La agente Thorne y otros dos federales que John no reconoció limpiaban el lugar. Uno de ellos se arrodilló junto a Bobby y confirmó que estaba muerto.
– ¿Cómo está? -preguntó Thorne, preocupado.
– Se pondrá bien -dijo John, con los dientes apretados. Tiene que salir de ésta. No quiero vivir sin ella. No creo que pueda.
– John -dijo Rowan, con un hilo de voz, respirando con dificultad.
– Shh. Guarda tus fuerzas.
– Yo… te amo.
Unas lágrimas rodaron por las mejillas de John.
– Rowan, sabes que yo también te amo. Quédate conmigo.
– Sí.
– No hables. -La sangre se le escurría entre los dedos, pero él mantuvo una presión firme en el hombro-. No te atrevas a morirte.
Ella cerró los ojos y sacudió la cabeza con un gesto casi imperceptible. Volvió a toser.
– Todo ha acabado, Rowan -dijo John-. Todo ha acabado.