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Mi hermana Valerie entró de la cocina. Valerie está recientemente divorciada y sin dinero y se ha trasladado a sí misma y a sus dos niñas a mi viejo dormitorio. Antes del divorcio y regresar a Jersey, Valerie vivía en California del sur donde había limitado el éxito a hacerse un clon de Meg Ryan. Valerie todavía tenía las mechas rubias. El espíritu alegre lo dejó caer en algún sitio sobre Kansas en el vuelo a casa.

– Diablos, -dijo Valerie, divisando a Diesel.

La Abuela estuvo de acuerdo.

– Es una pepita, ¿verdad? -dijo-. Es verdaderamente guapo.

Diesel me dio un codazo en el costado.

– ¿Ves? Les gusto.

Arrastré a Diesel a la sala de estar.

– Piensan que tienes un bonito trasero. Eso es diferente de gustarles tú. Siéntate delante de la televisión. Mira los dibujos animados. Trata de encontrar un partido de béisbol. No hables con nadie.

Mi madre, la abuela y mi hermana me esperaban en la cocina.

– ¿Quién es? -quiso saber Valerie-. Es magnífico.

– Sí, y puedo decir que él es todo un seductor, -dijo la Abuela-. Tiene esa mirada en sus ojos. Y apuesto que tiene un buen paquete.

– Él no es nadie, -dije, tratando de apartar mis pensamientos del paquete de Diesel-. Se mudó al edificio, y no conoce a nadie, por eso más o menos lo he adoptado. Es un caso de caridad.

Valerie se puso seria.

– ¿Está casado?

– Creo que no, pero no te gustaría. No es normal.

– Parece normal.

– Confía en mí. No es tu tipo normal.

– Es gay, ¿no?

– Sí. Eso es. Creo que es gay. -Mejor que revelarle a Valerie que Diesel era un sobrenatural dolor en el culo.

– Los atractivos siempre son gays, -dijo Valerie suspirando-. Es un patrón.

La Abuela tenía un puñado grande de masa de galletas en la mesa. La estiró y luego me dio un cortador de galletas en forma de estrella.

– Tú has las galletas de azúcar, -dijo la Abuela-. Haré que Valerie se ocupe de las de caramelo.

Si me llevo cualquier cosa conmigo cuando muera será la manera como huele la cocina de mi madre. El del café preparado por la mañana, la col morada y el asado cociéndose en la olla y llenando de vapor las ventanas de la cocina durante un día frío en febrero, un pastel de manzana caliente en el mostrador en septiembre. Parece melodramático pensar en ello, pero los olores son verdaderos y tan parte de mí como mi pulgar y mi corazón. Juro que lo primero que olí fue el pastel de piña cuando estaba en el útero.

Hoy el aire en la cocina de mi madre estaba pesado con el horneado de las galletas de mantequilla. Mi mamá usaba mantequilla y vainilla auténtica, y el olor de la vainilla se me pegaba a la piel y al pelo. La cocina estaba tibia, llena de mujeres, y yo estaba emocionada con las galletas de mantequilla. Éste sería un momento perfecto, si sólo no hubiera un extranterrestre sentado en la sala de estar, mirando la televisión con mi papá.

Saqué la cabeza por la puerta de la cocina y miré hacia el comedor a Diesel y a mi papá en la sala de estar. Diesel estaba delante del escuálido árbol de Navidad, de metro y medio, que parecía iba a deshacerse, con un desvencijado soporte. Cuatro días antes de Navidad y ya el árbol dejaba caer agujas. Mi padre había colocado una estrella de metal verde y plateada en la cúspide parcialmente calva del árbol. El resto del árbol estaba cubierto con luces de colores intermitentes y decorado con un surtido de adornos coleccionados a lo largo de la vida matrimonial de mis padres. El soporte estaba envuelto en rollos de algodón blanco que se suponía parecía nieve. Un pueblo de casas viejas de cartón habían sido montadas en los rollos de algodón.

Las niñas de Valerie, Angie de nueve años y Mary Alice de siete, habían completado el árbol con grandes cantidades de cintas de color brillante. Angie es la niña perfecta y a menudo es confundida con una bajita mujer de cuarenta. Mary Alice ha tenido desde hace mucho tiempo un evidente problema de identidad y usualmente está convencida de que es un caballo.

– Bonito árbol, -dijo Diesel.

Mi padre estaba concentrado en la pantalla de la televisión. Mi padre reconocía un árbol perdedor cuando veía uno y este no era ningún ganador. Él había gastado poco, como de costumbre, y le había comprado el árbol a Andy en la estación Mobil. Los árboles de Andy siempre se veían como si hubiesen sido plantados al lado de una central nuclear.

Mary Alice y Angie habían estado mirando la televisión con mi padre. Mary Alice apartó su atención de la pantalla y contempló a Diesel.

– ¿Quién eres? -preguntó.

– Me llamo Diesel, -dijo-. ¿Quién eres tú?

– Soy Mary Alice, y soy un hermoso palomino. Y esa es mi hermana Angie. Ella es sólo una niña.

– No eres un palomino, -dijo Angie-. Los Palominos tienen el pelo dorado, y tú lo tienes castaño.

– Puedo ser un palomino si quiero, -dijo Mary Alice.

– No puedes.

– Igual puedo.

– No puedes.

Cerré la puerta de la cocina y volví al corte de galletas.

– Hay una juguetería en el centro comercial Price Cutter en Hamilton Township, -dije a mi madre y abuela-. ¿Alguna de ustedes sabe algo sobre ella?

– Nunca vi una juguetería allí, -dijo la Abuela-, pero fui de compras con Tootie Frick la semana pasada, y vimos una tienda con un soldado de juguete en la puerta. Probé la puerta, pero estaba cerrada, y no había ninguna luz en el interior. Pregunté a alguien respecto a eso y él me dijo que la tienda estaba embrujada. Dijo que la semana pasada hubo una tormenta eléctrica dentro de la tienda, con truenos y todo.

