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Tras expresarse Ogi de este modo, hizo una pausa, considerando todo lo que se le había ocurrido. Pero entonces el talante de la conversación mantenida entre el presidente y él cambió como por encanto. Es decir que para el joven, y hasta entonces, había pocas perspectivas de éxito en su intento de convencer al presidente; pero sin embargo éste al parecer se había visto atraído por algún punto esencial de aquel ambiguo razonamiento de Ogi, que tan escaso fundamento mostraba.

El plazo convenido de cinco minutos había pasado, y el director ejecutivo apareció, asomando la cabeza tras la alta y pesada puerta de roble que comunicaba con el auditorio -también adaptable al uso de salón de celebraciones-: esa puerta que él mismo había previamente empujado. El presidente le dijo a voces que indicara al pleno de ejecutivos y demás visitantes que se esperasen. A continuación, dirigió a Ogi un discurso inesperado.

A tenor de su condición de presidente, él era un ejecutivo con mucha experiencia acumulada; por lo que los asuntos problemáticos de índole práctica los resolvía sin dilación. Ogi había sido transferido a la fundación por la sede central de la compañía, de la cual pretendía retirarse; y el presidente manifestó ahora su visto bueno a dicho cese. En vez de darle una gratificación con ocasión del voluntario despido, el presidente le pidió a Ogi que siguiera igual que hasta ahora, pero trabajando como contacto entre él y Patrón, para mantener una relación abierta entre ambos. Como en lo sucesivo Ogi iba a ser un subordinado de Patrón, él mismo, por su parte, se ocuparía como presidente de que se le siguiera haciendo llegar un salario mensual a modo de comisión.

– Eso queda acordado -prosiguió-; y aprovechando esta ocasión, quisiera hacerte una pregunta. Se trata de lo siguiente: ¿Has leído a Balzac? Si has leído su obra, ¿no encuentras interesante la novela titulada Los trece? Yo la leí hace ya mucho tiempo. Bueno, la fama de Balzac en Japón se remonta a una o dos décadas atrás, cuando salieron sus obras completas traducidas al japonés. Los trece es una obra cuyo argumento gira en torno a trece personas poderosas que controlan Francia durante una generación entera, incluidos los bajos fondos de la sociedad.

"Yo era aún joven cuando quedé hondamente fascinado por esa idea. Me dije a mí mismo que alguna vez me gustaría organizar también un grupo de trece en este país, reservándome su dirección. Siendo una ocurrencia tan espontánea, no pasaba de quedarse en meras palabras. Pero ahora que he llegado a esta edad, cuando vuelvo la vista atrás veo que en las cosas que he venido haciendo se proyecta una sombra de Los trece. Algo así ocurre. Por largo tiempo he sido uno de los valedores de cierto político veterano, que fue primer ministro, pero que incluso ahora lidera un importante grupo de poder. En la época en que aún no se habían abierto las vías de intercambio entre Japón y China, también presté mi apoyo a políticos y ejecutivos de ambos países dotados de ambición y recursos, para que llevaran a cabo relaciones comerciales muy concretas. Y la misma Fundación para el Intercambio Cultural entre las Naciones, para la que tú has estado trabajando, con su centro de interés especialmente enfocado hacia el campo de la medicina, al tener la mira puesta en aprobar inversiones del capital atesorado para ayudar a los más importantes talentos de China y Francia, creo que refleja a su vez la influencia penetrante de los trece.

"No obstante, todo eso no va más allá del nivel subconsciente, y en realidad nunca he llegado a pensar seriamente en poner en pie esa organización de los trece. Con todo, ahora, y valiéndonos de la fundación como mediadora, ha surgido esta oportunidad de contacto con el señor "Patrón". Cuando recuerdo que he gozado de la ocasión de entrevistarme con él, siento añoranza por el pasado. Y más aún: él es una persona singular, como no me he encontrado otra hasta el día de hoy. Expresándolo de ese modo, resulta contradictorio hablar en tal caso de "añoranza", pero lo que quiero decir es que ante su persona experimento una sensación de fantasía semejante a la que me suscitaron Los trece cuando leía a Balzac.

"Cuando por casualidad me encontraba dando vueltas a estas ideas, recibí una comunicación de la secretaria de la fundación, por la que me decía que tú habías entrado en profunda relación con el entorno de Patrón, y que tu rendimiento en la fundación dejaba que desear. Ella me expuso tantas quejas sobre ti, que tuve que hacer una cierta investigación al respecto. Ahora lo he oído todo de tus labios: que ese hombre a quien podemos llamar "brazo derecho de Patrón" al parecer ha caído desplomado. Y también esto estaba en lo que me has dicho: que, por lo visto, entre los planes de Patrón se halla un nuevo desarrollo de su movimiento religioso. Cuando me encontraba meditando en lo difícil de esa situación, vienes tú a decirme de pronto que quieres trabajar con plena dedicación para esa persona.

"Creo que es una circunstancia de lo más interesante. Pues, ¿no es cierto que Patrón ocupa un lugar muy cercano al que en mis sueños tienen "los trece"? Por lo menos, me gustaría seguir manteniendo mi idea soñada. Estando yo en ese clima interior, vienes tú y me dices por tu propia iniciativa que quieres trabajar con todas tus fuerzas para Patrón. ¡Qué cosa más interesante! Me propongo colaborar contigo en todo cuanto esté en mi mano.

