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– Una de las cosas que he notado es que hay varias naves grandes para reunir a grupos numerosos de empleados. Hay un auditorio, pero la cafetería también podría ser un lugar para hablar a la gente, por no mencionar el patio.

“Es muy fácil reunir allí a todos los empleados. A lo mejor Henry no entró en la planta de la fábrica porque nunca tuvo necesidad de hacerlo. Quizá la visitó el día de la inauguración, o entró en la sala de montaje final. ¿Para qué va a ir a la planta principal? Por otra parte, en el caso de que haya ido, es muy fácil distraerlo con los detalles del producto y no del entorno.

– Hoy dijo que desde que la fábrica se trasladó a China, ha dejado que Sandy y los demás se ocuparan de los aspectos de la manufacturación.

Hu-lan asintió para sí misma.

– ¿Qué? -preguntó David.

– ¿Cómo es ese refrán? ¿Cuándo los ojos no ven…?

– Ojos que no ven, corazón que no siente.

– Eso es. La primera vez que fui a la fábrica, Sandy Newheart me llevó a la parte de montaje final. Es una nave inmensa con cientos de mujeres trabajando. Uno no piensa en lo que no ve. Cuando le pregunté qué había del otro lado de la pared, se molestó. Lo que intento decir es que la arquitectura de lugar esconde cosas. No hay ventanas. La insonorización es excelente. Las puertas parecen no dar a ninguna parte. Los pasillos son tortuosos y ocultan la dirección y as dimensiones.

– No estoy muy seguro de seguirte. No se puede “esconder” una nave con setecientas mujeres dentro.

– Sí se puede -dijo Hu-lan mientras se ponía de pie.

Salieron juntos y se encontraron con Su-chee y el inspector Lo, agachados en cuclillas junto al Mercedes, fumando Marlboro.

– Su-chee ¿puedes darme esos planos que me has enseñado?

La amiga de Hu-lan se puso de pie, se dirigió al cobertizo donde había hallado a Miao-shan y volvió con un sobre de papel marrón. Volvieron a entrar en la casa. Su-chee encendió una bombilla desnuda. Hu-lan quitó el zapato a medio hacer de la mesa y la limpió con la manga. Cuando Su-chee dejó los papeles, Hu-lan los hojeó hasta encontrar los planos de la fábrica. Los cuatro se inclinaron sobre la mesa para mirar el plano general del lugar. Hu-lan hablaba en inglés e iba señalando cada edifico para que los demás se orientaran. Acto seguido apartó ese plano, desplegó el primer piso y pasó el dedo por el papel, señalando los pocos sitios en que había ventanas: todas en el primer piso, en la pared opuesta al patio. Y pasó las especificaciones del edifico de la planta de montaje.

– Aquí está la puerta principal y el vestíbulo. Aquí tienes un escritorio con un botón debajo que abre la puerta de la parte principal del edificio. -Trazó la ruta hasta esa puerta con el dedo, cruzó el vestíbulo del otro lado donde se separaban las mujeres en dos grupos-. Si sigues recto, acabas en la sala de montaje final. -De allí siguió por pasillos serpenteantes, dudó ante otras puertas que no daban a ninguna parte o a armarios o habitaciones pequeñas. Levantó al vista y miró a David-. Cuando uno llegaba esta nave, ya no sabe si está de cara al sur o al norte, ni dónde está en relación con el resto del complejo.

Su-chee murmuró algo y Hu-lan le pidió que lo repitiera.

– Tú habla rápido -intentó explicar su amiga en inglés-. No comprende. Pero esto es como campos. No recto… -Su-chee frunció el ceño para encontrar la palabra, y pasó al mandarín para decir de un tirón un par de frases mientras señalaba a un lado y otro.

El inspector Lo y Hu-lan asintieron, y ésta le explicó a David que los senderos entre los campos nunca se trazaban en línea recta; ni los caminos que iban a una granja o una aldea. La explicación supersticiosa decía que se hacía así para confundir a los fantasmas; la explicación práctica, para despistar a los bandidos, secuestradores y ejércitos invasores.

– Las mujeres que trabajan en la fábrica, incluida yo, no lo ven porque están muy acostumbradas.

– ¿Y Henry Knight diseñó su fábrica de esa manera para confundir a la gente que trbaja allí? -pregunto David.

– ¿Y si fue diseñada así para evitar miradas curiosas, incluida la suya?

– Hu-lan, si las cosas están tan mal como dices, es inconcebible que Henry Knight no lo sepa. Digámoslo de otra forma, ¿quién se beneficiaría de un encubrimiento de maniobras ilícitas? La compañía de Henry Knight. La está vendiendo con unos beneficios enormes. Es evidente que si hay algo turbio, debo ocultarlo hasta después de la venta.

– ¿Y qué pasa con el hijo?

– Doug? Va a ganar dinero con la venta, claro, pero no tanto como su padre. Y se quedará en la empresa después de la absorción. Henry lo ha peleado mucho.

– ¿Así que pueden acusar a su hijo si todo eso sale a la luz? -preguntó Hu-lan-. ¿qué clase de padre es ese?

El grupo se sumió en un silencio incómodo. Todos sabían lo que había pasado entre Hu-lan y su padre. Hu-lan los observó uno a uno, y vio que la miraban comprensivamente.

– Pero por lo que sabemos -dijo con voz firme-, no se trata de una venganza. No es un hombre contra… -Titubeó. Cuando volvió a hablar, lo hizo con tono más duro-. Es una fábrica grande. Si Henry Knight lo sabe, ¿no lo sabrán todos los demás? ¿La señora Leung, Sandy Newheart, Aarón Rodgers, ese vigilante y hasta Doug Knight?

