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Erika se sentó tranquilamente delante de él.

– Eso es un texto que el reportero Henry Cortez ha escrito y que la revista Millennium tenía intención de publicar en el número que salió hace una semana.

Borgsjö daba la impresión de estar desesperado.

– ¿Cómo coño te atreves? Yo te traigo al SMP y lo primero que haces es empezar a conspirar contra mí. ¿Qué tipo de puta mediática eres?

Erika Berger entornó levemente los ojos y se quedó gélida. Ya estaba harta de la palabra «puta».

– ¿Piensas realmente que esto le importa a alguien? ¿Crees que vas a poder acabar conmigo echándome mierda encima? ¿Y por qué cojones me lo has enviado de forma anónima?

– No es así, Borgsjö.

– Entonces cuéntame cómo es.

– El que te ha enviado el texto de forma anónima ha sido Peter Fredriksson. Está despedido del SMP desde ayer.

– ¿Qué coño estás diciendo?

– Es una larga historia. Pero llevo dos semanas con ese texto intentando pensar en alguna manera apropiada para sacar el tema contigo.

– ¿Tú estás detrás de este texto?

– No, no lo estoy. Henry Cortez investigó y escribió toda la historia. Yo no tenía ni idea.

– ¿Y esperas que me lo crea?

– En cuanto mis colegas de Millennium se dieron cuenta de que tú aparecías en el reportaje, Mikael Blomkvist paró la publicación. Me llamó y me dio una copia. Por consideración hacia mí. Me robaron el texto y al final ha terminado en tus manos. Millennium quiso brindarme la oportunidad de hablar contigo antes de publicarlo. Algo que piensan hacer en el número de agosto.

– Jamás he conocido a nadie en el mundo del periodismo con menos escrúpulos. Te llevas la palma.

– Vale. Ya lo has leído, y tal vez también le hayas echado un vistazo a la parte de la investigación. Cortez tiene un reportaje sin fisuras; para ir derechito a imprenta, vamos. Y tú lo sabes.

– ¿Y eso qué cojones significa?

– Que si continúas siendo el presidente de la junta del SMP cuando Millennium publique el artículo, le harás daño al periódico. Me he devanado los sesos intentando encontrar una salida, pero no he encontrado ninguna.

– ¿Qué quieres decir?

– Que tienes que dimitir.

– ¿Me estás tomando el pelo? Yo no he hecho nada que viole ninguna ley.

– Magnus, ¿en serio no eres consciente de la envergadura de esta denuncia? No me hagas convocar a la junta. Resultará vergonzoso.

– Tú no vas a convocar a nadie. Tu trabajo en el SMP ha terminado.

– Sorry. Tan sólo la junta puede despedirme. Deberás convocar una reunión extraordinaria. Sugeriría que esta misma tarde.

Borgsjö rodeó la mesa y se acercó tanto a Erika Berger que ella pudo sentir su aliento.

– Berger: tienes una sola oportunidad de sobrevivir a esto. Vas a ir a ver a tus malditos amigos de Millennium y te asegurarás de que esta historia no vaya a la imprenta nunca jamás. Si juegas bien tus cartas, puede que me plantee olvidar todo este asunto.

Erika Berger suspiró.

– Magnus, no entiendes la gravedad del asunto. Yo no tengo ningún tipo de influencia sobre lo que Millennium vaya a publicar. Esta historia verá la luz con independencia de lo que yo diga. Lo único que a mí me interesa es cómo va a afectar al SMP. Por eso debes dimitir.

Borgsjö agarró el respaldo de la silla con las dos manos y se inclinó hacia ella.

– Tal vez tus amiguitos de Millennium se lo piensen mejor si se enteran de que tú serás despedida en el mismo instante en el que filtren esas putas difamaciones.

Él se incorporó.

– Hoy voy a ir a Norrköping a una reunión -dijo.

Se quedó mirándola y luego añadió con énfasis:

– SveaBygg.

– Ajá.

– Mañana, a mi regreso, me informarás de que este asunto está ya zanjado. ¿Entendido?

Se puso la americana. Erika Berger lo observó con los ojos entornados.

– Arregla esto con discreción y quizá sobrevivas en el SMP. Ahora, fuera de mi vista.

