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Cuando Hu-lan volvió a casa, encontró a David sentado en la mesa de la cocina con varias tarjetas grandes colocadas en dos hileras. Mientras ella se acercaba, deslizó una de las tarjetas hasta la primera posición de la otra hilera. A continuación cambió otra desde la primera a la última posición. No levantó la vista, ni siquiera cuando ella empezó a masajearle el cuello.

He aprendido mucho de Miles -dijo él-. Pero nada bueno-

Hu-lan se sentó a su lado.

– Cuéntame.

Conforme avanzaba con la información le señalaba una tarjeta.

– Estoy así desde que he llegado, intentando aclarar la situación. Randall Craig dijo que conocía las condiciones en la fábrica; Henry Knight asegura que son pura invención; tú me dices que posiblemente ni siquiera sean punibles en China. Miles ha admitido implícitamente que sabía que las declaraciones de Knight eran falsas; Henry afirma que son ciertas. Cuando Miao-shan murió, tenía documentos que indicaban que Sun había aceptado sobornos; él me entregó algo que podría estar relacionado. Y no nos olvidemos de Pearl Jenner. También ella es una contradicción ambulante. Sabe algunas cosas pero no tiene ni idea de otras. Las piezas tienen que encajar, pero todavía no sé cómo.

– Tal vez deberías intentar un enfoque distinto.

Hu-lan recogió las tarjetas, escribió otras y las añadió. A continuación las distribuyó en dos columnas, dejando una zona central en blanco. Al a izquierda estaban los delitos, a la derecha los nombres de los sospechosos. Siguió escribiendo y después miró las dos columnas y colocó las nuevas tarjetas.

– Busco un emparejamiento, pero no creo que podamos separar delitos y delincuentes por jurisdicciones, creo que están relacionados.

Con las columnas completadas, Hu-lan estudió su trabajo:

Miao-shan (asesinato) China.

Keith Baxter (asesinato) EE.UU.

Xiao Yan (asesinato) China Aarón Rodgers.

Pago de sobornos China/EEUU Knight International.

Cobro de sobornos China Sun Gao.

Condiciones de trabajo ilegales en Knight-Knight.

Documentos falsificados para la Comisión de Comercio y la Comisión de Valores Tartan/Knight (Phillips, MacKenzie amp; Stout)

Hu-lan se dio cuenta de lo desesperado que estaba David por no haber tachado automáticamente el nombre de Sun Gao y por bajar la guardia lo suficiente para revelar que los documentos de Miao-shan y Sun eran parecidos.

– ¿Por qué estás tan segura de que fue Aarón Rodgers? Estaba muy afectado por la muerte de Xiao Yan.

– Es la última persona que la vio con vida y todas las demás estaban en la reunión contigo. También le anotaría el asesinato de Miao-shan. Mantenía relaciones con ella y tal vez la chica se volvió demasiado exigente. El hecho de que tuviera los documentos no significaba nada para él, lo cual explica que no se los llevara. -Señaló con el dedo la última tarjeta y preguntó-: ¿A qué crees que se refería Miles cuando mencionó a Keith? ¿Piensas que Keith descubrió lo que sabemos y se lo dijo a Miles?

– Miles quiso dar esa impresión, pero no estoy seguro.

– repíteme lo que dijo sobre ti y Keith.

– ¿Qué parte?

– Sobre la muerte de Keith.

– Miles dijo que salí a cenar y asesinaron a un tío delante de mis narices. Que murió en mis brazos en público.

– Y que la gente aceptaría que padeces estrés postraumático y te has inventado todo este lío.

– Quiso dar la impresión de que el bufete me había hecho un gran favor, readmitiendo a alguien con un desequilibrio mental por mera compasión.

– Pero en realidad te quería dentro, donde pudiera controlarte si decidías seguir con el asesinato de Keith en la oficina del fiscal.

– Eso creo.

– ¿Piensas que los demás saben lo que pretende Miles?

– Me parece inconcebible. Son buenas personas.

– Lo diré de otra forma: ¿cuánto dinero ganaría el bufete con el negocio?

– Alrededor de un millón, pero una gran parte va a gastos generales…

– Ya sé que no es mucho para un bufete. Lo que quiero saber es si Miles es el único implicado en el asesinato de Keith o si también lo están los demás.

David volvió a mirar la lista.

– No me parece una alternativa muy posible -respondió en voz baja-. ¿Lo dices en serio? -preguntó mirando a Hu-lan-. Trabajé en el bufete durante años -continuó al ver que ella no respondía-. Por el amor de Dios, tú y yo nos conocimos allí ¿Había algo que te hiciera pensar que estuvieran metidos en alguna actividad delictiva?

– Los tiempos cambian. Tal vez les cegó el dinero.

¡Estás hablando de asesinato! ¡No me imagino a Phil, a Ralph o a Marjorie matando a uno de sus socios!

– ¿Y a Miles?

– Es un imbécil, pero ¿un asesino? Vive en Brentwood, tiene dos hijos, es una persona respetable. -Al ver la mueca burlona de Hu-lan, tuvo que sonreír-. De acuerdo, encaja con la descripción de cualquier otro residente en Brentwood. En serio, Miles es una especie de oficinista, no le veo manchándose las manos de sangre.

– ¿Y todos los demás? -preguntó Hu-lan, señalando la tarjeta que correspondía a los documentos para la Comisión Federal de Comercio-. ¿Podrían estar implicados en el fraude?

Como David negó con la cabeza, ella cogió la tarjeta y tachó Phillips, MacKenzie amp; Sotut, y lo sustituyó por David, Miles y Keith.

– ¡Eso me hace sentir mejor! -exclamó él, y le colocó detrás de la oreja un mechón de pelo que le rozaba la mejilla-. No me h as dicho lo que has descubierto.

