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Las cintas grabadas. Cuatro casetes de plástico que supuse que eran de Eileen. No tenían ni número ni título. Les di vueltas en mi mano. Había corrido un gran riesgo al llevármelas, y necesitaba saber lo que contenían.

Recogí la cartera y los documentos de la mesa y anduve hasta encontrar la cabina para escuchar grabaciones. Tenía un grueso cristal en la puerta y un aparato encajado en la mesa. Me senté, me coloqué los auriculares y puse una de las cintas.

Eileen se reía de algo que había dicho Celeste. Solo el sonido ya me enfureció. Esa voz chillona, descarada, coqueta. Y peligrosa, calculadora; Eileen había matado a un hombre y me había puesto la soga al cuello como presunta culpable. Subí el volumen. La entrevista consistía en una serie de preguntas y respuestas:

P: Habiente de sus relaciones, de las relaciones que han marcado su vida.

R: Solo las cosas calientes, ¿verdad? (Risitas)

P: Verdad.

R: Bueno, Bill, por supuesto, no fue el primero.

P: Se refiere a Kleeb. ¿Quién fue el primero?

R: Un chico de mi pueblo. Cuando yo tenía… ¿catorce?

P: Era muy joven.

R: No, no para mí. Estaba preparada.

P: ¿Quién fue?

R: Otro chico del pueblo. Me gustaban los granjeros, supongo.

P: ¿Por qué piensa que es así?

R: Buenos músculos. Tatuajes. Nada de sesos. (Risitas) Incluso llegué a casarme.

P: Oh, no lo sabía.

R: Nadie lo sabe.

P: ¿Cuándo sucedió?

Traté de concentrarme, pero no me resultaba nada fácil. Intentaba escuchar a esa tipeja petulante, pero no había dormido en toda la noche. Y no había tomado café. Trabajaba en pésimas condiciones criminales: ni alicates ni cafeína.

R: A los dieciocho. Él tenía veinte. Un viejo.

P: ¿Veinte? Un auténtico Matusalén.

R: ¿Un qué?

P: Olvídelo. Prosiga con su boda. Es una buena información para el personaje.

R: ¿Cree realmente que será la película de la semana?

P: No estaría aquí de no ser así. Por tanto, prosiga, acuerdo? Quiero enviarle las cintas al agente lo antes posible

R: ¿Me hará una copia?

P: (Suspirando) Le haré una. Ahora cuénteme la historia, por favor.

R: Bueno, mi marido era (ininteligible)

P: ¿Era qué?

R: Era un… canalla. Solía pegarme cuando bebía.

P: ¿De verdad?

R: Pues sí. Un mierda.

P: ¿Alguna vez tuvo que ir al hospital?

R: No.

P: (Desilusionado) ¿Con qué frecuencia le pegaba?

R: Una vez por semana, o dos veces, durante mucho tiempo.

P: Entonces, se divorció. Se cansó y luego se divorció, ¿verdad?

R: No, simplemente un buen día lo dejé. Los abogados no me prestaron ninguna ayuda. Luego recibí las citaciones, una tras otra, pero él siempre volvía. Y me pegaba. No había nada que pudieran hacer los jueces. La mitad de las veces la policía ni siquiera venía.

Me empezaba a doler la cabeza. Me froté los ojos para permanecer despierta. No me conmovía la sordidez de la historia. Era una víctima: por tanto, victimizaba a los demás. Pero yo no aceptaba excusas para un asesinato. Tenía sobre sus espaldas un muerto inocente y posiblemente también a Bill.

Me moví en la silla y mi mirada se detuvo en un dibujo de Daumier en la pared. Un abogado que metía mano en el bolsillo de su cliente, o todo lo contrario, pero el cristal reflejaba algo más. Una silueta. Un hombre entre las estanterías de la biblioteca, de traje oscuro, agachado y leyendo un libro. No le podía ver la cabeza ni el rostro, pero su espalda me resultaba familiar. Agaché la cabeza para evitar que me reconociera.

P: Por tanto, ¿nunca se divorció?

R: No.

P: Entonces, ¿aún está casada con él?

R: No, me enteré de que había muerto. De un tiro.

P: (Impresionado) No me diga. ¿En un bar? ¿O por una banda o algo así?

R: No, no. Un accidente de caza. Siempre se emborrachaba cuando salía a cazar. Lo mismo que sus amigos. Todos unos mierdas.

De caza. Recordé la cabaña en el bosque, el cadáver frío de Bill. ¿Existía una conexión? Mientras le daba vueltas, la figura encogida dobló una página del libro. ¿Quién era? ¿Me espiaba? ¿Me seguía? Me cubrí la cara con una mano como si me doliera la cabeza, lo cual era verdad.

P: De acuerdo, prosigamos.

R: Los jueces la cagaron.

P: Eileen, se lo he dicho. No hable así durante la grabación.

R: Lo siento, pero así fue. Me enviaron a un centro de asistencia jurídica, ¿sabe?, para tratar de hacer lo que fuera para mantenerlo alejado de mí.

P: ¿ Una orden de amparo temporal?

R: Exacto, eso es. Pero esos tribunales, esos jueces… No saben lo que es la vida.

Entonces lo vi. La figura había guardado el libro en la estantería y avanzaba por el pasillo justamente hacia mi cabina. ¿Me había reconocido? Me agaché y simulé que tosía.

R: (Excitada) No me importa, no saben una mierda.

P: ¿Quién era su abogado?

R: ¿En la ciudad?

P: Sí.

R: Una de las abogadas de allí.

P: ¿Puede recordar cómo se llamaba?

De improviso, oí que golpeaban la puerta de la cabina. ¿Era él? Se me hizo un nudo en el estómago. No supe qué hacer. Subí el volumen y esperé a que se alejara.

P: ¿Para qué necesita el nombre?

R: Por si necesitamos una declaración suya para la película. Se necesitan declaraciones si se trata de gente real.

R: (Haciendo una pausa) Oh… Renee. Renee algo, creo. Ya me acordaré. De cualquier modo, ahora no sé por dónde anda.

¿Eh? ¿Qué? ¿Renee? ¿Podía Renee haber sido la abogada de Eileen? No podía creer lo que había oído. Apreté el botón para volver a escuchar justo cuando la puerta se abrió ante mis narices.