"Sea cual sea el nivel al que llegue el trance, mientras estemos en él tenemos que estar despiertos. Con ojos bien abiertos tenemos que mirar la inmensa corriente. Tenemos que hacer transparentes nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para ver las partículas de ondas-luz que tenemos dentro, reflejadas en el espejo de la inmensa corriente. El estado en que nos encontraremos cuando estemos en un trance no tiene nada que ver con el mayor o menor nivel de olvido de uno mismo que se pueda apreciar desde fuera.
"Como sin duda ya sabes, Guiador había hablado de que yo, cuando estoy en trance, me veo confrontado a una gran estructura que despide unos velados destellos blanquecinos. Ésa es su manera de entender lo que yo acabo de decir: el trance en que uno mira con ojos despiertos la inmensa corriente. Pero son dos maneras de ver lo mismo. Ya de entrada, la experiencia de un gran trance es algo que no cabe en las categorías del lenguaje. Si eso se quiere transmitir en palabras, habrá varias maneras de expresarlo, todas ellas correctas. No hay nada en contra.
"Pues bien, volviendo al tema de este dibujo, te diré que estando inmerso en el trance, no debes dejar que el éxtasis te arrastre y te absorba en su gran corriente, como me has oído decir antes. ¿Qué hacer para impedirlo? Los místicos europeos usan textos sagrados de oraciones como una barandilla o pasamanos que les proteja de precipitarse en el abismo del éxtasis. Se ha llegado al caso de que aten esos textos con una cuerda y se ciñan ésta a la cintura como un salvavidas. El tema admite esta explicación. Lo que he llamado textos sagrados puedes entenderlo como palabras tomadas de oraciones religiosas.
"Profesor, tú en este dibujo te dispones a caminar, tomando a Ikúo de la mano, hacia la profundidad del cielo. La mano de Ikúo que se enlaza con la tuya está desempeñando la función de ser tu pasamanos, tu salvavidas en este caso. Tú has tomado la decisión de internarte en el mundo "de allá", conducido por mí. Pero desde el principio mismo tú te niegas a quedar allí sumergido. No te permites a ti mismo ser absorbido por la gran corriente. Has abrazado la resolución de guardar a todo trance esas partículas de ondas-luz que residen en tu cuerpo y en tu alma. En resumidas cuentas, que en Ikúo tienes tu pasamanos de protección y tu salvavidas; pero al mismo tiempo, si Ikúo bajo mi liderazgo llega a entrar en trance, tú estás ahí para evitar que se hunda en la gran corriente. Y ha sido seguramente pintando ese esbozo de Ikúo contigo, llevándoos de la mano, como has cobrado conciencia de ello. Basta con mirar este dibujo para entender que Ikúo también va a ser capaz de prepararse interiormente, ¿no es así?
Mientras Patrón decía estas últimas palabras, desvió su mirada de Kizu a Ikúo. Kizu no pudo refrenarse de mirar igualmente hacia Ikúo, y así lo hizo, con un giro enérgico de su cuerpo. Ikúo hizo un signo tan decisivo de asentimiento que llenó de felicidad a Kizu.
Kizu no tenía nada clara la naturaleza de lo que se le pedía como Guiador en ciernes, pero estaba fuera de toda duda que Patrón lo consideraba como un consejero importante para los asuntos del nuevo movimiento religioso. Desde ahora Kizu, como también era el caso de Ikúo, estaba bien dispuesto a escuchar cuanto dijera Patrón. Incluso cuando Kizu le daba charlas a éste sobre aquel poeta gales, Patrón no se limitaba a ser un mero alumno. Pero a partir de ahora parecía iniciarse una dinámica contraria, con Patrón tratando de instruir y asesorar a Kizu. Patrón estaba emprendiendo la tarea de hacer revivir la doctrina que el ahora enfermo Guiador y él mismo habían creado -por más que hubieran renegado de ella en bloque para acometer el Salto Mortal-.
– Cuando Guiador y yo éramos jóvenes -le contó a Kizu-, hubo una época en que, con la inquietud propia de nuestra edad, pero con la misma energía de nuestros años jóvenes, orientamos nuestra curiosidad hacia la mística, y nos lanzamos como locos a leer libros de esa materia. Había, por cierto, un gran desfase en capacidad de lectura entre nosotros dos.
Libros que yo nunca cogería para leerlos, él se los leía, y me subrayaba o me rodeaba en rojo aquellos párrafos que él creía de mi interés, y luego me pasaba esos libros. No es que yo no fuera a leer más que aquellos párrafos, pero para mí leer libros enteros me resultaba una lata. Cuando había páginas que Guiador me había marcado como solicitando mi atención, yo leía el capítulo correspondiente; y si no lo entendía bien, leía además el capítulo anterior. Ése era nuestro sistema.
"Guiador, aparte de subrayar, rodeaba a lápiz ciertos textos, y solía también marcarme los capítulos que yo debía consultar como referencia. Cuando le daba por beber (lo cual ocurría sólo a veces) no había forma de que parase. En esas ocasiones adoptaba una actitud engreída, considerándose a sí mismo el instructor encargado de educar al fundador del grupo religioso. Siendo al mismo tiempo persona muy concienzuda en los detalles, solía decir también que la base que existía en mí previa a su instrucción había que respetarla en su lugar, estableciendo así una didáctica distinta de la comúnmente empleada, al superar la dicotomía de "enseñar" frente a "aprender". Igualmente me dijo alguna vez que él se guiaba por lo que originalmente descubría en mí, y entonces orientaba su interés hacia esos libros que me podían ayudar, y con tal estímulo se aplicaba a su lectura.