Hu-lan le resumió rápidamente sus actividades de la mañana y le mostró los registros de viajes.

– Como tú, estoy buscando contradicciones. Sun mantuvo contacto con estadounidenses y no se le castigó por ello durante la Revolución Cultural. Mejor dicho, recibió un castigo irrelevante: arrodillarse sobre cristales y un par de críticas públicas… Nada. Yo me esperaba diez años de trabajos forzados.

– Quizá tuvo suerte.

– En el expediente se afirma que no acepta sobornos, pero tenemos pruebas circunstanciales de lo contrario, por eso aparece su nombre en la lista -dijo señalando la tarjeta-. ¿Cambia acaso la personalidad básica de alguien?

– Todo el mundo afirma que Sun es un buen hombre. Su poder se basa en su honestidad.

– Poder es la palabra clave. El poder corrompe, y mi gobierno es intrínsecamente corrupto -admitió Hu-lan.

Lo has dicho tú, no yo. Pero sí, China tiene de vez en cuando pequeños problemas de corrupción.

– ¿Es lo que le ocurrió a Miles?

– Para él, poder y dinero son sinónimos.

– ¿Y Henry Knight y Randall Craig?

– Mi país fue construido por bandidos corporativos e industriales. Admiramos a quienes se han hecho a sí mismos.

Hu-lan guardó silencio.

– ¿Qué vas a hacer ahora? -preguntó al cabo.

– Ir a correr un rato, ducharme, ponerme un traje y asistir al banquete.

– ¿Y qué hay de Miles?

– ¿De Miles? Me dijo que podía irme, pero no o haré. -David vaciló y se repitió a sí mismo, con mayor convicción-: Iremos al banquete, sonreiremos, nos comportaremos con elegancia y confiaremos en que uno de los jugadores se delante. Cuando suceda, quiero verlo.

– Pues será mejor que repase mi vestuario. -Hu-lan se puso en pie y sonrió. Desde que habían revisado juntos los papeles de Miao-shan no se sentía tan cerca de él, ya que por fin se dirigía a ella como mujer amada y no como inspectora. Se pasó la mano por el vientre y dijo-: Espero encontrar algo que me entre.

Era un comentario privado, y cuando David le tomó la mano, la atrajo hacia él y la miró a los ojos, pensó que le contestaría de la misma forma. Pero él tenía otras cosas en la cabeza.

– ¿Me lo has dicho todo?

El muro profesional volvía a interponerse entre ellos.

– ¿Lo has hecho tú? -replicó con una mirada desafiante.

– Sí.

David omitió que Miles había dado a entender, más claramente de lo que Hu-lan suponía, que tenía algo que ver con la muerte de Keith. Pero él mismo se negaba a creerlo. Conocía a Miles, jugaban al tenis, eran socios. Que fuera un asesino le resultaba inconcebible. Pero si era así, tendría que llevarlo a su manera. No podía permitir que Miles se convirtiera en una víctima del sistema legal chino.

– Yo también te lo he contado todo.

Hu-lan se había guardado los nombres de los bancos de Sun en china y en el extranjero. La información no le servía de nada a David. En Estados Unidos era necesaria una orden judicial para tener acceso a ellas. Pero estaban en China y, además, David nunca utilizaría una orden judicial contra su propio cliente. Para Hu-lan, Sun no era más que un sospechoso. Si tenía que hacerlo, utilizaría cualquier medio para llevarlo ante la justicia, aunque supusiera traicionar la confianza de David, porque… porque era parte de su personalidad anteponer el deber a los asuntos del corazón, ya fuera en la granja Tierra Roja o en Pekín. No podía permitirse volver a olvidarlo.

El silencio volvió a caer sobre ellos hasta que David lo interrumpió.

– Estupendo, nada de secretos entre nosotros.

– Será mejor que vaya a cambiarme de ropa -dijo Hu-lan soltándose.

El hotel Beijing era el más antiguo de los grandes hoteles de la ciudad. Estaba situado al final de la calle Wangfujing en el cruce con Chang An, el paseo imperial de la Paz Eterna. El Beijing era como una venerable matrona que lo había visto todo. En la actualidad estaba formado por tres alas, cada una de ellas reflejo de una época. La más antigua se remontaba a los tiempos en que era el Hotel de Pekín, un establecimiento de propiedad francesa destinado a una clientela cosmopolita y decadente. El ala oeste se construyó durante los años cincuenta para las necesidades más austeras de los visitantes soviéticos. El ala más reciente, el Edificio de Invitados Distinguidos, intentaba cumplir los requisitos de los turistas más exigentes, tanto nacionales como extranjeros. Aunque no era tan solicitado por los estadounidenses como algunos de los hoteles modernos, su ubicación a poca distancia de la plaza de Tiananmen, de los grandiosos edificios gubernamentales y de la Ciudad Prohibida, lo convertían en el lugar ideal para reuniones de negocios y banquetes de funcionarios y dignatarios.

La cena estaba prevista para las seis. Aunque Tartan y Knight eran empresas norteamericanas prevalecía la costumbre china, ya que asistirían el gobernador Sun y otros cargos menores del ministerio. Eso suponía que empezaría a las seis y acabaría a las ocho en punto. Sin embargo, no era el único acontecimiento que tendría lugar esa tarden el Beijing, tal como descubrieron Hu-lan y David cuando el inspector Lo intentaba dejarlos en la puerta. Varias limusinas y coches de alquiler bloqueaban la entrada, de ellos descendían grupos de jóvenes, hombres trajeados y familias al completo. Mientras Lo avanzaba despacio en la fila, comentó que debían de ser invitados a banquetes de bodas. Su suposición se verificó cuando al llegar a la entrada vieron a un par de hombres con cámaras de vídeo grabando la llegada de los novios.