Con su cuerpo menudo hecho un ovillo en el banco, Blanca parecía un gorrión indefenso en mitad de una tormenta. Y la tormenta estaba en ella. No me esperes más, le había contestado a Peter, hacía escasamente dos horas. Siete años son suficientes. Blanca medía la distancia que le separaba de su compañero calculando las cosas que había hecho con él porque era lógico hacerlas. Dormíamos en tu casa o en la mía, y comíamos en tu casa o en la mía, y con eso bastaba. Era conveniente, era lógico. Tú solo. Yo sola. Siete años. Mucho tiempo de amor que se mantiene sólo con el deseo de amor. Demasiado tiempo de costumbres que se pegan a los cuerpos que duermen juntos y amanecen cada día más lejos.

Las tejedoras tenemos mucha paciencia, es necesaria para tejer, pero también para destejer. Es tiempo de destejer.

Comparó su desdicha con la de épocas peores, y se consoló pensando en Carmela. Su hermana había tenido el arrojo de decir: ¡Basta!, la valentía de romper con la vida que, según decía, le había tocado en suerte, y se lanzó al aire para escoger la que ella deseaba vivir. La vida está delante de nosotros, no detrás, decía. Admiraba a su hermana porque sabía lo que quería, aunque insistiera en repetir que lo importante no es saber lo que se quiere, sino lo que no se quiere. Sin miedo. No temía sufrir. La admiraba porque era capaz de sentir intensamente. Dolor. Soledad. Pensaba en Carmela, en su serenidad, en su entereza. Blanca veía en su hermana la seguridad que ella no encontraba. La confianza en su cuerpo menudo, consciente de su atractivo, a diferencia de Blanca, que arrastraba el suyo intentando gustarse. Se comparaba con ella. Mis ojos son más verdes.

Pensaba en Carmela, en sus ojos color de miel, mezclados de colores, cuando vio a José. Su mirada se posó involuntaria en el movimiento de una gabardina verde. José se dirigía con paso decidido hacia el estanque. Se sentó en la barandilla y apoyó en ella sus manos con los brazos muy abiertos, se recostó con las piernas extendidas, cruzó los pies. Inmóvil, miraba a la distancia. Blanca creía que la miraba a ella.