Ella se levantó, volvió a su cubo de cristal y permaneció quieta en su silla durante veinte minutos. Luego cogió el teléfono y le pidió a Anders Holm que viniera a su despacho. Él ya había aprendido la lección y se presentó en menos de un minuto.

– Siéntate.

Anders Holm arqueó una ceja y se sentó.

– Bueno, ¿y qué es lo que he hecho mal esta vez? -preguntó irónicamente.

– Anders, éste es mi último día en el SMP. Voy a presentar mi dimisión ahora mismo. Convocaré al vicepresidente y al resto de la junta a una reunión para la hora de comer.

Él la miró perplejo.

– Voy a proponerte como redactor jefe en funciones.

– ¿Qué?

– ¿Te parece bien?

Anders Holm se reclinó en la silla y contempló a Erika Berger.

– Joder, pero si yo nunca he querido ser redactor jefe -dijo.

– Ya lo sé. Pero tienes suficiente mano dura. Y estás dispuesto a andar pisoteando cadáveres para publicar una buena historia. Sólo desearía que esa cabecita tuya fuera un poco más sensata.

– ¿Qué ha pasado?

– Yo tengo un estilo diferente al tuyo. Tú y yo siempre hemos discutido sobre cómo enfocar las cosas y nunca nos pondremos de acuerdo.

– No -dijo-. Nunca estaremos de acuerdo. Pero es posible que mi estilo esté anticuado.

– No sé si «anticuado» es la palabra más adecuada. Eres un periodista de noticias cojonudo pero te comportas como un cabrón. Algo completamente innecesario. Aunque lo cierto es que la mayoría de las veces nos hemos peleado porque tú has sostenido en todo momento que, como jefe de Noticias, no puedes dejar que las consideraciones personales influyan en la cobertura de las noticias.

De repente, Erika Berger le dedicó una maliciosa sonrisa. Abrió su bolso y sacó el original del reportaje sobre Borgsjö.

– Veamos entonces cómo evalúas tú las noticias. Esto que ves aquí es un reportaje que nos ha dado Henry Cortez, colaborador de la revista Millennium. La decisión que he tomado esta mañana es que lo publiquemos. Como la principal noticia del día.

Echó la carpeta a las rodillas de Holm.

– Tú eres jefe de Noticias. Va a ser muy interesante saber si compartes mi evaluación de la noticia.

Anders Holm abrió la carpeta y se puso a leer. Ya en la introducción sus ojos se abrieron de par en par. Se incorporó en la silla y, recto como un palo, miró fijamente a Erika Berger. Luego bajó la vista y leyó el texto de principio a fin. Abrió también el sobre con la documentación y la estudió detenidamente. Le llevó diez minutos. Acto seguido, dejó lentamente la carpeta.

– Se va a armar la de Dios.

– Ya lo sé. Por eso hoy es mi último día aquí. Millennium pensaba publicarlo en el número de junio, pero Mikael Blomkvist lo paró. Me dio el texto para que pudiera hablar con Borgsjö antes.

– ¿Y?

– Borgsjö me ha ordenado callarlo.

– Entiendo. ¿Así que piensas publicarlo en el SMP como acto de rebeldía?

– No. Como acto de rebeldía no. Es nuestra única opción. Si el SMP publica la historia tendremos una oportunidad de salir de ésta con la cabeza bien alta. Borgsjö debe dimitir. Pero eso también significa que yo no podré quedarme.

Holm permaneció callado durante dos minutos.

– Joder, Berger… No pensaba que fueras tan dura. Creía que nunca te lo diría, pero, si tienes tantos cojones, la verdad es que lamento que te vayas.

– Tú podrías impedir la publicación, pero si los dos damos nuestro visto bueno… ¿piensas publicarlo?

– Claro que lo publicaremos. Va a filtrarse de todos modos.

– Exacto.

Anders Holm se levantó e, inseguro, permaneció junto a la mesa de Erika.

– Vete a trabajar -le ordenó Erika Berger.

Cuando Holm hubo abandonado el despacho, Erika dejó pasar cinco minutos antes de levantar el auricular del teléfono y marcar el número que Malin Eriksson tenía en Millennium.

– Hola, Malin. ¿Está Henry Cortez por ahí?

– Sí. En su mesa.