3

Connie Rosolli maneja la oficina de fianza de mi primo Vinnie. Connie es un par de años más vieja que yo. Tiene el pelo grande, las tetas grandes, y una mecha corta. Y probablemente podría darme una patada en el culo de aquí al centro de Trenton. Lo bueno para mí, es que Connie nunca se siente obligada a patearme el culo porque Connie y yo somos amigas.

Llamé a Connie y le pedí que comprobara las cuentas de agua y electricidad de Claws. Entre las búsquedas de computadora semiclandestinas y la red muy unida de mujeres del Burg que aman servir, no hay mucha información a la que Connie y yo no podamos tener acceso.

Apenas le había cortado a Connie cuando mi teléfono celular sonó. Era mi madre.

– Ayuda, -dijo.

Podía oír una cantidad de gritos histéricos al fondo.

– ¿Qué pasa?

– Valerie se hizo una de esas pruebas de embarazo casera, y ahora se ha encerrado en el cuarto de baño.

– No te preocupes. Saldrá cuando le dé hambre.

– ¡Es nuestro único cuarto de baño! Tengo a dos niños en casa por las vacaciones en la escuela, una vieja señora con una vejiga mala, y tu padre. Todo el mundo tiene que usar el cuarto de baño.

– ¿Y?

– ¡Has algo! Pégale un tiro a la cerradura.

Ahora si yo fuera la clase de hermana buena y una hija cariñosa, tendría compasión por Valerie. Estaría preocupada por su salud física y emocional. La fea verdad es que Valerie siempre fue la niña perfecta. Y yo era la niña que tenía la rodilla pelada, que constantemente suspendí en ortografía, y vivía en Lala Land. Toda mi infancia fue una experiencia extracorporal. Incluso como adultas, Valerie tuvo el gran matrimonio y dio a luz a dos nietas. Yo tuve el matrimonio del infierno que se terminó antes de que mi padre pagara el banquete de bodas. Entonces, amo a mi hermana y le deseo bien, pero es duro no sonreír de vez en cuando ahora que su vida está en el inodoro.

– Uh-oh, -dijo Diesel-. No estoy seguro de sí me gusta esa sonrisa.

– Fue un pequeño desliz. Ahora, necesito que me ayudes con un problema doméstico. Necesito abrir una cerradura.

– Algún día debería mostrarte algunas de mis otras habilidades.

Ah muchacho. Nunca es bueno cuando un hombre comienza a hablar de sus habilidades. Antes de que lo sepas estarás en el garaje mirando una demostración de herramientas eléctricas. Y después de que todas las herramientas eléctricas sean aceleradas al máximo, sólo quedará una que sacar de la caja. Un día debería hacerse un estudio del efecto de la producción de testosterona en presencia de una sierra de carpintería.

Todos estaban amontonados fuera del cuarto de baño cuando llegué a la casa de mis padres. Mary Alice galopaba en círculos y el resto de mi familia alternativamente se paseaba, gritaba y machacaba la puerta.

– Bastante asombroso, -me dijo Diesel-. Estoy todo el tiempo maravillado de cómo una familia puede estar al tope de la disfunción y la locura y todavía trabajar tan bien como una unidad. ¿Quieres que yo abra la puerta?

– No. -Temí que todos salieran corriendo y alguien fuera pisoteado en la estampida. Bajé a la cocina y fui a la puerta trasera. Había un pequeño techo sobre la escalera de atrás, y se extendía hasta la ventana del cuarto de baño. Cuando yo era niña solía escaparme por la ventana del cuarto de baño para pasar el rato con mis amigos-. Empújame hacia arriba, -dije a Diesel-. La sacaré por la ventana. Luego puedes abrir la puerta.

Diesel entrelazó sus dedos, puse mi pie en sus manos, y él me levantó para cubrir el nivel. Trepé en el techo y lo miré hacia abajo. Era impresionantemente fuerte.

