Regresaron a Hamburgo más tristes, más solos.

En el camino de vuelta, Blanca volvió a dormitar en el asiento de atrás, junto a los hijos de Ulrike. Peter charlaba con Heiner. Intentaba convencerle de que abandonara Hamburgo. Debía aceptar el trabajo en Munich. No era una huida. Era buscar otro camino. Su problema era el jardín, se había convertido en un voluntario encierro. Debía convivir con los recuerdos, no construir con ellos su propia prisión. A Ulrike no le gustaría que viviera para ella, encerrado en el jardín, con su muerte a cuestas. No se lo permitiría. No dejaría que sus besos le llenaran la boca, le obligaría a que procurara llenarla de otros besos.

Peter exploraba a Heiner. La expresión de su cara. La perplejidad.