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John y ella en las escaleras que daban a su balcón. John le acariciaba la mejilla. Recordaba ese momento. Era el momento en que había sentido esa íntima conexión entre los dos.

Te amo, Rowan.

Se obligó a no mostrar emociones. Era muy difícil aguantarlo.

Y luego, la imagen volvía a cambiar y ella estaba besando a John, en el comedor. Era una foto borrosa, tomada a través de la ventana, pero era evidente que su abrazo era apasionado.

Sintió asco al pensar que Bobby había sido testigo de un momento de intimidad entre ella y John. Que los hubiera fotografiado.

Todavía sentía el beso de John en los labios, un beso fantasma. Se llevaría ese último sabor suyo a la tumba.

Bobby se quedó mirando a su hermana pequeña.

– Y bien, ¿tienes algo que decir?

– No.

– Venga, Lily. Debes estar destrozada por dentro. Sabiendo que eres responsable de la muerte de toda esa gente. Doreen. Gina, Natalie y Kimberly Harper. Michael Flynn, tu guardaespaldas gilipollas y borracho. Casi lloraba esa noche tomando su whisky. Encoñado, igual que Papá. Digamos que aceptaba que tú y su hermano estuvierais pecando y que él tuviera que apartarse.

¿Qué? ¿Michael había hablado con Bobby? No lo habría reconocido, era un extraño. Sólo dos tíos tomando algo en una barra.

La frustración le hizo retorcerse.

– Gilipollas. ¡Tú no sabes nada de Michael ni de nadie! ¡Te pudrirás en el infierno! ¡Cerdo!

Bobby rió, como si se nutriera de su rabia.

– Venga, chica, sácalo todo. Ya sabía yo que esa fachada de hielo se fundiría. Seguro que te mueres por ponerme las manos encima. Después de que te rompa el pescuezo, voy a matar a tu amante por la espalda. Parece lo correcto, ¿no? Una nueva versión de Romeo y Julieta. Qué pena que no tengas tiempo para escribirlo.

Rowan dio un salto y estaba de pie, liberada de sus ataduras. Se lanzó contra Bobby, sin reparar en el latigazo que le dio en el pecho. No se dio cuenta del grito que brotaba de sus pulmones hasta que lo oyó, un grito desesperado que le retumbó en los oídos.

Tenía el elemento sorpresa a su favor. Juntó los brazos y le dio en un lado de la cabeza. Bobby cayó de la silla con la fuerza del golpe, y lanzó una imprecación.

Rowan saltó sobre él y lo cogió por el cuello, presionando con fuerza la tráquea con los pulgares. Él se retorció y pateó y logró quitársela de encima. Ella intentó huir a cuatro patas, pero Bobby la cogió por la pierna y la arrastró hacia él.

Chillando de rabia y dolor, Rowan luchó para escapar.

– ¡Puta! ¡Me las pagarás! -Le cogió la cabeza y se la estrelló contra el suelo. A Rowan se le nubló la visión. Bobby la hizo girarse para quedar cara a cara con ella, y la golpeó-. Vas a morir. Y luego me encargaré de tu amiguito.

Iba a descargar un golpe, pero falló cuando ella le dio en la entrepierna. Bobby soltó un gruñido y Rowan se escabulló como pudo y se lanzó hacia la puerta.

La había abierto cuando él volvió a cerrarla de una patada y la tumbó de un puñetazo.

Rowan miró y vio la chimenea.

Se arrastró hacia allí y Bobby le dio una patada.

– ¡Jo, esto es demasiado divertido! -gritó Bobby-. Vuelve a escapar. -Otra patada en las costillas.

Rowan respiró con un silbido, aguantó la respiración. Sintió un dolor agudo en el costado, como una puñalada. No podía respirar, pero se obligó a recuperar el aliento, a concentrarse. Y controlarse.