"Hablando así de mis cosas, seguramente parecerá que me sobreestimo, ¿eh? No obstante, Guiador, en su proceder conmigo, no me investía de especiales privilegios. Él me eligió como "Salvador" debido a las circunstancias (por aquellas fechas los sobrenombres de Patrón y Guiador aún no los usábamos) pero puede decirse que cualquiera hubiese sido bueno para esa misión. Como te decía, en cualquier tipo de personas existen de hecho unos fundamentales elementos básicos, esas partículas de ondas-luz que emanan del Ser Uno, el Único -diríamos-: el que existe desde siempre y siempre existirá, el que comprende en su unicidad todo el universo. Sólo que, según sean los individuos, hay diferencias entre lo que unos y otros albergan en su interior, en cuanto a la claridad de esas partículas de luz, y en cuanto a la energía de esas ondas. En tu caso, tanto esa claridad como esa energía son excepcionales, y Guiador encontraba ahí la mejor garantía sobre tu persona.
"Por aquel entonces, todavía él se encontraba trabajando como profesor de matemáticas y ciencias, en horario nocturno, en un Instituto de Grado Superior; y los estudiantes que se reunían en aquella triste aula, todos mostraban -dentro de su variedad- esas partículas de ondas-luz, según me dijo él. Y en cuanto a la existencia de las partículas de ondas-luz, Guiador me ha contado que la idea le vino de los libros de texto elementales que él solía utilizar en sus clases.
"Nosotros estamos persuadidos de que somos, todos y cada uno, portadores de genes hereditarios en el ADN. Pero desde que nació la humanidad como gran cuerpo viviente, toda la gente, y ahora cada individuo de entre nosotros, es un receptáculo de genes, y es igualmente un vehículo que los transporta. Cada individuo tiene la razón de su existencia en ser portador y transmisor de esos genes hereditarios. Hoy día la mayoría de los investigadores piensa así.
"Para mayor abundamiento, Guiador me ayudó a entender la doctrina fundamental. Él mundo ha nacido por una emanación de luz del Ser Único. Nosotros atesoramos cada uno esas partículas de ondas-luz en el interior de nuestro cuerpo, de nuestro espíritu. Y eso que es posesión nuestra, en un abrir y cerrar de ojos ha de volver al Ser Único. Éso es todo.
"Cada uno de nosotros tiende a pensarse como sujeto protagonista de su vida, pero en realidad no pasa de ser un receptáculo transmisor de ondas-luz emanadas del Ser Único. Todos y cada uno somos receptáculos móviles de esa luz emanada, hasta que toda ella regrese al Ser Único y, más aún, se convierta en el Ser Único. Éste flujo de ida y vuelta se configura de manera distinta de lo que nos resulta más familiar, como la dominante en los acontecimientos temporales que forman nuestra historia. Pero ambas maneras de configurarse se realizan de modo instantáneo, y eterno al mismo tiempo. Continuamente están ocurriendo.
"Esto es lo que me explicó Guiador. En verdad no se puede decir que yo lo entienda bien… Cuando esas partículas de ondas-luz retornen al Ser Único, cada una de ellas se despojará del cuerpo que habitaba; y, es más, se separará también del correspondiente espíritu. Pero eso no implica que nuestra individualidad personal sea desechada como un receptáculo que ha quedado vacío. Él alma individual de cada uno se convertirá a su vez en ondas-luz y regresará al Ser Único. Así me lo explicó Guiador. Aunque no lo entiendo del todo, es un pensamiento que me gusta.
"Pero bueno; yo no he tenido ocasión de rezar en una iglesia cristiana, y mucho menos en una mezquita. Tampoco he practicado la oración en un templo budista, por cierto. El conocimiento que tengo de estas cosas es posible que no pase de ser el superficialmente adquirido a través del cine, la televisión, las novelas… Pero los fieles rezan diciendo "Hágase tu voluntad", ¿no es verdad? En el Corán hay una escena en que Abraham e Isaac unen sus corazones para orar juntos; y se puede encontrar algo semejante en el relato budista El niño de la montaña nevada. "Hágase tu voluntad" es lo más básico y universal de toda oración.
"En nuestra iglesia, también las palabras "Hágase tu voluntad" constituyen el fundamento de todo. Y no es que yo tome la idea de Dios en un sentido antropomórfico, sino como una luz que todo lo penetra: este mundo, el espacio…, todo cuanto hay, desde los cuerpos completos hasta las partículas. Antes he hablado de las ondas-luz que están en mí, y que son unas de entre tantas incontables partículas; esa luz, como el salmón que remonta un río, se une a otros innumerables elementos luminosos para marchar juntos contracorriente, formando una gran muchedumbre, para así volver al Ser Único. Los fieles suelen imaginarse a ese Ser Uno de una manera an-tropomórfica como "el Único", Principio y Fin de todo. Si así nos gusta, lo podemos llamar "Dios".
"Ese Ser es el que hace tiempo te hizo oír su voz, Ikúo; y ahora vienes a decirme que nos orientemos hacia quien está tras esa voz, y que yo actúe de nuevo como mediador, a favor tuyo. Parece ser que hubo un tiempo en que ese Ser Único se solapaba en tu mente con el Dios del Antiguo Testamento; y si me pides que sea tu mediador ante ese Dios, no veo obstáculo en ello. Lo que la voluntad del Ser Único manifiesta a través de mi mediación, al aparecérseme, va dirigido a mí; pero te bastará, Ikúo, con pulsar una tecla conmutadora para convertirlo en la voz de Dios que has venido escuchando desde tu adolescencia. La razón por la que mi Dios y el Dios que te ha hablado son una y la misma realidad, y se puede pasar de una voz a otra, estriba en que ese Dios es el Único, Principio y Fin, y Él penetra con su presencia cuanto existe en el mundo, desde los espacios cósmicos hasta la más pequeña partícula. Pues no puede existir otro Dios.