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LA PRINCESA ISABEL ESPERA UN VARONCITO,

nacerá en esta misma semana, el sábado a más tardar, todo es sonrisas y crisantemos en el Palacio de Buckingham, la cuna emperifollada en satín azul hace antesala amorosamente en la nursery. La multitud se agolpa a la entrada de Caracas, pasa de cien mil personas, cien mil personas soportan impertérritas las andanadas de sol, enloquecerán de júbilo cuando aparezca el Ford del Aguilucho Galves. Lo que son las cosas, míster J. Parnell Thomas, representante republicano por New Jersey, Presidente del Comité de Actividades Antiamericanas, como quien dice el Gran Inquisidor, ha sido acusado de maniobras encaminadas a estafar al gobierno de los Estados Unidos en complicidad con su ex secretaria Helen Campbell, pueden ser condenados a 32 años de presidio, o a 40.000 dólares de multa, una inconcebible ingratitud. Míster Gallup avergonzado como una cuáquero sorprendido a la puerta de un burdel, Míster Gallup anonadado por el rotundo descalabro de sus augurios electorales, el público se burla sangrientamente de míster Gallup, se desempolvan citas alusivas, Napoleón (¿o fue Disraeli?) distinguía tres clases de mentiras: la mentira vulgar, el perjurio y las estadísticas; el corso (¿o era eljudío?) se las sabía todas. Osear Galves, el Aguilucho, nimbado por la idolatría popular, pasa como un ramalazo rojo por Valencia, el Aguilucho vuela rumbo a la meta, ahora ha comenzado a llover, los goterones no logran dispersar el gentío. En las esquinas se habla de la

INMINENCIA DE UN GOLPE MILITAR,

el novelista y Presidente de la República, Rómulo Gallegos, declara tranquilizadoramente a la prensa: "Venezuela vive un proceso ascendente de afirmación democrática", en tanto Mario Briceño Iragorry, igualmente escritor, ve las cosas de un modo distinto: "Venezuela es víctima de una pelea entre la gasolina y el malojo". En los cines proyectan Lassie come home, de una jovencita prometedora llamada Elizabeth Taylor, y The Senator was indiscreet, del veterano William Powell, pero infinitamente más excitante es la propaganda de la película El noveno: No desear, Cine Apolo, no apta para menores de 18 años, la propaganda dice así: "Los

hombres la perseguían. ¡La deseaban! Cuando voy por esas calles me miran como si estuviera desnuda. ¿Que hay en mí, Dios mío, para que los hombres me acometan sedientos como fieras? ¡Es que no tienen piedad para los vivos! ¡Sólo respetan a los muertos!".

EL GENERAL DE GAULLE OBTIENE MAYORÍA

en las elecciones para la cámara alta, conquistó 99 puestos, dimiten dos ministros, se tambalea el gobierno, el General no ha presentado un programa preciso, se conoce claro está que es insospechablemente anticomunista, su triunfo obedece a la inestabilidad de los gobiernos civiles franceses, caían cada quince días, merde alors, la ciudadanía estaba hasta la coronilla. Osear Galves siente ratear el motor de su coche en los últimos tramos de la carrera, ha venido punteando desde Buenos Aires, el Ford rojo se detiene súbitamente, las bielas están fundidas, trece etapas se ha mantenido en el primer lugar, las bielas hijas de puta se han fundido, apenas le falta un puñado de kilómetros para cruzar la meta, pasan a su lado coches y más coches, ninguno frena para meterle el hombro, el Aguilucho se caga en las bielas. El triunfo inesperado de Truman ha originado

LA BAJA BURSÁTIL MAS VIOLENTA

que se registra desde 1940, mientras tanto los intelectuales progresistas interpretan la elección de Truman como una derrota de los belicistas y de la discriminación racial, forget Hiroshima boys! La soprano nórdica Kirsten Flagstad ha cantado Tristán e Isolda en el Teatro Municipal y las carteleras anuncian ahora el ballet de Alicia Alonso, la bailarina cubana hará Giselle. Se asegura que los militares conjurados le han presentado un pliego de reivindicaciones al autor de Doña Bárbara, un racimo de exigencias políticas, un ultimátum castrense, y que el novelista lo ha rechazado sin leerlo, él es el Presidente, no un mequetrefe. Un Buick con matrícula del Estado Carabobo, un apoltronado automóvil de paseo, ha ayudado a Osear Galves a salir del atolladero, lo remolcó por las curvas que trepan desde Guayas,

SE TRATA DE UNA COOPERACIÓN ILEGAL,

será descalificado por los jueces para desesperación del hervidero que lo está aclamando como vencedor, cuantas veces los altavoces gritan ¡Coche a la vista! millares de ojos se afanan en rebusque del Ford del Aguilucho.

