Deberías haberte rebelado contra tu marido, no contra el mundo. Sí que hay sitio para ti, lo que pasa es que no lo has buscado, el mundo te ofrece cosas pero tú prefieres no verlas, para no tener que tomar decisiones, con esa manía tuya de no saber qué escoger. Te has limitado a aceptar tus desgracias y a contármelas a mí. Eso no es suficiente, Prudencia, ya lo has visto. Ni al portal de tu casa has llegado con eso, al revés, te fuiste metiendo más adentro y acabaste conformándote con mirar la calle desde la ventana. No debiste consentir que tu marido te prohibiera salir sin él. Lo de la pierna era una excusa muy tonta, con la muleta te apañabas muy bien, igual que ibas a casa de tu suegra los domingos hubieras podido ir con tu prima y tus amigas, o a casa de tus padres.

Qué sola te quedaste. Sólo me tenías a mí, y a tu prima, que iba a verte de vez en cuando. A pesar de todo es buena persona y no le importa soportar los gestos huraños de tu marido, y menos mal que ella nunca supo cómo la ponía cuando se iba.