Ogi regresó desde el distrito de Hibiya a la casa-oficina y, lleno de animación, le dio el parte a Bailarina de su entrevista con el presidente. También ella había estado fuera ese día, pues había ido al hospital a ver a Guiador, el cual seguía inconsciente. Ella le había estado dando masajes por aquellas zonas de su piel que habían empeorado por problemas de circulación, dado el tiempo que llevaba en cama. Al final de esa semana se le harían pruebas destinadas a averiguar si había recuperado el vigor suficiente para resistir una operación; y si de ahí resultaba que ésta era posible, se le intervendría para prevenir el riesgo de hidrocefalia. Por cierto, que cuando Patrón se enteró de estas novedades, tomó refugio una vez más en su cama.

La cuestión es que mientras Bailarina informaba de estas cosas a Ogi -tras oír el parte que él le había transmitido- la actitud de ella era indiferente y distendida, y así Ogi no experimentaba dificultad alguna en conversar con ella. Pero cuando él le comunicó la parte final de la parrafada del presidente, que al principio había omitido por considerarla irrelevante para el tema principal, es decir: cuando ya trató en son de chanza la historia relativa a Los trece, Bailarina montó en cólera. Y a partir de ahí, sin pretenderlo ninguno de los dos, el tema se disparó hacia una escalada vertiginosa, por la que Bailarina se despachó con críticas equivalentes a estar recriminándole. Ogi, ya a destiempo, se puso a reflexionar; y a juzgar por lo que escuchó tras aplicar el oído, la causa de todo radicaba en que, mientras él había tomado la charla sobre Los trece como una bravuconada por parte del presidente, para Bailarina aquello había representado una auténtica valoración positiva hecha sobre Patrón y Guiador.

– ¿No serás tú en el fondo de los que empiezan y no acaban? Cuando yo era niña, si veía un hombre así me provocaba asco, y hasta desprecio. No acertaba a explicarme cómo podía haber gente que se pringara tan poco. Tú eres de esos chicos que, llegados a la mayoría de edad, siguen sin salir de sus moldes infantiles. Y no es que yo sola piense así, sino que es una verdad objetiva. Pues cuando Patrón y Guiador te llaman "inocente muchacho", no es ésa una simple aseveración. Cuando yo veo a alguien como tú, ya no sé qué hacer. ¡Me sacas de quicio!

Como era de esperar, Ogi se quedó sorprendido, y no pudo menos de intervenir a su vez, preguntando:

– ¿Y cómo es eso de que te saco de quicio?

– ¿Qué me estás diciendo? Quienquiera que hable así, no es sólo porque sea de los que se pringan poco; es que es un total irresponsable.

Bailarina no estaba en realidad desesperada; lo que estaba es francamente enfadada. Ogi, en medio de su desconcierto, pudo captar que ella no estaba por liberarlo de la empalizada que lo estaba cercando, sino que más bien ella, siguiendo esa "mala idea" que suele imperar dentro de una misma familia, se empeñaba en poner más tensa la cuerda con que lo tenía atado. Pues incluso en ocasiones como ésta, aunque la energía de los gritos lanzados iba en aumento, en medio de esos susurros que sonaban a quejas, entre palabra y palabra se captaba en el cielo del paladar, al abrir ella la boca, un temblor similar al de una almeja palpitante.

– Patrón está ahora muy encerrado en sí mismo, y no hay ni que pensar en que se ponga a dar instrucciones. Guiador, aun cuando por un casual recobre la conciencia, son muy sombrías las perspectivas que le quedan de que vuelva a ser el de antes. Así que a nosotros, por el momento, no nos queda más recurso que utilizar tus buenos servicios.

"¿No fue precisamente porque tú te hiciste idea de mi preocupación, por lo que dejaste colgado tu trabajo de Sapporo y te viniste para acá? Durante los últimos diez días nos has venido prestando tu colaboración con toda servicialidad, por lo que de veras me he sentido agradecida. Entretanto, creo que has llegado a darte cuenta del tremendo bache en el que hemos caído, ¿verdad?

"Y ésa es la razón, sin duda, por la que has decidido trabajar como un miembro de nuestra oficina, a tiempo completo, y dejar tu empleo en la fundación, ¿no? Hoy vienes de haberlo negociado con el presidente, ¿no es así? En este punto, yo he sentido un gran alivio al dejar de lado mis constantes temores de que pudieras ser un espía de la policía.

– ¿Un espía de la policía? -repitió Ogi, parloteando como un loro.

– Verdaderamente, te pasas de inocente. Supongo que a estas alturas no vas a ignorar de plano qué tipo de acontecimiento tuvo lugar hace diez años. Como yo entré aquí por la mera circunstancia de que mi padre había sido compañero de Guiador, desde luego había lugar a que ellos tuvieran dudas sobre mí, no fuera a tratarse en mi caso de un espía de la policía, ¡qué se le iba a hacer! Pero tanto Guiador como Patrón me acogieron amablemente sin reserva alguna, y es así como se me asignó un sitio para poder vivir en Tokio. También se preocuparon por darme lugar a que pudiera desarrollar mis estudios de danza. Son cosas que no se olvidan.

"Con todo y con eso, si voy a ser franca, diré que aun ahora no entiendo nada de qué concepción tienen Patrón y Guiador con vistas al futuro. Así las cosas, si Patrón se dedica desde ahora a reconstruir el movimiento religioso, no creo que yo sea la persona adecuada para ayudarle. Sin embargo, yo quiero trabajar para Patrón. Quiero hacerme creyente. No hay nada que pueda hacerme desistir de esta idea.