– ¿Puedes detener un tren de carga desbocado? -Pregunté.

– Un tren de carga probablemente no. Ese sería Supermán.

Miré por la ventana a Valerie. Estaba sentada sobre la tapa del inodoro, contemplando la pequeña tira de prueba. Alzó la vista cuando la llamé.

– Abre, -dije-. Hace frío aquí.

Ella presionó su nariz en la ventana y miró hacia fuera.

– ¿Estás sola?

– Con Diesel.

Ella miró abajo al piso, y Diesel le hizo un gesto. Fue una curva estúpida del dedo meñique.

Valerie abrió la ventana, y trepé adentro.

– ¿Qué sucede? -Pregunté.

– ¡Mira mi tira de prueba!

– Tal vez está equivocada.

– Es la quinta vez que me la hago. Siguen saliendo positivas. Estoy embarazada. Estoy malditamente embarazada. Albert Kloughn me dejó embarazada.

– ¿No tomaste precauciones?

– No, no tomé precauciones. ¡Míralo! Parece una barra de pan de levadura justo antes de que lo hornees. Es suave y blanco y totalmente sin sustancia. ¿Quién habría pensado que tendría esperma? ¿Sabes a qué se parecerá este pobre niño? -lloró Valerie-. Se parecerá a un rollo de comida.

– Tal vez no es tan malo. Pensé que estabas ansiosa por casarte.

– Estaba ansiosa de casarme, no de embarazarme. Y no quiero casarme con Kloughn. Él vive con su madre, por Dios. Y no gana dinero.

– Es abogado.

– Persigue ambulancias calle abajo. Igual podría ser un pastor alemán.

Era cierto. Kloughn estaba atravesando un período difícil para establecerse en su profesión y había recurrido a escuchar la radio policíal.

– Una mujer tiene opciones estos días, -dije.

– ¡No en esta familia! -Valerie se paseaba y agitaba los brazos-. Somos Católicos, por amor de Dios.

– Sí, pero tú nunca vas a la iglesia. No es como si tuvieras religión.

– ¿Sabes qué queda cuándo la religión se va? ¡La culpa! La culpa nunca se va. Tendré que aguantar la maldita culpa por el resto de mi vida. ¿Y qué hay de Mamá? No bien mencione el aborto, y se santiguará hasta que su brazo se caiga.

– No le dígas. Díle que la tira salió negativa.

Valerie dejó de pasear y me miró.

– ¿Te harías un aborto?

So. ¿Yo? Me tomé un segundo para pensarlo.

– No sé, -dije-. Tengo problemas con las relaciones. Lo más cercano que he estado al parto es comprar un hámster.

– Está bien, -dijo Valerie-. Suponte que Rex nunca nació. Supón que la mamá hámster abortó y Rex fue arrojado junto con la cama sucia de la caseta en la jaula de hámsters del criador.

Dolor agudo al corazón.

– Cuando lo pones de ese modo…

– Es todo culpa suya, -dijo Valerie-. Voy a encontrarlo. Voy a seguirle la pista, y a mutilarlo.

– ¿A Kloughn?

– No. A la mierda de mi ex-marido. Si él no se hubiera escapado con la canguro esto nunca habría pasado. Éramos tan felices. No sé que fue lo que salió mal. En un momento éramos una familia y luego la siguiente cosa que supe es que estaba en el armario de los abrigos con la canguro.

– ¡Ábre! -gritó la Abuela del otro lado de la puerta-. Tengo que entrar. Enciérrate en algún otro cuarto.

– Sólo porque tienes un bebé no quiere decir que tengas que casarte con Kloughn, -dije. Aunque yo realmente pensaba que Valerie podría haberlo hecho mucho peor que con Albert Kloughn. Me gustaba Kloughn. No era un tipo alto, guapo, super seductor, pero ponía empeño en todo, era encantador con Valerie y las niñas, y parecía haber un genuino cariño entre todos ellos. Yo ya no estaba segura de que forjaba un buen matrimonio. Tenía que haber amor, por supuesto, pero había tantos tipos diferentes de amor. Y claramente, cierta clase de amor aguantaba más que otros. Valerie y yo pensabamos que habíamos encontrado los amores de nuestras vidas, y miren donde nos llevó eso.

