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Walling levantó la taza y dio un sorbo al café, luego bajó la vista a su trabajo y pareció armarse de valor para seguir adelante.

– Bueno, no veo cómo el hecho de que os llamara entonces cambia mis conclusiones -dijo-. Sí, parece poco acorde con su personalidad que contactara bajo cualquier nombre. Pero has de recordar que el caso Gesto se produjo en las primeras etapas de su formación. Hay varios aspectos relacionados con Gesto que no encajan con el resto. Así que si ése fuera el único caso donde estableció contacto, no sería tan inusual.

– Vale.

Rachel recurrió de nuevo a sus notas y continuó evitando los ojos de Harry desde que éste le había hablado de su error.

– Bueno, ¿dónde estaba antes de que sacaras a relucir eso?

– Dijiste que después de los dos primeros crímenes eligió víctimas a las que podía enterrar sin noticia.

– Exactamente. Lo que estoy diciendo es que obtenía satisfacción en lo que hacía. No necesitaba que nadie más supiera que lo estaba haciendo. No disfrutaba por la atención. No quería atención; su satisfacción era autocontenida. No requería parte externa ni componente público.

– Entonces, ¿qué te preocupa?

Rachel levantó la mirada hacia él.

– ¿Qué quieres decir?

– No lo sé. Pero parece que algo en tu propio perfil del tipo te molesta. Hay algo que no te crees.

Ella asintió, reconociendo que la había interpretado correctamente.

– Es sólo que su perfil no cuadra con alguien que coopere en este momento del partido, que hable de los otros crímenes. Lo que veo aquí es a alguien que nunca lo admitiría. No admitiría nada. Que lo negaría, o que al menos mantendría silencio al respecto, hasta que le clavaran la inyección letal en el brazo.

– Muy bien, entonces eso es una contradicción. ¿No tienen contradicciones todos estos tipos? En algún punto están todos de atar. No hay ningún perfil correcto al ciento por ciento, ¿no?

– Es cierto -admitió Rachel-. Pero aun así no encaja, y supongo que lo que estoy intentando decir es que desde su punto de vista hay algo más. Un objetivo superior, si quieres. Un plan. Toda esta confesión es reveladora de manipulación.

Bosch asintió como si lo que ella había dicho fuera obvio.

– Por supuesto que lo es. Está manipulando a O'Shea y al sistema. Está usando esto para evitar la aguja.

– Quizá, pero podría haber otros motivos. Ten cuidado.

Ella dijo las dos últimas palabras con severidad, como si estuviera corrigiendo a un subordinado o incluso a un niño.

– No te preocupes, lo tendré -dijo Bosch.

Decidió no encallarse en eso.

– ¿Qué piensas del descuartizamiento? -preguntó-. ¿Qué nos dice?

– De hecho he pasado la mayor parte del tiempo estudiando las autopsias. Siempre he creído que las víctimas son lo que más te enseña del asesino. La estrangulación fue la causa de la muerte en todos los casos. No había heridas punzantes en los cadáveres, sólo el descuartizamiento. Son dos cosas diferentes. Creo que el descuartizamiento era simplemente una forma de limpieza, de deshacerse de los cadáveres con facilidad. Una vez más muestra su talento, su planificación y su organización. Cuanto más leía, más me daba cuenta de lo afortunados que fuimos al detenerlo esa noche. -Rachel pasó un dedo por la hoja de notas que había escrito y continuó-: Las bolsas me resultan muy intrigantes.

Tres bolsas para dos mujeres. Una bolsa contenía las dos cabezas y las cuatro manos. Era como si posiblemente tuviera un destino o un plan separado para la bolsa que contenía los identificadores, las cabezas y las manos. ¿Han sido capaces de determinar adónde iba cuando pararon su coche?

Bosch se encogió de hombros.