CHANG KAI SHEK PROCLAMA QUE ESTA EN CONDICIONES DE

resistir diez años más, Washington sabe que miente, esa guerra está perdida. Un pintor ingenuo de Naiguatá, un negrito de nombre Feliciano Carvallo, anuncia su primera exposición, Es tan sensacional como el Aduanero, opina Fifa Liscano, habrá música, los asistentes tendrán derecho a participar en el tumbamiento de dos grandes piñatas confeccionadas y decoradas por el propio Feliciano. El gobierno griego comunica oficialmente que ha ejecutado apenas a dos mil hombres en su represión antiguerrillera, quiere deshacer infundiosas cifras, rebatir interesadas exageraciones,

NUESTROS FUSILADOS NO PASAN DE DOS MIL,

insiste con innegable modestia. Al ser descalificado Osear Galves le corresponde el primer puesto y el

TROFEO DE LA CARRERA A DOMINGO MARIMON

también argentino pero sin pináculo, un gordo de tabaco que se lo fuma hasta chamuscarse los dedos, bohemio y dicharachero, quiere beber cerveza, una verdadera consternación para las doscientas mil personas que madrugaron en homenaje precoz al Aguilucho.

LA CAÍDA DE ROMULO GALLEGOS ES CUESTIÓN DE DÍAS,

tal vez de horas, los niños de escuela lo comentan entre las zancadillas del recreo, los militares están decididos a masacrar al pueblo si alguien se opone a, no se opondrá nadie, los partidos políticos andan a la greña, ninguno cree sino en sus propios rencores. Osear Galves protesta enardecido al enterarse del fallo que le arrebata la victoria, Pero che, qué vas a reclamar vos si te remolcaron, argumenta el gordo Marimón sin alterarse, y entonces el Aguilucho se abre paso por en medio de un pueblo suspirante, va caminando lentamente hasta la estatua del General San Martín (situada a una cuadra de la meta) y llora lágrimas amargas al pie de su libertador.

Estamos a 8 de noviembre de 1948, repito. La señora Consuelo irrumpe en la bodega del portugués Joao Francisco de Sousa, abierta a despecho del domingo, el cliente solitario es Pedro Conoto, vendedor de pájaros, no cliente en propiedad sino utilitario visitante a caza de solterona que le compre el periquito, o simplemente peregrino que esquiva el espinazo al sol de la calle, los muchachos que pasan en ventolera por el claro de la puerta le gritan ¡Pedro Conoto culo roto!, y él les responde malignamente ¡El culo se lo puedo romper a tu madre! La señora Consuelo ha venido a comprar una vela de sebo, sustancia necesaria para el parto que asiste cinco casas más arriba, y una botella de aguardiente de caña, medicamento también imprescindible, ya que el angelito está cerca, Mamá grita cada tres minutos, ¡Ay que se me quiebra la cadera!, ¡Ay que se me revienta la cuca!, ¡Ayúdame San Pedro Claver! La señora Consuelo circunnavega por entre promontorios de sacos de arroz y huacales de refrescos que la separan del portugués, formula su pedido sin dignarse mirar a Pedro Conoto ni al periquito, enfila la proa resueltamente hacia el interior de la bodega, en el horizonte relumbra sobre el hollín de la pared el rectángulo blanco que ella andaba brujuleando, un almanaque. La señora Consuelo descifra de lejos a noviembre porque está en letras gordas, y el inmenso 8 negro aún más indudable, y la palabra domingo en rojo que lo subraya, trabajo le cuesta entender el sentido de las mosquitas mínimas que nombran a los santos, qué vaina, la señora Consuelo pasó de los cincuenta y no usa espejuelos, le es preciso arrimar pegaditos los ojos al papel del almanaque para deletrear con dificultad:

Santos Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino, los cuatro mártires coronados.

Severo nunca, ni Severiano, ni Carpóforo dice la señora Consuelo, y al decirlo acciona elocuentemente, como si el asunto le concerniera a Joao Francisco de Sousa. Si nace varón haré que le pongan Victorino.