– Zapatos, -dije a Valerie-. Cuando tengo dudas, encuentro que siempre ayuda si me compro un nuevo par. Deberías ir de compras.

Valerie miró la puerta.

– Podría aprovechar un nuevo par de zapatos, pero no quiero salir por ahí.

– Usa la ventana.

Valerie trepó fuera de la ventana, llegó al borde del techo y vaciló.

– Esto da miedo.

– No es muy complicado, -dijo Diesel-. Sólo cuelga tu trasero por el borde, y te bajaré.

Valerie me miró hacia atrás.

– Confía en él, -dije. Confía en Supermán, el Hombre araña, E.T., el Fantasma del Presente de Navidad… quién diablos fuera.

– No sé, -dijo Valerie-. Parece un poco alto. No me gusta como se ve. Tal vez necesito volver a la casa. -Valerie dio vuelta hacia la ventana, y su pie resbaló en el techo de tabla-. Eeeeee, -chilló, agitando los brazos, y agarrándome por mi chaqueta-. ¡Socorro! ¡Socorro!

Ella me jaló bruscamente hacia adelante, y ambas perdimos el equilibrio, azotándonos de golpe en el techo, y rodamos por el borde, juntas. Chocamos violentamente contra Diesel, y los tres nos caímos al suelo.

Diesel estaba de espaldas, yo encima de él, y Val encima mío. Toda la familia salió corriendo por la puerta trasera y se apiñó alrededor de nosotros.

– ¿Qué sucede? -Quiso saber la Abuela-. ¿Es alguna nueva cosa sexual?

– Si ella brinca en el montón, salgo de aquí, -dijo Diesel.

– ¡Llamen al 911! -dijo mi madre-. Qué nadie se mueva… sus espaldas podrían estar rotas. -Ella miró abajo a Valerie-. ¿Puedes mover tus dedos del pie?

– No abriste el cuarto de baño, -dijo mi padre a Valerie-. Alguien tiene que volver y abrir el cuarto de baño.

– ¡Frank! Te dije que llamaras al 911.

– No necesitamos al 911, -dije-. Sólo necesitamos que Valerie salga de encima mío.

Mi madre tiró a Valerie para que se levantara.

– ¿El bebé está bien? ¿Te lastimaste? No puedo creer que salieras por la ventana.

– ¿Y yo? -Dije-. También me caí.

– Tú siempre te caes, -dijo mi madre-. Saltaste del techo del garaje cuando tenías siete años. Y ahora la gente te dispara. -Sacudió su dedo hacia mí-. Eres una mala influencia para tu hermana. Ella nunca solía hacer cosas como ésta.

Yo todavía estaba encima de Diesel, y algo lo disfrutaba.

– Sabía que cambiarías de opinión, -me dijo Diesel.

Entrecerré mis ojos.

– No he cambiado de opinión.

Mi busca zumbó en mi cintura. Rodé de Diesel y comprobé la lectura. Era Randy Briggs. Me levanté y entré en la casa para usar el teléfono mientras Diesel subía a abrir la puerta del cuarto de baño.

Mi padre siguió a Diesel al cuarto de baño.

– Mujeres, -dijo mi padre-. Siempre encuentran una forma mejor.

Yo esperaba en la puerta cuando Diesel bajó.

– Randy tiene una entrevista de trabajo, -dije-. Está en camino. Tengo la dirección.

– ¿Y las compras? -preguntó Valerie.

– Tú tienes que ir de compras, -dije-. Yo tengo que encontrar a Sandy Claws. ¿Y por qué no estás trabajando?