Patrón escuchaba sin pestañear, fijando esos ojos suyos como melocotones.
– ¿Tendrías la amabilidad de irme leyendo poemas de sus libros? -preguntó Patrón a Kizu, evidenciando una fuerte insistencia-. Ya que Ikúo, de quien me informan que está trabajando para nuestra oficina, ha dicho que tú también te muestras interesado en lo que hacemos. De ser posible, nos veríamos una vez por semana, al menos. En los últimos diez años he venido sintiendo lo necesario que es esto, aunque nunca lo he puesto por obra.
Así es como el encuentro de Kizu con Patrón se orientó hacia una continuación insospechada; y desde entonces Kizu empezó a leer con Patrón la poesía de R. S. Thomas. Mientras regresaba luego en coche, conduciendo Ikúo, Kizu se maravilló del sesgo que habían tomado los acontecimientos; en tanto que el joven más bien parecía haberlo estado esperando.
Aparte de la antología poética -de bolsillo y de tapa blanda- que le habían regalado en el País de Gales, Kizu quiso tener las poesías completas de R. S. Thomas, y las adquirió en la librería de la cooperativa universitaria, junto con un libro de consulta sobre la obra del poeta, encargando que se los enviaran a su apartamento. Como en el libro que ya tenía había escrito muchas anotaciones suyas al margen, destinó las "Poesías completas" recién compradas, que estaban encuadernadas en tapa dura, a un regalo que le haría a Patrón.
En vez de dar unas charlas a Patrón siendo éste un mero oyente, Kizu se proponía leer y comentar los poemas entre los dos; pero, aun así, la primera sesión de ese tipo le llevó dos o tres días de preparación, y al cabo de ellos aún se encontraba preparando el tema, bien entrada la noche. En esto recibió una llamada de Bailarina, y a pesar de la hora que era se dirigió a la oficina situada en Seijoo. Ocurría que Patrón se encontraba en una crisis depresiva, manteniéndose levantado hasta bien entrada la madrugada, y durmiendo luego toda la mañana; y así iban transcurriendo los días. Hicieron pasar a Kizu al estudio-dormitorio de Patrón; en tanto que Ikúo, que había actuado como chófer, se quedaba en la zona de oficina donde solían trabajar Bailarina y Ogi. Kizu había elegido y preparado para la primera lectura un poema de la colección, perteneciente al poemario titulado Between Here cmd Now -"Entre el aquí y el ahora"-. El poeta Thomas lo había escrito aproximadamente a la edad que ahora tenían Kizu y Patrón.
Me preguntas por qué no escribo.
Pero ¿qué respuesta te puedo dar?
La salada marea discurre en círculos: entra, sede,
a partir de esta bahía, como ocurre con el tiempo
a partir del corazón.
¿Qué salvación puede venirnos de ahí?
Tal azar deja una escritura ilegible en la orilla.
De haber estado tú aquí, discutiríamos sobre ello.
La gente desfila ante este paisaje marino,
tan ignorante como lo haría ante cuadros de una excelsa galería de arte,
Pero yo sigo buscándole un sentido.
Las olas son una escalera móvil que hay que subir,
si bien eso ocurre sólo en el pensamiento.
Con todo, la caída desde su punto más alto
es tan real como siempre lo fuera.
Cuando yo era joven, pensaba
que la verdad había de venir desbordando el horizonte.
Al cumplir años, me mantengo firme,
y aún sigo tan lejos de ella como antes.
¿Te aburre esta tarea mía de cortarme las uñas?
Todo eso viene a explicar mi silencio.
Ojalá hubiera una explicación simple
para el silencio de Dios.
Este poema despertó una considerable reacción en Patrón. Kizu pensaba que la imposibilidad de dormir mucho de Patrón podía atribuirse, -más que a su crisis depresiva, al presente período de inquietud intelectual,.que lo llevaba a acortar sus horas de sueño. La humedad que se extendía por los grandes ojos de Patrón le recordaba a Kizu cierta fotografía de un marsupial nocturno de Tasmania.
– "Me preguntas por qué no escribo. Pero ¿qué respuesta te puedo dar?" Los versos que así has traducido, profesor, me hacen recordar un asunto muy apremiante -le espetó Patrón al punto, como si fuera un muchacho ciertamente inteligente, pero propenso a actuar a la ligera.
"Yo soy una persona que, desde sus años jóvenes, no ha escrito cosa alguna. Sin embargo, todo lo que había hecho antes del Salto Mortal, en cierto sentido, era un tipo de escritura: una tarea en la que colaboró conmigo Guiador. Las cosas que yo experimentaba al entrar en trance y que no podía expresar con palabras claras, se las contaba tal cual a Guiador, y él las convertía en expresiones inteligibles para personas ajenas al tema. Así hemos venido actuando.
"No obstante, tras la experiencia del Salto Mortal no he podido tener esas grandes visiones. Guiador también estaba al corriente de esto. Sin embargo, durante el último medio año, Guiador ha estado deseando comunicarme algo, que al cabo terminaba en un silencio sin palabras, pero que podría formularse verbalmente como los dos primeros versos del poema. ¿Por qué ahora no ves visiones?, o bien: ¿por qué no me cuentas las visiones que has tenido? Aunque yo por mi parte entrara ahora en trance, no iba a ser para ponerme en contacto directo con nada trascendente. Como estoy concienciado de ello, por eso precisamente no realizo el esfuerzo previo que me haría entrar en dicho trance. No tengo otra respuesta que dar, en el supuesto de que me preguntes… "Pero ¿qué respuesta te puedo dar?", es lo que sigue. Yo estoy aquí recluido en esta especie de casa-escondrijo. No me encuentro contemplando la incesante "marea salada de la bahía" de que habla el poeta; pero si venimos a lo que, según él, tiene igual movimiento, como es "el tiempo que fluye a partir del corazón", eso sí lo he venido experimentando. Bien está: en estos diez años no he venido haciendo nada, excepto estar contemplando la corriente que fluye del corazón.