Bobby la levantó, y ella sintió su aliento cargado y apestoso. Miró esos ojos azules que le eran tan familiares, unos ojos llenos de un placer salvaje y desquiciado. Una ligera sonrisa le curvó los labios.

Bobby sacó una pistola del cinturón y la apuntó a la cara de Rowan.

– Corre -dijo, riendo-. ¡Huye!

John bajó del coche antes de que la agente Thorne se detuviera y corrió por la entrada que bajaba hacia la casa. Oyó un estruendo que venía del interior, la puerta se abrió y entonces la vio.

Rowan. Las luces tenues de la calle proyectaron unas sombras siniestras sobre su cara. Y entonces John vio que era sangre. Apareció un hombre a sus espaldas y cerró de un portazo.

La está matando.

Peter estaba justo detrás cuando John llegó a la puerta. Hizo girar el pomo con la mano izquierda, con la pistola en la derecha. La puerta no estaba cerrada con llave, y la abrió del todo.

Vio a MacIntosh que le gritaba a Rowan.

– ¡Corre!

– ¡MacIntosh! -gritó John.

Bobby se giró, chorreando sangre por un lado de la cabeza. Tenía un arma.

Rowan se escabulló de debajo de él y tropezó junto a la chimenea de ladrillo. Al caer, se dio con la cabeza en la dura superficie con un golpe seco.

A John le dio un vuelco el corazón cuando, por el rabillo del ojo, vio a Rowan caer. No apartó la vista de Bobby.

– Iba a ir a por ti después -dijo Bobby-. Ahora Lily podrá verte morir.

John iba a apretar el gatillo cuando Peter se acercó por detrás.

– ¡No, Bobby!

– ¡Peter! ¡No se quede ahí! -dijo John, intentando cerrarle el paso al sacerdote.

En la cara de Bobby asomó un destello de reconocimiento.

– No, no es posible. Estabas muerto, yo te vi.

– Viste lo que querías ver -dijo Peter-. Esto debe acabar ahora. Nadie más tiene que morir, Bobby. Suelta el arma.

La rabia le deformó la cara. John seguía intentando cerrarle el paso a Peter, pero el maldito cura no paraba de moverse.

Rowan gimió desde la chimenea cuando intento sentarse, y Bobby bajó la guardia un instante. John se lanzó contra él.

Bobby percibió el movimiento y se giró, a la vez que disparaba. John recibió el impacto en el brazo derecho y la pistola salió volando hacia un lado.

Bobby rió y dio un par de pasos hacia él.

– Y ahora mueres tú. Es más divertido de lo que me pensaba. Lily puede ver morir a su amante. Ay, Romeo -dijo Bobby, y apuntó-. Y luego le llegará el turno a él -dijo, con tono despreciativo, apuntando a Peter con el arma-. Se suponía que estabas muerto.

Peter estaba en el vestíbulo.

– Bobby, para esta locura. Ahora.

La voz de Peter era firme y grave. Rowan abrió los ojos. ¿Peter? ¿Qué hacía allí? Su visión era borrosa. Buscó medio a tientas algo, cualquier cosa con que defenderse. Con que defender a Peter.

John estaba desarmado, y la sangre le goteaba por el brazo. Pero estaba vivo. Aquello la aliviaba en el alma y el corazón. John no había muerto en la explosión.

Todas las personas que amo mueren…

Nunca más. El festín sangriento de Bobby acabaría aquí. Esta noche. Ahora.

– ¿Qué pasa, predicador? ¿Me mandarás al infierno? -escupió Bobby, con la pistola apuntando de Peter a John-. ¿Qué pasó con el perdón? -preguntó, y rió con aquel ladrido de voz. A Rowan le ardía la cabeza, le latía con fuerza y le retumbaba. La sacudió, intentando recuperar todos los sentidos.

Un arma. Un arma. Vio el arma de John, pero veía doble. Intentó enfocar, pero estaba demasiado lejos.

– Bobby, debes desear el perdón. Tienes que arrepentirte.

