—Hay otros muros, y también caerán. Esto sólo es un síntoma del miedo hacia el débil. Intuyen una avalancha. Los más acomodados temen la pérdida de sus privilegios y los demás creen que se les exigirá un sacrificio que no están en disposición de hacer. Todo esto pasará, cuando se den cuenta de que la reunificación será de una forma gradual. Sólo ha pasado un año de la caída del Muro, 1989 será prehistoria dentro de diez años, como lo es ya 1945, cuando Churchill utilizó el término de Telón de Acero por primera vez, advirtiéndole a Truman del peligro de la expansión rusa. Ya veis, él aún no podía ni imaginar siquiera que el Telón de Acero iba a levantarse de verdad.

Blanca asistía a la conversación sin entender nada. Le interesaba el tema y era incapaz de comprender. Miraba a Peter con ansiedad, esperando que le tradujera. Pero Peter no la veía; concentrado en sus argumentaciones, hacía gala de su faceta analítica. Maren se dio cuenta del aislamiento de Blanca.

Eiserner Vorhang is the Iron Curtain—le dijo.

Era más frustrante aún intentar comprender términos que no conocía, palabras que no había oído jamás. Blanca sonreía sin expresión y asentía con la cabeza, simulaba agradeciendo el esfuerzo de Maren.

Maren sospechaba que Blanca no comprendía nada, le explicó la procedencia del término, las palabras de Churchill.

An iron curtain is falling down in Europe—insistió Maren y le preguntó si necesitaba que se lo explicara mejor. Blanca respondió que no, que entendía, sí, sí. No todo. Pero un poco sí.

La cena había acabado. Heiner ayudó a Blanca a levantarse retirando su silla. Mientras, le decía: Ich wünschte, ich kónnte Spanisch sprechen, um mit dir reden zu kónnen. Blanca le pidió a Peter que le tradujera.

—Me gustaría saber español para poder hablar contigo.

Las palabras de Heiner en la boca de Peter. Blanca miró a los dos. Peter bajó los ojos, hasta ese momento no se dio cuenta del aislamiento en que la había dejado. Heiner intentaba sonreír, ella también lo intentó, le tomó las manos y apretó, él le hizo daño apretando las suyas. Blanca no lo olvidaría jamás. Aquel gigante se comunicaba con ella apretando sus manos, ignorante de su fuerza. Aquel hombre que un día le dijo: ¡Estoy solo!, la acompañaba ahora en su soledad. Podría haber dicho Me gustaría que supieras alemán, pero su generosidad llegó directa al corazón de Blanca: Me gustaría saber español para poder hablar contigo.