– No del todo. Se supone que iba a enterrar las bolsas en algún sitio en torno al estadio, pero la verdad es que no se explica, porque lo vieron alejarse de Stadium Way e ir hacia el barrio. Se estaba alejando del estadio y del bosque, de los lugares donde podría enterrar las bolsas. Hay algunos solares en el barrio y acceso desde las colinas de debajo del estadio, pero me parece que, si iba a enterrarlas, no se habría metido por allí. Se habría adentrado en el parque, donde había menos opciones de que se fijaran en él.

– Exactamente.

Ella miró otro de sus documentos.

– ¿Qué? -preguntó Bosch.

– Bueno, esta historia de Reynard el Zorro podría no tener nada que ver con todo esto. Podría ser coincidencia.

– Pero en la épica Reynard tiene un castillo que es su escondite secreto.

Rachel arqueó las cejas.

– No creía que tuvieras ordenador y menos que supieras buscar en Internet.

– No sé. Mi compañera hizo la búsqueda. Pero he de decirte que he estado en el barrio justo antes de llamarte hoy y no he visto ningún castillo.

Walling negó con la cabeza.

– No te lo tomes todo al pie de la letra -comentó.

– Bueno, todavía hay una gran pregunta con la cuestión de Reynard -dijo Bosch.

– ¿Cuál?

– ¿Has mirado la hoja de ingreso en prisión? No habló con Olivas y su compañero, pero sí respondió las preguntas de protocolo en la prisión cuando lo ficharon. Dijo que había terminado el instituto. No tiene educación superior. Mira, el tío es un limpiaventanas. ¿Cómo iba a saber de ese zorro medieval?

– No lo sé. Pero como he dicho, el personaje ha aparecido repetidamente en todas las culturas. Libros infantiles, programas de televisión, hay muchas formas en que el personaje podría haber causado impacto en este hombre. Y no subestimes su inteligencia por el hecho de que se gane la vida limpiando ventanas. Dirige su propio negocio. Eso es significativo en términos de mostrar algunas de sus capacidades. El hecho de que asesinara con impunidad durante tanto tiempo es un fuerte indicador de inteligencia.

Bosch no estaba completamente convencido. Disparó otra pregunta que la llevara en otra dirección.

– ¿Cómo encajan los dos primeros? Pasó del espectáculo público con los disturbios y luego un gran impacto en los medios con Marie Gesto a, como dices, perderse completamente bajo la superficie.

– Todos los asesinos en serie cambian el modus operandi. La respuesta sencilla es que estaba en una curva de aprendizaje. Creo que el primer asesinato (con la víctima masculina) fue un crimen de oportunidad, como matar al que se le pusiera por delante. Había pensado en matar durante mucho tiempo, pero no estaba seguro de poder hacerlo. Se encontró a sí mismo en una situación que le permitía ponerse a prueba (el caos de los disturbios). Era una oportunidad de ver si realmente podía matar a alguien y salir airoso. El sexo de la víctima no era importante. La identidad de la víctima tampoco. En ese momento sólo quería descubrir si podía hacerlo y casi cualquier víctima serviría.

Bosch entendió la lógica. Asintió con la cabeza.

– Así que lo hizo -dijo-. Y entonces llegamos a Marie Gesto. Elige una víctima que atrae a la policía y la atención de los medios.

– Todavía estaba aprendiendo, formándose -dijo ella-. Ya sabía que podía matar y quería salir de caza. Marie Gesto fue su primera víctima. Se cruzó en su camino, algo en ella encajaba en el programa de su fantasía y simplemente se convirtió en una presa. En ese momento, su foco estaba en la adquisición de la víctima y la autoprotección. En ese caso eligió mal. Eligió a una mujer a la que se echaría muchísimo de menos y cuya desaparición provocaría una respuesta inmediata. Probablemente no sabía que iba a ser así. Pero aprendió de ello, de la presión que atrajo sobre sí mismo.

Bosch asintió con la cabeza.

– En cualquier caso, después de Gesto aprendió a añadir un tercer elemento a su foco: el historial de la víctima. Se aseguró de que elegía a víctimas que no sólo cumplían con las necesidades de su programa, sino que procedían de la periferia de la sociedad, donde sus idas y venidas no causarían noticia y mucho menos alarma.

– Y se sumergió bajo la superficie.