Transferí una estrella de masa cruda de la mesa a la bandeja de galletas.

– No sé nada sobre la parte embrujada, pero se supone que el lugar es una juguetería. El tipo que la posee no apareció a su cita en el tribunal, y no he podido encontrarlo. Supuestamente él hace varios de sus propios juguetes, y tiene un taller en algún lugar, pero no he sido capaz de conseguir la dirección.

Cuándo la oficina de fianzas abriera mañana por la mañana, tendría a Connie, la encargada, dirigiendo una búsqueda cibernética de Claws. También podría comprobar para ver si Claws tenía cuentas de eléctricidad y agua en algún sitio aparte de su casa y su tienda.

– Vas a tener que coger el ritmo, -dijo la Abuela-. Aún tenemos que poner azúcar glaseado sobre esas galletas. Y todavía tenemos que hacer un montón de galletas. Y las bolas de queso cremoso. No puedo estar haciendo esto todo el día porque tengo que ir a un velatorio esta noche. Ponen a Lenny Jelinek. Era miembro de los Alces, y tú sabes lo que eso significa.

Mi madre y yo miramos a la Abuela. Éstabamos despistadas.

– Me rindo, -dijo mi madre-. ¿Qué significa eso?

– Hay siempre un gentío cuando se presenta un Alce. Muchos hombres. Un grupo potencial, si estás en el mercado para un [3] studmuffin.

Mi madre mezclaba la masa de galleta en un pocillo grande. Alzó la vista, cuchara en mano, y una bola de masa se deslizó de la cuchara e hizo plaf en el suelo.

– ¿Studmuffin?

– Por supuesto, yo ya tengo mi studmuffin elegido, -dijo la Abuela-. Lo encontré echando un vistazo en Harry Farfel, la semana antepasada. Fue una verdadera reunión romántica. Mi studmuffin acaba de trasladarse al área. Él conducía por los alrededores, tratando de encontrar a un amigo, y se perdió. Entonces entró en la Funeraria de Stiva para pedir orientación, y chocó directamente conmigo. Dijo que chocó conmigo debido a que tiene problemas de la vista, pero yo sabía que fue el destino. Todos los vellos de mi brazo se me erizaron al segundo de atropellarme. ¿Puedes imaginarlo? Y ahora vamos prácticamente estables. Él es un verdadero dulce. Besa bien, también. ¡Hace mis labios zumbar!

– Nunca dijiste nada, -dijo mi madre.

– No quise hacer un escándalo, con la Navidad encima de nosotros.

Pensé que era algo grandioso que la Abuela tuviera un studmuffin, pero realmente no quise una imagen mental de la Abuela y el buen besador. La última vez que la Abuela trajo a un hombre a casa a cenar él se sacó su ojo de vidrio en la mesa y lo puso junto a su cuchara mientras comía.

Tuve cierto éxito en apartar los pensamientos del viejo studmuffin. Tenía menos éxito en apartar los pensamientos sobre Diesel. Me preocupaba que él estuviera en la sala de estar decidiendo a quién de mi familia convendría teletransportar hasta la nave madre. O quizás no era un extraterrestre. ¿Qué entonces? Tal vez Satanás. Excepto, que no olía como fuego y azufre. Su olor era más rico. Bien, probablemente no era Satanás. Fui a la puerta de la cocina y lancé otra mirada hacia afuera.

Las niñas estaban en el suelo, hipnotizadas por la televisión. Mi padre estaba en su sillón, durmiendo. No había rastros de Diesel.

– Oye, -grité a Angie-. ¿Dónde está Diesel?

Angie se encogió de hombros. Mary Alice se volvió a mirarme y también se encogió de hombros.

– Papá, -grité-. ¿Adónde fue Diesel?

Mi papá abrió un ojo.

– Fuera. Dijo que estaría de regreso por la hora de la cena.

¿Fuera? ¿Cómo fuera para pasear? ¿O fuera cómo “fuera del cuerpo”? Levanté la vista hacia el techo, esperando que Diesel no sobrevolara por encima de nosotros como el Fantasma de la Navidad Pasada.

– ¿Dijo adónde iba?

– ¡No! Sólo dijo que regresaría. -Los ojos de mi padre se cerraron. Fin de la conversación.

Repentinamente tuve un pensamiento espeluznante. Corrí al vestíbulo delantero con la espátula todavía en mi mano. Me asomé por la puerta principal y mi corazón momentáneamente se detuvo. El CRV se había ido. Me había robado el coche.

– Maldición, maldición, ¡maldita sea! -Salí a la acera y miré de arriba abajo la calle-. ¡Diesel! -Grité-. ¡Dieeezel! -No hubo respuesta. El Gran Hombre de Misteriosos Talentos puede abrir puertas, pero no puede oírme llamándole.

– Me acabo de acordar del periódico de hoy, -dijo la Abuela cuando volví a la cocina-. Estaba mirando los anuncios clasificados esta mañana, pensando que podría interesarme un trabajo si aparecía el correcto… como cantante de bar. De todos modos, no vi ningún anuncio para cantantes de bar, pero había uno para fabricantes de juguetes. Estaba redactado bien lindo, además. Decía que buscaban elfos.

El periódico estaba en el suelo al lado del sillón de mi padre. Lo encontré y leí todos los anuncios clasificados. Seguro, había un anuncio para fabricantes de juguetes. Preferían elfos. Daban un número de teléfono. Decía que los postulantes tenían que preguntar por Lester.

[3] Studmuffin: Un hombre sexualmente atractivo y activo. (N. de la T.)