ser que haya contratado a alguien más, no sabe que tienes tratos con el FBI. Y lleva su tiempo planear un trabajito de categoría profesional. No se puede llamar al matón del pueblo y pedirle que se cargue a alguien y luego te lo cobre con la Visa.

– Pero quizá ya conociera a un asesino a sueldo y luego tuviese pensado tenderte una trampa para que te acusaran del homicidio.

Lee negó con la cabeza antes de que ella terminara de hablar.

– Era imposible que supiera que yo estaría allí aquella noche. Y si te hubieran matado, habría corrido el riesgo de que yo lo descubriera y acudiera a la policía, con lo que todas las pistas apuntarían a él. ¿Por qué buscarse tantas complicaciones? Piénsalo, Faith, si Buchanan hubiera proyectado matarte no me habría contratado.

Ella se desplomó en una silla.

– Dios mío, lo que dices tiene sentido. -Una sombra de terror asomó a los ojos de Faith al pensar en las implicaciones de todo aquello-. Eso significa que…

– Significa que otra persona quiere verte muerta.

– ¿Quién? ¿Quién? -preguntó ella casi gritando.

– No lo sé -admitió él.

Faith se levantó con brusquedad y dirigió la vista hacia la chimenea. Las sombras de las llamas se reflejaban en su rostro. Habló con voz calmada, casi resignada.

– ¿Ves mucho a tu hija?

– No mucho, ¿por qué?

– Pensé que el matrimonio y los hijos podían esperar. Y luego los meses se transformaron en años y los años en décadas. Y ahora esto.

– Todavía no has llegado a la tercera edad.

Faith lo miró.

– ¿Puedes asegurarme que estaré viva mañana o dentro de una semana?

– Nadie tiene esa garantía -repuso él-. Siempre podemos acudir al FBI. Quizá deberíamos.

– No puedo hacer eso, sobre todo después de lo que acabas de decir.

Él se levantó y la agarró por los hombros.

– ¿De qué estás hablando?

Ella se apartó de él.

– El FBI no me dejará que incluya a Danny en el trato. 0 él o yo tendremos que ir a la cárcel. Cuando creía que él estaba detrás del intento de asesinato probablemente habría vuelto para testificar. Pero ahora no puedo. No puedo contribuir a su encarcelamiento.