– Y Miao-shan -sugirió Su-chee.

Los ojos de David y Hu-lan se encontraron mientras pensaban.

– ¿Qué mas trajo Miao-shan a casa? -preguntó David.

Hu-lan desplegó más planos, pero no se entendía muy bien el significado. También había mapas del terreno circundante, en los que se veía que la compañía quizá había tenido intenciones de ampliar sus instalaciones. Pero cuando Hu-lan le mostró a David la hoja de cálculo, notó que contenía involuntariamente el aliento y que luego se recuperaba rápidamente. A la izquierda estaban los nombres de las distintas figuras que fabricaban. Al lado de cada uno había cifras, pero Hu-lan no sabía si se trataba de dólares o yuanes. Levantó uno de los papeles y miró los nombres: Sam, Uta, Nick, Gaseoso, Anabel, Notorio.

– ¿Por qué sólo hay seis? -preguntó Hu-lan-. Se supone que los diez personajes son un equipo. ¿Dónde está Cactus? -Citó los anuncios y la historia que había visto en las vitrinas de exposición de la planta Knight-. “Sam y Cactus son íntimos amigos que juntos hacen el bien”. Un golpe maestro publicitario, ¿no crees? Un niño no puede tener a Sam si no tiene también a Cactus. -De pronto lanzó un grito de triunfo-. Es la clave más estúpida que he visto en mi vida, tan estúpida que se me habría escapado de no haber conocido un poco a los muñecos.

En cuanto lo dijo, David también la vio. Sam, Uta, Nick, Gaseoso, Anabel, Notorio: SUN GAO.

– Es tan obvio que tiene que ser un montaje -señaló Hu-lan, pero al ver la expresión sombría de David, preguntó-: ¿Has visto algo así antes?

David apretó las mandíbulas. Hu-lan ni siquiera estaba segura de que fuera consciente de ello. Pero cuando lo oyó responder “no” supo que mentía.

– ¿Y qué hay de los papeles que te mandó Sun? -insistió.

David la miró con determinación. Los documentos recibidos tenían un asombroso parecido con éstos. La misma tipografía, el mismo diseño y el membrete de Knight. Pero no podía decírselo a Hu-lan.

– Inspector Lo -dijo Hu-lan sin apartar la mirada de David-, ¿por qué no espera fuera? Esto podría significar un problema político para todos nosotros y no sé si podré protegerlo.

Antes de que Lo respondiera, David suspiró.

– No tiene por qué ir a ninguna parte.

– David, puede ser algo peligroso -insistió ella-. Cuando recuerdo la fábrica Knight, pienso que ponen en peligro la salud y la seguridad de la gente para ganar dinero, pero ¿va contra la ley? En china, la respuesta es no. Al ver estos papeles me imagino que la figura de Sun está relacionada de alguna manera. Es evidente que los Knight no podrían funcionar aquí sin su ayuda. ¿Pero qué significan esos papeles? Como te he dicho, Sun es un hombre poderoso. Más aún, es un hombre popular, muy, muy popular. Hasta yo lo admiraba.

– No comprendes mi preocupación -dijo David con una sonrisa compungida-. El gobernador Sun es cliente mío. Tú has sido abogada, Hu-lan, y sabes lo que eso significa. Los papeles que me mandó ahora son información privilegiada. Éticamente no puedo entregártelos ni usarlos contra él de ninguna manera, porque es mi cliente, como la corporación Tartan.

– Tú eres fiscal -repuso Hu-lan tras un silencio.

– Era fiscal. Pero incluso como fiscal siempre he respetado los derechos de los acusados. La confidencialidad es la base de nuestro sistema jurídico.

– Pero estás en China…

– No estoy diciendo que los papeles del gobernador Sun sean como estos, pero si lo fueran ¿tendría derecho a perseguirlo como si fuera un delincuente antes que un cliente?

– El artículo 3 de la Reglamentación Provisional de Letrados establece que “los abogados, en el ejercicio de su profesión, deben basarse en los hechos y tener la ley como criterio” -recitó-. Lo que significa que nunca deben establecer la diferencia entre el bien y el mal. Deberían dejar en evidencia los hechos contradictorios y aclarar los errores. Un abogado también tiene derecho a negarse a representar a un cliente si considera que el defendido no le ha dicho toda la verdad.

– ¿Te dejas algo?

– En calidad de abogado que ejerce en China, debes salvaguardar la soberanía del Estado…

– No hay problema.

– Y los intereses económicos del Estado -continuó Hu-lan-. Al mismo tiempo, se deben proteger los derechos e intereses de los empresarios extranjeros.

– Sólo dime una cosa: en este caso, ¿debo mantener la confidencialidad o no?

– Me temo que sí. El código establece que se debe mantener la confidencialidad de las cuestiones privadas. Está a la misma altura que los secretos de Estado.

– Me parece que hay muchas contradicciones en esas reglas.

– Estamos en China.

– ¿Qué puedo y qué no puedo hacer?

– No he estudiado ni ejercido derecho aquí -dijo Hu-lan- no conozco todas las sutilezas ni cómo moverme entre ellas.

– Pero cuenta con algo a su favor -interrumpió Lo, aunque no acababa de entender del todo el dilema de David-. Los abogados tienen derecho a hacer investigaciones y visitas en relación con los casos de los cuales se ocupan.

– Si es así -dijo David-, quiero volver al hotel.

Unos minutos después, Su-chee acompañó a los tres hasta el coche. Con solemnidad le tendió los papeles a Hu-lan, que los rechazó.