"El tiempo… el flujo de la marea… desde luego implica movimiento, pero "¿qué salvación puede venirnos de ahí?" Eso viene muy al caso. Si mi corazón es la orilla, "tal azar deja una escritura ilegible en la orilla. De haber estado tú aquí, discutiríamos sobre ello". Guiador solía estar a mi lado, pero yo no le contaba las ideas que debían figurar en esa "escritura". El tiempo, cuando sale fluyendo de mi corazón, ¿qué trazos deja grabados? Aun cuando eso se descifrara, no tendría sentido alguno, y yo era consciente de ello. Dicho de otro modo, no había lugar a "discutir sobre ello".
"La gente vive su vida sin escatimar esfuerzos, aunque "tan ignorante" de su significado. "Pero yo sigo buscándole un sentido". También eso es la pura verdad. Y no es que yo presintiera que pudiese interpretarse la vida como una continua alucinación. Si alguien me arguyera que me pasaba el tiempo sentado en la playa con la mirada al frente y la mente en blanco, no me quedarían argumentos con que replicarle. Aunque de vez en cuando mi salud mejora algo, "eso ocurre sólo en el pensamiento", como quien subiera por la escalera de las olas.
"No obstante, ¡qué amarga experiencia!
"La caída desde su punto más alto es tan real como siempre lo fuera". Es lo que ocurre, desde luego. Pues día a día sin cesar, y noche tras noche, desde hace diez años no he venido pensando en otra cosa. Igual que entonces caí en picado, en el interior de mi mente sigo experimentando la caída.
"La estrofa siguiente parece un retrato interior mío en la actualidad.
"Cuando yo era un joven, pensaba que la verdad había de venir desbordando el horizonte. Al cumplir años, me mantengo firme, y aún sigo tan lejos de ella como antes". ¿Y el asunto del corte de uñas? Cuando habla de "These ñau pairings", a qué alude en realidad? Comoquiera que sea, aquí me estoy, sentado, mirando distraídamente al horizonte. Parece algo de lo más natural que Guiador se acabara enfadando y saltara con un "¿Por qué?"
"Pero lo que yo tenía que haberle contestado era esto:
"Ojalá hubiera una explicación tan simple para el silencio de Dios" Eso es tal cual, justamente.
Los ojos de Patrón, dotados de un denso brillo, no se concentraban ahora en Kizu, sino que Parecían querer fijarse inequívocamente sobre un interlocutor invisible que estuviera sentado al lado del profesor.
El cielo plomizo de mediados de octubre iba pasando de la oscuridad al claro de la aurora, sobre aquella calzada por la que circulaba a una velocidad inmoderada el coche conducido por Ikúo, camino de vuelta hacia el apartamento de Kizu. Éste entretanto rememoraba las palabras del largo monólogo de Patrón sobre el poema de Thomas, visto a través de su propia traducción.
"Cuando yo era joven, pensaba que la verdad había de venir desbordando el horizonte". Yo también creo que eso es precisamente así. ¿No fue justo por eso por lo que me fui a América? ¿Y qué diremos que salió de ahí? No parece que haya indagado particularmente esa verdad…"
Ikúo se bajó momentáneamente del coche, y Kizu abrió el portillo de acceso situado junto a la puerta de entrada usando la misma llave de su apartamento. Oyó a su espalda la voz de Ikúo, que le hablaba en tono de disculpa.
– Sería estupendo si pudiera subir ahora yo también, pero me ha surgido la necesidad de ultimar un plan con mis dos compañeros de la oficina esta misma mañana. Kizu se volvió a él para mostrarle su asentimiento.
– Ayer, cuando volví a la oficina en coche después de traerte, Bailarina me contó que Patrón le había dicho que necesitaba algo de ti, algo tan valioso como un presente por tu parte, profesor. ¿Ha salido eso a relucir en tu conversación con él? Los líderes religiosos, aunque vivan al margen del ambiente mundano, tienen una innegable faceta práctica, ¿eh?
Kizu intuía que detrás de tal declaración de Patrón estaban actuando Ikúo y Bailarina. Con todo, se limitó a asentir de nuevo y, tras empujar aquella puerta, sólida y chapada al estilo americano, entró solo en el vestíbulo.
Ese año las estaciones se alternaban a gran velocidad, para la percepción de Kizu. Durante toda la mañana el sol se veía asomar sobre las ramas cimeras del harunire; pero incluso en los días en que su luz entraba directamente hasta el salón, su posición había cambiado, de forma que no alcanzaba al lugar donde Kizu tomaba sus baños de sol totalmente desnudo.
Ni que decir tiene que los baños de sol del profesor, como hábito adquirido por un hombre bien entrado ya en la madurez, estaban marcados por su tendencia a evitar miradas ajenas. Aun después de que Ikúo empezara a vivir allí con él, posando además desnudo como modelo suyo, si Kizu se echaba desnudo en la tumbona, no se mostraba inclinado a invitarlo a tomar también un baño de sol. Y el trabajo de la oficina, por otra parte, estaba absorbiendo cada vez más a Ikúo.