Otra vez, esa risa desquiciada.

– Quieres que me arrepienta. Vale, me arrepiento -dijo, con una risilla-. Me arrepiento de que todos vosotros hayáis nacido.

Rowan finalmente dio con algo sólido. Algo metálico. Miró a su derecha y vio que sostenía el atizador de la chimenea. Lo empuñó con fuerza. Sólo tendría una oportunidad.

Si no lo conseguía, Peter y John, los dos hombres que más amaba, morirían.

No podía dejar que Bobby los venciera.

A través de su visión borrosa, se percató de que John se apartaba lentamente de Peter, y de ella. Podía atacar sin que Bobby se percatara. Y Bobby sostenía la pistola sin apuntar a Peter.

Rowan avanzó lentamente.

– Bobby, el FBI tiene la casa rodeada -avisó John-. No podrás escapar.

– Tengo rehenes -dijo él, burlón-. Trabajabas con tu hermana, ¿eh? Es una pena que tuviera que volar por los aires, no era fea. Una lástima que me faltara tiempo para follármela.

La ira se adueñó del semblante de John.

– No ha muerto -dijo-. Se salvó. Yo desactivé tu bomba de principiante. Y fracasaste.

– Mientes. -Bobby le apoyó el cañón en la cabeza.

Con un grito desesperado, Rowan se abalanzó sobre Bobby blandiendo el atizador. Sonó un disparo. ¿Era Bobby? Y luego un segundo disparo, y un tercero. Rowan no sabía de dónde venían, como si dispararan de todas partes.

Bobby se giró, con los ojos inyectados en sangre, rabioso de dolor, y disparó cuando ella corría hacia él con el atizador en mano. Rowan sintió un pinchazo agudo en el hombro izquierdo, pero siguió. Si ella fracasaba, John y Peter morirían.

El sonido seco y mórbido del atizador penetrando en la carne de Bobby fue seguido de un grito inhumano. Rowan tropezó y cayó sobre él. Con cada aliento, sentía ese dolor en el pecho.

Unas manos fuertes la levantaron. Ella miró a través de la nebulosa.

– Peter -murmuró-. Corre. No pude… -dijo, y tosió y escupió.

– Shh -dijo él y la tendió suavemente. Peter rezó en silencio, con labios temblorosos, pero Rowan no sabía si era de verdad en silencio o si ella no podía oírlo. Peter se volvió hacia Bobby e hizo la señal de la cruz.

John interrumpió a Peter.

– No se atreva usted a pedir por su alma -dijo, arrodillándose junto a Rowan.

– Está muriendo -dijo Peter.

– Espero que se pudra en el infierno -respondió John.

Bobby intentaba hablar al tiempo que tenía cogido el atizador clavado en el vientre. Sólo consiguió borbotear y escupir sangre. Se retorció, tuvo una convulsión y quedó inerte, con los ojos abiertos y fríos.

– John -murmuró Rowan, con los ojos cerrados.

– Estoy aquí. Abre los ojos.

– Estás… estás vivo. -Los ojos parpadearon y se cerraron.

– Sí, tú también. Peter, llame a una ambulancia.

– ¿Por qué… Peter?

– Roger lo llamó para que viniera. No sabíamos dónde estabas. Tess está a salvo. Lograste ganar el tiempo suficiente. -John se inclinó hacia un lado y la besó, y sus lágrimas rodaron sobre la cara de Rowan. Se quitó la camisa, con una mueca de dolor al arrancar el tejido, y la apretó contra la herida que ella tenía en el hombro.

– Yo… pensaba que habías muerto. La bomba -dijo ella, y tosió débilmente.

– Quédate conmigo, Rowan. No le dejes ganar.

– Yo… -balbuceó, y volvió a toser.

– Shh. No hables.

– La ambulancia está en camino -anunció Peter, y se arrodilló junto a John y le pasó unas toallas. John le quitó rápidamente la camisa y aplicó las toallas a la herida.